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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La sonrisa del embajador
Miguel Molina
1 de septiembre de 2016
alcalorpolitico.com
Hace cinco años me enteré por la prensa: Jeremy Clarkson, presentador de un programa sobre carros, había declarado en la BBC – entre otras estupideces que dijo durante su carrera – que los mexicanos son irresponsables y no les gusta trabajar, y que la comida mexicana parecía vómito con queso.
 
Se armó un escándalo. Hubo protestas dentro y fuera del Reino Unido, y Eduardo Medina Mora, quien era embajador en ese tiempo, exigió disculpas tanto del bocón como de la BBC. Intervino el órgano regulador de radio y televisión, se cruzaron cartas, y se escribieron artículos en medios de izquierda y de derecha.
 
Poco tiempo después, pero antes de que el órgano regulador emitiera su opnión sobre el incidente, Clarkson volvió a abrir la boca. En otro programa de su serie comentó el escándalo y terminó haciendo otro chiste: México no tiene equipo olímpico porque todos los que pueden correr, saltar o nadar, ya cruzaron la frontera.
 

Hubo quien propuso tomar medidas radicales contra este tipo, como golpearlo, llenarle la cara de heces o de vómito, hacer algo en la puerta de su casa. Cuando le pregunté al embajador Medina Mora qué pensaba hacer, me respondió con una sonrisa que se me hizo marcada por la impotencia.
 
Pero la sonrisa del embajador había sido maliciosa, porque el quince de septiembre de ese mismo año, cuando fuimos a la recepción que ofrecía la embajada, nos sorprendió ver a Clarkson, sonriente como si no hubiera ofendido a nadie, comiendo a boca llena cosas que no parecían vómito ni tenían queso encima pero era comida mexicana.
 
Entendí que la revancha del embajador fue humillar al patán, exhibirlo en la casa de México, rodeado de mexicanos que lo veían con desprecio o con curiosidad, llenándose de comida mexicana. Por ahí deben andar las fotos. Yo no quise usar mi teléfono para rescatar esos minutos porque uno no reportea en la casa de sus amigos... El exdiplomático debe sonreír cada vez que recuerda ese jueves.
 

II
Recordé el episodio cuando leí que Donald Trump se iba a entrevistar el miércoles con Enrique Peña Nieto. Traté de imaginarme qué le puede decir al presidente de México el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, sobre todo si están en territorio mexicano, pero no fue fácil.
 
No hace mucho (a finales de abril), la secretaria de Relaciones Exteriores Claudia Ruiz Massieu calificó a Trump como ignorante y racista. Según el Washington Post, la canciller mexicana explicó que el candidato presidencial republicano no sabe de qué habla, y "cuando uno dice cosas ignorantes es ignorante".
 
No sé qué vaya a decir el presidente Peña Nieto cuando se encuentre con Trump (más o menos a la hora en que envío estas reflexiones a la redacción), porque no podrá ignorar que el estadunidense ha hecho nuevas declaraciones prejuiciadas y ha repetido acusaciones absurdas contra los mexicanos, a los que ha calificado de violadores y delincuentes, y a quienes considera un lastre económico.

 
Tampoco sé qué vaya a decir el presidente si Trump insiste en que México tiene que pagar la construcción de un muro en la frontera. No tengo idea de qué se puedan decir el presidente y el candidato. ¿Se saludan con una sonrisa o serios? ¿Se sientan en un sofá o en una mesa de trabajo? ¿Qué se dicen? ¿Están solos o los acompañan equipos de traductores y asistentes? Es mucho lo que no sé, lo que no sabemos.
 
En todo caso, será una entrevista memorable. No creo que Trump se vaya a desdecir, y espero sin esperar que Peña Nieto le reclame como debería. Tampoco creo que Trump llegue a ser presidente, aunque no deja de ser preocupante el hecho de que su discurso xenófobo se haya dirigido en primerísima instancia a los mexicanos. El riesgo político es que México reciba a un racista ignorante, para usar las palabras de la canciller.
 
Sin embargo, el peligro no es Trump sino lo que Trump representa, que no es necesariamente lo mejor de Estados Unidos. Por eso creo que hay que verlo de cerca, tenerlo cerca, saber de primera mano qué dice y qué piensa cuando piensa. Y por eso temo que esta vez haya un mal arreglo y no un buen pleito.

 
Aunque en el fondo me gustaría ver que Trump terminara comiendo mole o tacos o camotes, y posara para la foto con sombrero charro, y saludara en mal español a sus anfitriones, y les ofreciera algún negocio de los que acostumbra a quienes acostumbran hacer negocios.
 
Ojalá me equivoque. Preferiría leer en la visita de Trump, como en la visita de Hillary Clinton dentro de poco, el hecho de que los aspirantes vienen a México a tratar temas bilaterales a invitación del gobierno mexicano.
 
Aquí no se trata de memes, sino de reuniones en las que se pueden discutir políticas que a fin de cuentas afectan las vidas de muchos en Estados Unidos. A ver quén dice no.