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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Aduladores y adulados
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
23 de junio de 2016
alcalorpolitico.com
Hace años, por allá por 1976, cuando José López Portillo llegó a la ciudad de Córdoba, Veracruz, en su gira por la República Mexicana en busca de justificar su inminente arribo a la presidencia de la república, pues era prácticamente el único candidato y, además y sobre todo, destapado por el presidente Luis Echeverría Álvarez como su sucesor (Democracia mexicana), acaeció que un joven estudiante se atrevió a retarlo desde debajo de la tribuna en donde estaba la plana mayor del sistema político federal, estatal y municipal. El joven le reprochó al candidato el dispendio de dinero en un país empobrecido, cuando la que realizaba era una campaña absolutamente inútil. El candidato, nervioso, tomó el micrófono para contestar al joven. Le decía, temblando manos y voz, que los miembros de su partido aportaba sus cuotas y con eso se pagaba la campaña. Por supuesto, esto era y sigue siendo una grotesca mentira.
 
Estando en ese trance, varios individuos rodearon al candidato y en susurro le murmuraban al oído palabras de aliento: tú eres fuerte, tú eres grande, tú puedes hacerlo, etc. etc. Eran los aduladores profesionales en acción. Sabedores de que el elegido de los dioses para gobernar como monarca absoluto una república entera de ninguna manera podía sentir la más pequeña debilidad, le insuflaban sus aduladoras palabras, como si fueran pequeños dioses (o demonios) infundiendo al hombre de barro los alientos de la vida y del poder.
 
Los aduladores profesionales son una especie muy numerosa en todos los ámbitos en donde se ejerce el poder, sea político, económico, religioso o mediático. Los hay que ejercen este bastante despreciable oficio en razón de los favores que ellos mismos han recibido o esperan recibir de quien detenta cualquier poder, por pequeño y ridículo que sea. Y, entre más encumbrado se encuentre este en la pirámide faraónica, mayor será la cantidad de cortesanos que lo rodeen y le formen un cinturón de seguridad emocional, una red de protección para que al semidiós no lo alcancen ni las críticas de los observadores agudos ni los reproches de sus traicionados «amigos» ni las muestras de repudio de sus gobernados, víctimas en una u otra forma de los usos y abusos de su poder.
 

La consecuencia es que el adulado cree que es verdadera esa pseudo-realidad que le construyen y poco a poco se ensoberbece hasta llegar al límite que generalmente se manifiesta en forma del más aparatoso y ridículo narcisismo.
 
Pero llega el momento en que el poder se evapora. Como crudamente lo relatara Luis Spota en su novela El primer día, entonces surge la desbandada de quienes ya no encuentran motivo ni razón para seguir en su zalamera función. Y los que antes alababan al poderoso emprenden la huída, abandonan, traicionan. Como dicta el refrán español: quien hoy te compra con su adulación mañana te venderá con su traición. Ahora buscan afanosamente el camino para acercarse al nuevo encumbrado y hacerle llegar el ofrecimiento de sus serviles menesteres. Y hasta quienes resultaron severos críticos o enconados opositores de alguno de los candidatos, al verlo trepado al trono cambian sin reserva y sin pudicia su conducta y ahora alaban, ensalzan, loan, lisonjean sin recato, sin pudor y sin vergüenza. Pobre hombre el que cree en los aduladores; como afirmaba Demófilo de Constantinopla: creer en las pérfidas insinuaciones de un adulador es como beber veneno en una copa de oro.
 
Acaba de ser elegido un nuevo gobernador para este mismo estado de Veracruz. Este evento sirve perfectamente para ilustrar lo antes dicho: los críticos y opositores son ahora serviles aduladores y los anteriores aduladores son ahora simples traidores.
 

Sirve recordar la sentencia del filósofo cínico Antístenes: Vale más caer entre las garras de los buitres que en las manos de los aduladores, porque aquellos solo causan daño a los muertos, y estos devoran a los vivos.
 
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