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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Las colonias italianas y sus nombres
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
13 de octubre de 2016
alcalorpolitico.com
En este mes de octubre se cumplen 135 años de que un numeroso grupo de italianos se atrevió a aceptar la oferta que el gobierno mexicano les hizo de avecindarse en este territorio y fundar, entre otras, la colonia Manuel González, de Huatusco, Veracruz.
 
En ese entonces, 1881, el país se encontraba necesitado y, quizá, hasta urgido de manos trabajadoras que vinieran a motivar o acelerar la creación de unidades de producción del modelo agroindustria, es decir, unidades que unieran el cultivo y la transformación de productos, para incrementar la actividad económica del país.
 
Como se ha dicho muchas veces, esto ocurrió con grandes dificultades, algunas de tal magnitud que terminaron por hacer desaparecer varias colonias, o menguarlas hasta el grado de apenas sobrevivir en medio de grandes penurias, gracias al empeño de hombres esforzados hasta el heroismo, como sucedió con la colonia Díez Gutiérrez de Ciudad del Maíz, en San Luis Potosí.
 

Las colonias que sobrevivieron fueron la Manuel González, de Huausco, y la Francisco Javier Mina, en Chipilo, Puebla.
 
Un aspecto interesante en este suceso histórico fue el mecanismo de elección de los nombres que se dieron a cada colonia. Poco se sabe al respecto, pero resulta interesante porque revela una faceta muy típica de la política mexicana, que siempre aprovecha cualquier circunstancia para mostrarse tal cual es.
 
Aunque el proyecto colonizador se dio desde recién conseguida la independencia del país, inicialmente con los franceses, no fue sino hasta el gobierno de Manuel González (1881-1884) cuando no solo se dio en forma masiva, sino incluso como el proyecto pivote de su gobierno. Este proyecto se encomendó al secretario de Industria y Fomento, general Carlos Pacheco. Pero, tan pronto se echó a andar, surgieron los diferentes grupos de políticos que, tomando como bandera ese mega proyecto (se pensaba traer unos 150 000 italianos), se enfrascaron en un cerrado combate por la sucesión presidencial.
 

El general Carlos Pacheco era un hombre sagaz y pronto se convirtió en uno de los aspirantes más sólidos para suceder a Manuel González, sin importarle enfrentarse a Porfirio Díaz, quien había acordado con González su retorno al poder en 1884. No obstante ser un hombre gravemente dañado en su físico, el general Pacheco estaba seguro de salir avante en sus aspiraciones al ser apoyado por el general González. Su pierna le había sido amputada luego de ser herido por una bala de cañón en la batalla del 2 de abril, en Puebla. Aparte, para agravar su situación, también le faltaban el brazo y el ojo derecho. Había sobrevivido en el medio político gracias a esas alianzas inevitables que se forman entre los políticos y que llegan a constituir grupos en ocasiones tan fuertes que a donde va uno van todos: si uno triunfa, triunfan todos y si uno es afectado, jala al fondo a todos, como bien la historia política del país lo ha comprobado.
 
Él había formado parte del grupo de Porfirio Díaz y de Manuel González, cuando las luchas contra la reelección de Lerdo de Tejada, pero sus intenciones de suceder a González en la silla presidencial lo habían distanciado de Díaz y poco a poco se habían ido perfilando peligrosamente como rivales políticos. Su cercanía con el general González le daba la protección suficiente para sobrevivir con bastante holgura en estas altas esferas de la política. Por su parte, Porfirio Díaz era hombre audaz, hasta temerario, y gozaba de una reputación de fuerte y decidido. Entre sus determinaciones estaba la de retornar a la presidencia al término del período de Manuel González, en 1884.
 
Al dárseles a las colonias los nombres que recibieron, los grupos quedaban definidos y consolidados: el gobernador de Morelos, Carlos Quaglia, llamó Porfirio Díaz a la colonia que, tan pronto se inició en ese estado, empezó su liquidación, y el general Pacheco hacía poco y nada por levantarla, aprovechando golpear así a Porfirio Díaz. Como mantra: si la colonia con el nombre del dictador fracasaba, con ello se iba al fracaso su homónimo. El gobernador de Puebla, Juan N. Méndez, dio el nombre del general Pacheco a la de Mazatepec y así selló su alianza con él. El general Pacheco aceptó la idea del gobernador de Veracruz, Apolinar Castillo, y le asignó el nombre de Manuel González a la de Huatusco. Una jugada maestra, para afianzar el apoyo del presidente de la República a la candidatura del general Pacheco. A la colonia de San Luis Potosí se le dio los apellidos de su gobernador y de su hermano, el ministro de Gobernación, Díez Gutiérrez, y así se metía a este en el juego político, aunque casi como aspirante de despiste, de esos que lanzan para tratar de engatusar a quién sabe quién, porque todos saben y conocen ya de sobra estos mecanismos. Y a la de Chipiloc, el general Pacheco le endilgó el nombre de su oficial mayor, Mario Fernández Leal, a quien tenía pensado dejarle el cargo de ministro de Industria y Fomento, si lograba la presidencia del país.
 

Así, el éxito o fracaso de cada colonia se trataba de ligar al del aspirante del mismo nombre. Por eso el general Carlos Pacheco manejó políticamente el desastre de la colonia Porfirio Díaz, de Morelos; por eso rescató la de Mazatepec (la de su nombre) con la fracción de Teteles y formó la de Chipiloc, por eso reforzó la de San Luis con los desertores de Morelos, por eso apoyó al ingeniero Manuel Fernández Leal para darle su nombre a la de Chipiloc (a la que después se le llamó Francico Javier Mina, en recuerdo de aquel guerrillero español) y por eso apoyó siempre a la Manuel González de Huatusco.
 
De ribete, dado que el gobernandor de Veracruz, Apolinar Castilllo, apoyó el juego de Manuel González, Porfirio Díaz, en contubernio con el general Ignacio De la Llave, logró su destitución como primer mandatario jarocho, cargo que recibió como premio el general De la Llave y, de ribete, apellidar al estado veracruzano.
 
Nada nuevo bajo el sol.
 

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