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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Los tuiteros
Miguel Molina
1 de septiembre de 2011
alcalorpolitico.com
“LOS HECHOS OCURRIERON ASÍ: ESTABAN LOS NIÑOS EN RECREO CUANDO UN HELICOPTERO MUY BAJO MUCHO MUY BAJO. CONFIRMADO Y COMPROBADO. DESDE EL HELICOPTERO DE LA ESCUELA Y LUEGO A CASAS ALEDAÑAS POR LAS CALLES DE CAMPERO, NETZAHUALCOYOTL, ETC. N LA ESCUELA ADALBERTO JEFEDA LOS DISPARON VINIERON DE LOS HELICOPTEROS”.

Eso decía el sitio de Facebook de María de Jesús Bravo Pagola, quien fue arrestada junto con Gilberto Martínez Vera y junto con él había reconocido que publicaron en sus cuentas de Twitter y Facebook que en Veracruz se había desatado una serie de atentados contra escuelas.

Pocos días después, esta misma semana, los abogados de los detenidos denunciaron que sus clientes fueron torturados. Nadie sabe.


En la página de Bravo Pagola en Facebook no hay comentarios sobre la razón que tuvo para publicar lo que publicó, aunque hay mensajes de apoyo y de aliento. La señora Bravo dice que es presa de conciencia y prisionera política, y denuncia que el gobernador Javier Duarte ataca a sus críticos.

De Martínez Vera no se sabe mucho, o uno no sabe mucho. Las autoridades dijeron primero que estaba ebrio o drogado, o las dos cosas, cuando lo detuvieron. También dijeron que el detenido tiene antecedentes como narco chico.

Pero ni Martínez Vera ni Bravo Pagola fueron detenidos por narcotráfico ni están acusados por sus opiniones sino porque propagaron rumores que causaron pánico y podrían haber causado algo más serio. Entre expresar una convicción propia y publicar una mentira que causa pánico hay gran diferencia.


La ley dice que eso es terrorismo, y esa ley fue escrita, discutida y votada mucho antes de que a los detenidos se les hubiera ocurrido hacer lo que hicieron. Eso está claro. También hay que recordar que la propia ley prevé que haya atenuantes…

Pero lo que uno nota desde lejos es que otra vez dejaron hablando solo al gobernador. Varios funcionarios han declarado, en público y en privado, directa e indirectamente, que tienen prohibido hacer declaraciones sin permiso en este y en otros casos, cuando lo que se necesita es información más clara y confiable en todos los casos.

La gente quiere saber, quiere confirmar lo que sabe, quiere creer que le dicen la verdad. Pero los mensajes que dejan ciudadanos anónimos en los sitios de internet donde se discuten estos asuntos son numerosos, son altamente ofensivos cuando no llenos de odio, y evidencian el tamaño de la desinformación y de la molestia.


Por ejemplo, hay quienes sostienen que el lunes tal no se suspendieron clases por el huracán Harvey sino porque los zetas iban a atacar escuelas. Hay quienes repiten que ya se cansaron de oír que en Veracruz no pasa nada. Hay quienes declaran que están más dispuestos a confiar en un tuitero que en la versión oficial. Hay quienes ya lo hacen. Es una lista larga.

Hay que preocuparse no por el número de los descontentos y los enemigos sino por la virulencia que tienen sus ataques y la forma en que usan las redes sociales. Es para no creerse.

Sin embargo, lo más triste de todo es que este triste asunto de los tuiteros va a terminar en vergüenzas y en otras cosas que no valen la pena…