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Columnas y artículos de opinión
Xalapa y las (i) legalidades
Uriel Flores Aguayo
15 de enero de 2016
alcalorpolitico.com
No imagino una sociedad perfecta, por historia y realidad resulta de tal complejidad que es imposible la perfección, aun si sus integrantes estuvieran en condiciones en lo individual lo mas seguro que en la mezcla social descenderían de esas cualidades. Aclaro que no fume nada raro, solo estoy poniendo un punto de partida para desarrollar una tesis democrática, lo mismo para nuestra ciudad que para el resto del país; veamos: en Xalapa algunas cuestiones no funcionan o funcionan mal, por inercia de la irresponsabilidad, por reglas del sistema, por clientelismo o por deliberada y corrupta conducta de los encargados de los asuntos públicos. Resulta que las ilegalidades que nos rodean son creadas en complicidad entre los autores y los encargados de evitarlas. Hay muchos ejemplos grandes y chicos de situaciones irregulares en nuestro entorno, en muchos casos de reales ilegalidades, sin que se vea pronta solución, al contrario, alentadas por los gobernantes. Hay bloqueos irracionales de calles, ocupación de vías publicas y parques para los negocios, desarrollos habitacionales sin planeación, cesiones facciosas de funciones publicas, policías de faramalla, invasiones de terrenos, inseguridad tolerada, amagos privatizadores del agua, proyectos energéticos para fines particulares, etc.
 
De las ilegalidades se nutre un ambiente enrarecido, mediocre y de complicidades; poco a poco se van asentando conductas y hechos irregulares que se vuelven normales y afectan la vida pública. Al respecto las autoridades hacen poco, lo permiten por su propio interés, dejan hacer y pasar, para no complicarse, para cuidar su imagen; no enfrentan los problemas, los administran. El ciudadano no siente confianza para intervenir, no cuenta con garantías, prefiere quedarse callado y, a la larga, entrar también a ese sistema de corrupción, es decir, la autoridad corrompe al ciudadano simplemente con sus omisiones. Se hace por tanto un círculo vicioso, que se alarga eternamente, que solo puede ser revertido con cambios de fondo.
 
El trabajo de las instancias públicas debería girar en torno al ciudadano, a su bienestar, siendo el centro de su labor y objetivos; lamentablemente eso se ha revertido, poniéndolo a lo último, operando instancias de autoconsumo, cuidando sus propios intereses. Ese es el gran problema, la clave de todo: mientras el gobierno no trabaje para los ciudadanos su labor va a ser inútil y hasta negativa. Se requiere revertir esa tendencia y realidad, que todos los recursos económicos, materiales y humanos de las autoridades de todos los niveles estén dedicados para la satisfacción de los ciudadanos, para que viva seguro y tenga progreso. Se entiende que la función central del estado es la seguridad de la población, eso justifica pagarles y que hagan uso de la fuerza y el presupuesto; sin embargo, en nuestro caso, tanto a nivel nacional como estatal y local, eso no ocurre; no hay seguridad, existe mucha y desbordada violencia, lo cual plantea una especie de estado fallido.
 

El punto de partida de una regeneración de la vida pública son las elecciones, a condición de que sean libres; si los ciudadanos tienen la oportunidad de elegir libremente a sus gobernantes y representantes, tendrán la capacidad de escoger bien, exigir cuentas y participar en el destino de las obras, las leyes y los recursos. Las elecciones libres traerán aires de normalidad, con una sociedad mas normal y gobiernos mas normales; será así porque todos nos involucraremos, porque tendremos las mejores condiciones de optar por programas y personas aptas y honestas, por los mejores, donde los méritos y el ejemplo serán la recomendación de los funcionarios públicos y los representantes. La formula es sencilla en teoría, algo complicada en su implementación, por las costumbres clientelares y los intereses de los depredadores de los asuntos públicos.
 
Vean que no es la perfección, simplemente la normalidad lo que se puede y se debe pedir. Que a cada persona corresponda un voto, que se de en las mejores condiciones de libertad, que el que tenga más votos gobierne, que sea transparente, que haga lo mejor y sean los mejores, que se vayan a tiempo, que haya relevo, que cada quien haga lo que le corresponde: los partidos por su lado, las autoridades por el suyo, los policías cuidando y los ladrones huyendo, el estudiante a lo suyo y el maestro también, que cada quien juegue su rol en la vida social de acuerdo a sus condiciones, que haya justicia, que no se atropelle a nadie, que descienda la discriminación; no es mucho pedir, es sencillo, es lo normal.
 
Me fijo en mi ciudad, Xalapa, y veo mucho de lo descrito, algo de caos, algo de impunidad, autoridades con limitaciones, algunas por ley otras autoimpuestas; el caso es que se requiere mucho mas compromiso que el actual, renovarse, actualizar visiones y proyectos; no se debe ir por la vida pública con tradicionalismo y en actitudes facciosas; somos más, muchos más, los que deseamos una vida sana, normal, segura y de corresponsabilidad. No hay garantía de un futuro feliz, tan sólo mejor, si no ajustamos visiones, abrimos los asuntos públicos, ubicamos a los que están en contra de estas reglas básicas y que, amparados en el partido oficial, quieren seguir succionando nuestros recursos a costa del colectivo.
 

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Recadito: se abrieron las puertas de la alternancia.