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Sección: V?a Correo Electr?nico

Así disfrutamos Teocelo

Joaqu?n Alc?ntara Ceballos 23/08/2012

alcalorpolitico.com

Conozco Teocelo desde hace muchos años, por visitar el rancho de mi abuelito, en las cercanías de Texín, apacible remanso donde el Mayor de Caballería Joaquín Alcántara Tolentino departía con familiares y amistades. Hoy en día, al lado de Arianne, mi linda compañera y nuestro pequeño hijo Quino “el terrible” (así le dice su médico homeópata, el doctor Castañeda), disfrutamos este pueblo de varias maneras, saboreando una nieve de piñón o café en el expendio de Karo, comprando pan integral de Lozada, disfrutando los paisajes desde los miradores de Santa Rosa y Llano Grande, bajando a “las juntas”, tomando un tarro de zarzaparrilla bien fría o degustando vinos de frutas. Un día Arian se despidió con tristeza de la barranca de Matlacobalt pensando en no verla más, sin imaginar que el destino tenía otro plan; hoy la disfruta a placer admirando los acantilados, las hayas y sus nidos colgantes sobre el río.

Paseo extraordinario es visitar el rancho Bambucel, en Cetlalpan, de mis amigos Jorge y Elías Fuentes, como real gente de campo, al alba empiezan su día ordeñando pintas y generosas vacas, hombres de a caballo, el sombrero y las botas no son adorno. Elaboran quesos, gelatinas y saludable yogurt, prefiero el sabor chabacano (a un costado del parque de Teocelo usted puede adquirir sus productos). Caminar bajo el bosque de bambú y sentir su frescura es reconfortante. De don Antonio Fuentes, su padre, amigo de mi abuelo, heredaron lo más valioso, el amor al trabajo. Hoy, bajo el manto protector de doña Leobi, su querida, atenta y platicadora madre, comparten el fruto de su esfuerzo. Las vacas dan leche para elaborar quesos y yogurt, el suero del queso complementa la dieta de cerdos y becerros, el estiércol de éstos fertiliza los potreros y la milpa, el maíz se emplea para hacer humeantes tortillas y alimentar gallinas que nos dan frescos huevos, el olote, pasto y rastrojo son comida para las vacas. Y así sucesivamente, creando empleos, desarrollando economía y manteniendo el entorno; es el círculo virtuoso de la sustentabilidad. Dónde hay orden y disciplina, rara vez falta la buena fortuna.

Otro lugar digno de visitar es el Monasterio Benedictino de Texín, fue el padre Tom, quien dio fama a este sitio que recibe miles de turistas en busca de sagrada bendición y paz interior. Entre oraciones y cantos, hoy el padre Antelmo y el hermano Bruno atienden gustosos a sus visitantes.
En “El Rinconcito” conviven alegremente familias enteras, de voz de Juan Pale aprendemos los dulces secretos de la apicultura, llevando a casa riquísima miel.
En la 5 de mayo visitamos a don Lázaro (Larry) Prince y a la maestra Irma Castillo, papás de mi compadre Bernardo, Manuel y Coty, allí nos sentimos como en casa, selectos e irrompibles lazos nos unen. Hace años durante una comida, estando Larry con sus siete hijos y sus respectivas familias, uno de ellos entre broma y broma me preguntó “tú que haces aquí, si es una reunión exclusiva de Larry con sus hijos”. En efecto estaban ellos y nadie más, en eso el viejo Larry dijo “Joaquín es como mi octavo hijo, así que trátenlo como a cualquier hermano”. Gracias Larry por tan fina deferencia, tu amor es bien correspondido.
Con mi apreciado amigo, el culto y deportista empresario Felipe Soler conocimos la planta de residuos orgánicos, donde millones de diminutas y rojas lombrices transforman la “basura” de un pueblo en excelente abono.

Durante las fiestas patronales del Santo Entierro, en enero, y Virgen de La Asunción, en agosto, hemos presenciado en la plaza del pueblo eventos artísticos, y en la parroquia bellísimos conciertos de las Orquestas Sinfónica Juvenil de Veracruz y Sinfónica de Xalapa, allí saludamos a don Manuel Escobar y su esposa Antonieta, ellos hace tiempo escogieron Teocelo para vivir su futuro. También, por invitación de la Sra. Isabel, esposa del alcalde Téxon, disfrutamos la rienda a la alta escuela de los caballos Domeqc.

Como verán, Teocelo se vive de muchas maneras, quienes celebran sus fiestas patronales con el respeto y exaltación que merecen, no requieren de ninguna vaquillada para disfrutarlas. Hace años, comiendo con mi compadre “el flaco”, desde el balcón de doña Irma observamos por casualidad este evento, vimos débiles vaquillas enfrentando jóvenes borrachos - quizás bajo los efectos de la marihuana o algo más- que las golpeaban y pateaban, jalaban la cola, más que azuzarlas las torturaban, los espantados animales se movían de un lado a otro, con los cascos y nariz sangrantes, no para embestir sino buscando un hueco por dónde escapar del encierro. Detrás de las barreras algunos aplaudían tal crueldad. Luego, los envalentonados borrachos buscaban pelea con todo mundo, orinando y vomitando a media calle. Cobarde y soez actitud de quienes están a favor de tan ruines escenas.

Y lo peor, ese evento es una vil copia de la “xiqueñada”, que a su vez es copia de la “huamantlada”, misma que es burda copia de la pamplonada. Señores si van a copiar, ocupen su mente al hacerlo, copien buenas tradiciones. Por ejemplo, copien el concurso de listones que celebran en Santiago Tuxtla, donde los jinetes sobre sus caballos deben ensartar con vara en mano, a toda velocidad, diminutos aros colgados de una cuerda, mientras a los lados el público emocionado aplaude sus destrezas. Sillas de montar, reatas, sombreros y fungir como acompañantes de las reinas de las fiestas son los premios para los ganadores ¡esa es una digna y mexicana tradición!

Si son tan valientes quienes defienden las vaquilladas, deberían ir a algún potrero y allí, donde el animal no resbala –de tú a tú, bestia contra bestia, bruto contra bruto– enfrentar al animal. Como lo hiciera mi primo hermano Claudio, defeño, aficionado a los toros, en el rancho mencionado, tomó un sarape rojo a manera de capote y sin alcohol ni enervantes de por medio se plantó frente al becerro más temido por los vaqueros, “¡si ves que me está revolcando me lo quitas de encima!”, gritó. El becerro al percatarse del reto –sin recibir puyazos ni banderillas– agachó la cabeza, retrocedió no por temor sino para embestir, con sus patas delanteras golpeó con fuerza la tierra, bufaba, dos o tres embestidas y los cuernos a centímetros de piel fueron suficientes; mi primo de tez morena estaba blanco, sació su sed de peligro y el animal –sin maltrato alguno- continuó pastando.

Quizás a los que abogan por las vaquilladas, haya que llevarlos a la planta recicladora para que los transformen en personas sensatas, falta que las lombrices los quieran comer.