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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
La Ceapp que se fue no pudo
Miguel Molina
22 de diciembre de 2016
alcalorpolitico.com
Una vez, hace tres años, aseguré en este espacio que varios de los integrantes de la Comisión Estatal para Atención y Protección de los Periodistas (Ceapp) no habían entendido de qué se trataba el trabajo. Muchos periodistas veracruzanos habían expresado dudas sobre la Ceapp y veían a la comisión como un órgano burocrático más. Sigo pensando igual, y estoy seguro de que otros piensan lo mismo.
 
Después de todo, se trata de un invento del duartismo, una criatura que se atribuye a la todopoderosa vocera estatal Gina Domínguez, sin duda una ocurrencia para alejar del gobierno la sangre de los periodistas asesinados antes y después, y deslindarse de la violencia contra quienes se atrevían a ejercer el oficio y ver a Veracruz con ojos que no eran de funcionario.
 
La paradoja es que quienes tenían que atender y proteger a los periodistas eran funcionarios. Que uno sepa, nunca hubo un debate público sobre el papel de la prensa en una sociedad como la nuestra, sobre sus derechos y sus límites y sus responsabilidades. Se desperdició la oportunidad de abrir una conversación que nos habría servido a todos. Ganó la cautela o prevaleció la sumisión.
 

Y los colegas callaron. Aunque tienen acceso casi irrestricto a los medios propios y ajenos, los periodistas veracruzanos no se reunieron para pensar y discutir qué clase de atención o qué tipo de protección esperaban que les ofreciera el Estado. Tampoco hubo – más allá de comentarios a veces desinformados en las redes sociales – opiniones de los veracruzanos, o de quien fuera, sobre la importancia de la prensa en la sociedad, civil o de otra.
 
El diálogo con el poder – si fue diálogo – se vio como una conversación cupular, entre funcionarios. Percepción es realidad: hace dos años, cuando la Ceapp trabajaba en un protocolo de seguridad para periodistas (que circuló primero de manera restringida), terminó entregando un documento que ni era protocolo ni era para periodistas sino un reglamento de policía.
 
Hay que admitir que el texto no iba mal. sin embargo, varios de los siete periodistas que recibieron las copias restringidas del protocolo se quejaron en especial de tres artículos. El primero (artículo veintiocho) establece que las autoridades designen a un vocero para atender e informar a los periodistas.
 

Los colegas se quejaron, quién sabe por qué, aunque la idea se aplica prácticamente en todo el mundo y – en todo caso – la prensa no tiene por qué decidir cómo se organizan las autoridades. Hasta donde se sabe, nunca se discutió el tema en público.
 
El artículo veintinueve, que también fue rechazado por alguno (o todos) de los siete, señala que las autoridades no deben impedir que la prensa fotografíe o grabe operativos en la vía pública, excepto en casos que pongan en riesgo la integridad de los agentes de policía, de otras personas, o de los propios periodistas, que siempre deben llevar identificación visible. Tampoco se discutió el asunto.
 
Se perdieron oportunidades. Pero sobre todo se perdió la oportunidad de que los periodistas hablaran sobre su oficio. Hacer periodismo, reportear, es un terreno pedregoso y complicado pero no difícil. Lo difícil es la falta de reglas propias de quienes ejercen la tarea de escribir la historia de lo inmediato.
 

La Ceapp que se fue no pudo. Tal vez la nueva Ceapp comience por pedirles a los colegas que definan en público nuestro quehacer, para comenzar la conversación. Y empiece a pedir en público cuentas a las autoridades, porque hace falta. Todavía hace falta. Volveremos a hablar sobre el tema el año que viene.
 
Por lo pronto, deseo que el año que viene sea mejor que el que termina...