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Columnas y artículos de opinión
Lectura Política
Mi ladrillo
Ezequiel Castañeda Nevárez
6 de agosto de 2011
alcalorpolitico.com
Hace ya algunos años, un grupo de amigos, solíamos reunirnos con cierta frecuencia para compartir y debatir sobre los últimos sucesos políticos y, entre otros temas, siempre salía el del avance de algunos conocidos que, como nosotros, buscaban oportunidades en el servicio público y en la política. Uno de estos contertulios tenía como tema preferido el comportamiento de quienes se iban encumbrando; amigo que se encumbra –decía- amigo que se pierde. Con muy poca altura se marean; se suben a un ladrillo y se marean terriblemente. Mucha razón tenía el analista, el poder, marea a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos. Un buen día, nuestro amigo tuvo una de las grandes oportunidades que esperaba: su amigo, un diputado federal, lo hacía importante funcionario de una dependencia del gobierno federal. El resultado de esto fue que el nuevo funcionario presentó el mismo padecimiento que antes reprobaba de los demás: se subió a un ladrillo y se mareó, al grado de cambiar de amigos y, a partir de su nombramiento, solo admitió en su círculo a quienes estuvieran, según él, al mismo nivel que él creía entonces tener.

Lo ocurrido al ex observador político me alarmó, porque vi que cualquier ser humano como mi compañero o como yo, somos susceptibles de caer en ese error, así que lo primero que hice fue buscar un ladrillo, con el propósito de tenerlo siempre a la vista y recordar en todo momento que no debo subirme a este, por el riesgo que se corre del mareo y de la caída. Cuando mis hijos supieron de mi intención, como día del padre, me regalaron un ladrillo, muy limpio y muy bien pintado, mismo que llevé a mi centro de trabajo que, aunque realmente no representaba poder alguno, bien sabía yo que cuando la vista se obnubila, hace que el ojo vea lo que no existe, como ya le había sucedido a varios de mis conocidos. Así que cada vez que ocupaba mi escritorio, debía pasar encima del ladrillo y recordar por qué estaba allí el singular tabique. Por mucho tiempo mi ladrillo sirvió como anti mareo y me recordó que polvo soy y al polvo he de volver.

Nuevamente la vida me obsequia un ladrillo para recordar aquellos viejos tiempos y he decidido ponerlo frente a mi vista –espero no lastimar ni ofender a nadie con esto- se trata de un documento que una persona ordenó confeccionar en mi honor y a la cual le debo agradecer el detalle, porque este me servirá como recordatorio de mi condición humana y del riesgo que nos traen nuestras imperfecciones y equivocaciones cuando creemos que tenemos poder y la decisión para usarlo, con mayor razón cuando lo utilizamos en contra de nuestros semejantes. Veo que puede serme de utilidad, como aquel ladrillo que tuve como funcionario del gobierno del Estado, para moderar mi conducta y serenar mi espíritu ahora que soy un modesto auxiliar del Ayuntamiento municipal de Tuxpan, porque ya vimos que cualquier pretexto puede causarnos vértigo, mareo y nunca me han agradado las nauseas, menos ahora que ha pasado el tiempo.