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Columnas y artículos de opinión
La canícula
Luciano Blanco González
12 de agosto de 2016
alcalorpolitico.com
Los mitos y leyendas, la ciencia y la fantasía sobre la canícula, se encuentran estrechamente vinculadas en todas las culturas de todos los tiempos. Egipto, Siria, Roma, Grecia y desde luego nuestras culturas originales de Mesoamérica, la viven, la estudian, la calendarizan y hay algunos pueblos como el Huasteco que desde antaño se preparan para enfrentarla y suavizar sus efectos con medidas preventivas para aprovechar, o atenuar sus benéficos o dañinos efectos.
 
Dice la ciencia que del 14 de julio al 24 de agosto, son los Cuarenta días en que el sol arroja directamente sus rayos solares perpendicularmente sobre la tierra, provocando un calentamiento más acentuado y con ello los devastadores e inaguantables calores que irritan y trastornan el comportamiento humano y de toda la naturaleza.
 
Esta idea de los 40 días no esta ligada con la exactitud del periodo, sino que más bien obedece a las viejas tradiciones de las cuarentenas, cuarenta días de la pasión de nuestro señor Jesucristo en el desierto, resistiéndose a las tentaciones de Satanás. Cuarenta días de aislamiento de personas o animales para evitar la propagación de una enfermedad, cuarenta días del puerperio de las parturientas para su recuperación, así para los naturales, para algunos comienza el 10, 12, ó 15 de julio y concluye el 20 de agosto, los demás días son efectos primarios o secundarios de la canícula.
 

Para el mundo científico, solo hay canícula si hay calentamiento, haciéndola diferente en tiempo por cada región en esta circunstancia.
 
Para los naturales, la canícula es de agua o es de sol y es una época de trastornos biológicos cuya fuerza lujuriosa despierta y agita las plagas como una potente incubadora, con la potencia del calor solar y el vigor de la humedad por las lluvias pertinaces o eventuales cuyo sopor fecunda las semillas y las larvas dormidas o enterradas que se animan, perturbando con su presencia el hábitat tradicional, contaminándolo todo.
 
Se dice que es tal su influencia sobre los organismos que impide o retarda la cura de enfermedades, de tal manera que los contagios y las infecciones son seguras en estos tiempos, además de que altera el carácter de los pobladores haciéndolos enojones y a veces irascibles ante situaciones normales.
 

La canícula es de agua, cuando llueve en su inicio.
 
En tiempos recientes, cuando no existía la vacuna antirrábica, los hombres y las mujeres del campo tenían que salir armados de un machete, o mínimo de una vara, por el peligro de encontrarse a un perro rabioso que en esta época abundaban, los niños no podían andar solos por los caminos y la gente permanecía encerrada en sus casas por miedo a encontrarse y ser atacado por estos animales.
 
Los perros de la casa, había que amarrarlos y permanecían en esa condición en los patios por temor a ser mordidos y contagiados, lo que constituía una sentencia de muerte, pues a los perros mordidos había que matarlos.
 

Otro peligro mayúsculo son las avispas, que se alborotan con tal furia contra quien testeree sus panales, que persiguen a su objetivo por largos tramos y sus piquetes producen una calentura intensa, se inflaman los parpados y si es en los labios el picado adquiere un grotesco aspecto bembon, recluyéndolo en la cama por varios días.
 
El mayor peligro son las abejas africanas cuando se sienten agredidas, con centenares de piquetes dan muerte a humanos y animales en un instante. Como comentario curioso estos animalitos a un caballo en fuga, lo atacan primero en las patas, arriba de los cascos y en el cuello hasta que lo dominan.
 
Antiguamente en estos tiempos la población se veía asediada por las chinches y de nada servia sacar a asolear los colchones, la ropa de cama o los catres. Los pobladores encalaban por dentro y por fuera las casas pero de todas maneras el bicho sobrevivía.
 

Al igual, los piojos resistían la lejía que como curación efectiva aplicaban pacientemente en el cabello. Todo ello disminuyó al igual que el mosco que produce el paludismo, gracias al DDT que ahora lo tenemos por nocivo y muy peligroso.
 
Palidecen los montes, se queman sus hojas y se sacuden convirtiendo las ramas en varejones, los árboles de agua como las chacas casi se secan, los platanares se queman de las hojas, el maíz se niega a crecer y sus hojas se ponen amarillentas.
 
Nada de podar un árbol por que ya no retoña, nada de quemar un potrero en esta época por que no vuelve a florecer el zacate.
 

Ninguna herida sana, para el natural es peligrosísimo sacarse una muela, porque es seguro que se infecta.
 
Un rasguño en el alambre del potrero, puede infectarse rápidamente y producir un doloroso y mortal tétano.
 
Nadie en sus 5 sentidos se atrevería a capar un caballo, un puerco o cualquier animal, porque éste, terminará muriéndose de la infección, por más cuidado que se le tenga.
 

Los potreros se infestan de pinolillos, garrapatas y conchudas, por lo que hay que bañar el ganado hasta 2 veces por semana.
 
El ordeñador tiene que madrugar, pues la leche se corta y se agria más veloz que en los tiempos normales, los pescadores padecen escasez de arribazones, las especies marinas permanecen en el fondo y los crustáceos encuevados
 
Con poca agua, los moscos se multiplican en verdaderas nubes, obligando al viandante a armarse de una rama para sacudirlos y espantarlos.
 

Es época de ronchas, de picazón en la piel, de mareos, vómito y diarreas cuya explicación es simplemente que es la enfermedad que anda pegando.
 
En esta bendita canícula que vivimos actualmente en el norte del Estado, de sol y agua ya sabemos que tenemos que tomar prevenciones especiales por su efecto en los últimos días de agosto y en los primeros días de septiembre, en que acomete a los potreros la incontrolable plaga del gusano medidor que desbasta las variedades del zacate estrella o del salivazo o mosca pinta que acaba los sembradíos del zacate guinea y ahora comienza a atacar al zacate Brisanta, supuestamente libre de plagas.
 
Son los tiempos en que predomina el desgano, los deseos de quedarse en casa para no exponerse a los candentes rayos del sol, todo hay que hacerlo tempranito, antes de que arrecie el calor cuyo mejor paliativo es una cerveza bien fría o un trago de licor que nos sacuda los sentidos, para aguantar las inclemencias.
 

A los cristianos fecundados y nacidos en esta época, se les llama hijos de la canícula y afirman que todos ellos poseen un carácter fácilmente irritable.
 
En fin que con los remanentes de las tormentas cargadas de agua y las cargas de radiaciones solares que se reciben en Veracruz, a pesar de los trastornos pronto tendremos un gran Estado erigido sobre los aciertos y sobre las adversidades del que surgirá en plenitud el necesario equilibrio y la armonía para seguir respirando el eterno anhelo de un Veracruz mejor.- Por el bien de la causa.
 
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