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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Somos rehenes
Miguel Molina
11 de agosto de 2016
alcalorpolitico.com
No hace mucho, el licenciado Juan José Llanes Gil del Ángel fue a la Parroquia original y habló con la prensa sobre la recategorización de trabajadores de confianza, similares y anexos del gobierno de Veracruz: son empleados que ya estaban trabajando y no significan necesariamente un gasto adicional, y si hay aviadores habrá que detectarlos y despedirlos.
 
Pocos medios registraron y prácticamente ninguno destacó la advertencia del licenciado Llanes: los veracruzanos son, somos, hemos sido rehenes de un pleito ajeno que ha terminado por afectar a casi todos.
 
El gobierno se ha reducido a reuniones más y menos públicas en las que se anuncian intenciones de hacer algo (desde hace tiempo dejó de anunciar obras públicas o sociales de importancia), o siguen contando la historia de las demandas que el gobernador Javier Duarte insiste en presentar personalmente.
 

El sector privado – o la parte del sector privado ­que sufre porque el gobierno debe y no paga – está dispuesto a no pagar impuestos, en parte para que la administración vea lo que siente y en parte porque tal vez no tienen para pagar lo que a su vez deben.
 
Todos los días (hasta en estas olímpicas fechas) se habla de demandas, contrademandas, investigaciones, corruptelas ciertas y falsas, de falta de pagos a pensionados, de arcas públicas vacías, de documentos filtrados de buena o de mala fe. El segundo tema de conversación pública y privada sigue siendo la violencia que no cesa. La vida de Veracruz se ha convertido en una historia judicial de nunca acabar.
 
Pero es agosto. El calor y las lluvias y la furia de las tormentas confirman que el clima va a seguir cambiando para peor porque ya rebasamos el punto en que la naturaleza se puede recuperar. El lunes pasado se consumieron recursos que el planeta se tarda un año en reponer.
 

Varias comunidades – porque los lugares más pobres son siempre quienes sufren primero y sufren más – quedaron desoladas. Esta vez también hubo muertos. Muchos veracruzanos perdieron lo poco que tenían mientras otros estaban entretenidos con la historia de los desencuentros entre el gobernador que se va y el que viene.
 
La ironía es que los dos se acusan de tener propiedades que valen millones de dólares, aquí y en Estados Unidos y en donde sea, y que la opinión pública ha señalado por lo mismo a muchos otros funcionarios de antes y de ahora. Y que sería relativamente fácil investigar los orígenes de tantas fortunas.
 
Así que somos rehenes, y vamos a seguir siendo rehenes hasta el primer día de diciembre, cuando Miguel Ángel Yunes Linares asuma la gubernatura y Javier Duarte de Ochoa deje el cargo, aunque Duarte haya advertido – quién sabe por qué – que seguirá siendo noticia después de ese jueves que se tarda en llegar.
 

Lo que cuenta es lo que pase, o comience a pasar, ese jueves. Antes, serán sólo el sonido y la furia.
 
Rafael Velasco Fernández
 
Fue compañero de escuela de mi papá, quien siempre habló de él con cariño y admiración. Creo que se saludaban de vez en cuando, y que se despedían diciendo que un día de estos tenían que hacer algo con los de la generación.
 

Ese día llegó a principios de los setenta. Un sábado – tuvo que ser un sábado – nos fuimos al campo del Seminario, más allá de San Bruno, que entonces era otro lado, y bajo el solazo jugamos un partido disparejo entre padres e hijos. No recuerdo quién ganó. Tampoco importa. Pero vimos a nuestros padres como nunca los habíamos visto, jugando con nosotros a patear una pelota.
 
Después nos fuimos a comer. Esa fue la única vez que lo ví, que hablé con él. No recuerdo qué le dije o qué me dijo. Sé que el doctor Velasco Fernández fue un científico eminente, un funcionario eficaz y honrado y un hombre bueno. Con eso me basta. Hace una semanas murió mi papá. El mundo es, de pronto, un poco menos.
 
Y Benjita
 

Luego me entero, con pesar, de que también murió Benjamín Sigüenza, Benjita, compañero de trabajo en Punto y Aparte y amigo de parrandas sigilosas. Qué vaina. Duele.