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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Las campanas a duelo
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
15 de diciembre de 2016
alcalorpolitico.com
Como parte del ritual de cada tres años, nuevamente echamos las campanas a duelo al conocer los resultados que tuvieron los alumnos de 15 años de edad en la prueba PISA, que aplica la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
 
Poniendo entre paréntesis, sin olvidar, las pretensiones económicas monopólicas de la empresa (Pearson International) contratada para elaborar esa evaluación, podemos revisar algunos datos. De los 35 países de ese organismo, México quedó en el lugar ¡35! Y, si consideramos a todas las naciones participantes (72) México quedó en el lugar 56 en ciencias y matemáticas, y en el 52 en comprensión lectora, con los siguientes puntajes: 416 en ciencias, 408 en matemáticas y423 en comprensión lectora. En ciencias, un solo punto arriba de lo obtenido hace tres años («No hemos mejorado y tampoco empeorado»: Nuño y su reforma). Ocho de cada diez jóvenes mexicanos tienen resultados insuficientes o mínimos en los tres dominios: en ciencias, 82.5% insuficiente, 15.1 satisfactorio y 2.5 sobresaliente); en lectura, 76% insuficiente, 19.5 satisfactorio y 4.5 sobresaliente) y en matemáticas, 83.5 insuficiente, 12.9 satisfactorio y 3.5 sobresaliente. En resumen, solo el 2.5% de los muchachos mexicanos son sobresalientes en las tres pruebas, mientras que los de Singapur son el 51.9 %, de Estonia el 40.5, de Vietnam el 32.1, de Chile el 10.3, de Uruguay el 8.7, de Brasil el 4.9 y de Colombia el 4.5, solo por poner algunos ejemplos. El promedio de excelencia de todos los países de la OCDE es del 10%. En ninguno de los tres dominios tenemos siquiera el 1% del total.
 
Esos son los datos duros. La realidad cotidiana es que estaríamos peor si una prueba similar se aplicara a todos los grados educativos y no solo a los jovencitos de 15 años que andan entre el tercer año de secundaria y el primero de bachillerato.
 

Seguimos preguntándonos lo que se requiere hacer, porque los culpables están perfectamente identificados, empezando por la autocomplacencia, el simplismo y la politiquería de los funcionarios educativos, siguiendo con la irresponsabilidad de muchos padres de familia, directivos escolares, maestros (con sus sucios sindicatos), y terminando por la mentalidad mediocre y perezosa de una buena cantidad alumnos que le han encontrado el busilis al asunto y saben que hay fabulosos y mágicos métodos de aprobar materias, cursos, licenciaturas, maestrías y doctorados: desde el pago puntual de las colegiaturas y el influyentismo de los papás, hasta la copia en los exámenes, las trampas y plagios en los trabajos y tesis escolares, los sobornos a maestros, la activa participación en competencias deportivas, ofrendas, bailables, marchas, peregrinaciones, etc., y mil tretas más tan sabidas y recontrasabidas.  
 
Lo que hay que hacer se puede resumir en unos cuantos puntos: primero, en matemáticas se debe abandonar el simple mecanicismo en el aprendizaje y en la resolución de problemas. Insistir en el aprendizaje (sí, de memoria, aunque al secretario Nuño se le atragante el bocado), de los conocimientos indispensables en cada área: aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, geometría analítica, cálculo, estadística, etc. Pero de ahí pasar al razonamiento matemático, a la comprensión del mundo de los números y su aplicación, lo que está muy lejos de la mera ejecución de las consabidas quinientas, mil o más cuentas y problemas repetitivos hasta el hastío.
 
En ciencias (biología, física, química) es indispensable la formación del espíritu científico, con su correspondiente cultura de la investigación, del rigor del método y la aplicación en los laboratorios, que desgraciadamente son una de las más lamentables carencias de nuestras escuelas. Y si los hay, son ocupados para tomar el café y socializar o, como unos casos que conocí, como bodegas y lugar para guardar las escobas o para escenificar peleas de box o para encuentros furtivos de algunos integrantes de la comunidad escolar.
 

En comprensión lectora lo que urge es, antes que nada, el conocimiento y dominio del propio idioma, de la estructura y el funcionamiento correcto de las formas gramaticales (que desde Echeverría se fueron al bote de los desperdicios), de la morfología, la sintaxis, la ortografía y la escritura correcta y hasta bella. Acompañado todo esto con un buen programa de inducción y fomento de la lectura; pero no de obras tontas, de esas escritas para lelos (Crepúsculo, etc., etc.), sino de aquellas creaciones que son las que forman a la persona en sus más altas cualidades, le abren puertas y ventanas a otros mundos y le hacen vivir historias que cautivan, cultivan y llenan el ansia de saber, propia del ser humano y que tan bellamente se muestra en la infancia.
 
Ser competente, en educación, es precisamente desarrollar habilidades para conocer, aprender, pensar, saber (antes que nada) y después utilizar ese saber en el mundo concreto para entenderlo y cambiarlo, mejorarlo.  
 
En esto de la educación, como en todo, el que no hace lo que debe termina por hacer lo que no debe.
 

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