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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Una raíz denegada
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
27 de octubre de 2016
alcalorpolitico.com
Inicio con unas anécdotas. La primera: una señora noruega viaja en un avión con un niño pequeño en brazos. El viaje es agotador. Mi hija se acerca y le ofrece ayuda con el bebé. La mamá acepta y se queda profundamente dormida por el cansancio. Al despertar, mi hija le pregunta cómo se llama el pequeño. La mamá responde: Yanga, su padre leyó acerca de ese personaje, se admiró y decidió llamar así a nuestro hijo.
 
La segunda: viajamos en un tren en Barcelona. Una mujer nos escucha y nos dice: son mexicanos. Sí, respondemos, y ella: yo estuve en México, trabajando con un grupo de investigadores de la UNAM sobre un personaje muy famoso y estuvimos muy cerca de la ciudad de Córdoba, en Veracruz. El pueblo se llama… Yanga.
 
La tercera: un periodista hace un reportaje en la población de Yanga para una televisora, hace ya varios años. Entra a una escuela que se encuentra cerca de la plazuela donde se yergue la estatua del negro Yanga, machete en vuelo. La estatua fue regalada por el entonces diputado federal Modesto A. Guinart. El reportero pregunta a los adolescentes quién es el de la estatua. Muchos guardan silencio. Por fin uno se atreve: es un cortador de caña…
 

La cuarta: hace poco me enteré, estando en Suiza, que un grupo de latinoamericanos que viven allí han formado una Asociación llamada Camino Cultural. Su propósito es mantener vivas las culturas de los países latinoamericanos en aquel rincón del mundo. Así, por ejemplo, los integrantes mexicanos celebran cada año El Grito de Independencia, con escolta, honores a la bandera, canto del himno y comida típica mexicana, cuyos ingredientes solo ellos saben cómo consiguen. Asimismo, montan una ofrenda el Día de muertos, con toda la explicación requerida. Me entero que el día 15 de octubre han organizado «un gran evento» sobre «La influencia africana en la identidad y las raíces de los pueblos latinoamericanos. Tema conocido como “la tercera raíz”». Y dice la invitación: «La América Latina de hoy nace de la fusión de tres grupos étnicos: indígena, español y africano. Y es precisamente a la población africana que América Latina debe la mayor parte de su desarrollo musical, lingüístico y religioso. Camino Cultural, con este festival pretende dar a conocer esta influencia sobre nuestros pueblos y al mismo tiempo rendir un homenaje a una herencia aún ahora descuidada y marginada en todo el mundo. Para tal fin hemos elaborado un rico programa: desde una mesa redonda para discutir el tema hasta la poesía, el baile, el teatro, el cine y la música en vivo. También habrá la posibilidad de degustar la cocina típica de nuestro continente» (http://www.caminocultural.com).
 
Al enterarse de mi estancia en ese bello país, me invitan a platicar con sus organizadoras. Es una estupenda convivencia en donde hablamos de lo que fue la inmigración de esclavos africanos al continente, y especialmente a México y más particularmente a las haciendas azucareras del centro del estado de Veracruz. Allí me piden hable de mi novela histórica Yanga, Príncipe de la libertad. El libro, fruto de un trabajo de cerca de veinte años, permanece inédito, pues en Veracruz, ni la UV ni el IVEC ni el Ayuntamiento cordobés tiene ahora interés en un libro que hable de ese tema.
 
La curiosidad de mis interlocutores es por qué este desprecio o, al menos, olvido voluntario de esa «población africana (a la) que América Latina debe la mayor parte de su desarrollo musical, lingüístico y religioso» (no olvidemos que la Asociación incluye a Brasil y demás países latinoamericanos).
 

Creo que, aparte del conflicto sicológico surgido por el trauma de la conquista española y/o portuguesa sobre la población indígena (el conflicto de la violación de que habla Octavio Paz), ese «olvido» se debe, en mucho, a la incapacidad de asimilar abiertamente la aportación de la negritud a la formación de las culturas de los pueblos latinoamericanos actuales. Dado que aquellos africanos fueron traídos como esclavos y el mestizaje se dio muchas veces en forma violenta, el descendiente siente correr esa sangre por sus venas pero se encuentra indefenso ante una cultura que la niega o, al menos, no la acepta abiertamente. Los festivales oficiales, cuando se dan, se tiñen de populismo y no cruzan la línea del folclorismo.
 
Aquí, en la región donde se concentraron las haciendas azucareras y tabaqueras, entre ciudades como Córdoba y Orizaba, el tema está vedado oficialmente. En Orizaba, por su origen como Pueblo de Indios, y en Córdoba, por su predominio español, el que ha hecho de la gesta del Yanga un mero pretexto para justificar la consolidación del modelo colonial feudal europeo concretado en las haciendas.
 
Nos sorprendió muy gratamente que en un país tan alejado culturalmente de México, de Veracruz, de Córdoba, de Orizaba, de Yanga, exista tal interés por saber la historia de Yanga, una historia que aquí muy poco se conoce y aprecia.
 

Según un reportaje de Arlene Gregorius en el Diario BBC, en México se han censado 1.4 millones de negros, que han sido sistemáticamente negados. Dice Israel Reyes, maestro de ascendencia afro: «La historia de la población negra ha sido ignorada y borrada de la historia». Por su parte, Humberto Herbert Silva Silva, director de la Oficina para Asuntos Afromexicanos en Oaxaca, señala: «Hasta ahora las comunidades negras han soportado discriminación y se han mantenido dentro de las vías legales, que ya están agotadas. Con los zapatistas, los indígenas se levantaron, y fue un levantamiento armado para reivindicar sus derechos. Y, bueno, nuestra comunidad está pensando hacer lo mismo. Está pensando, en un futuro distante, hacer un levantamiento. Podría ser la única manera de obtener los derechos que nos merecemos. No puede ser correcto que la Constitución de nuestro país no nos reconozca. Hay una gran brecha entre los que los políticos dicen y lo que hacen. Tendremos que tomar acción para enviarles una advertencia» (BBC, México, 11/4/16).
 
¿Yanga de nuevo?
 
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