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Columnas y artículos de opinión
Diga no al rumor
Rafael Martínez Zaleta
7 de septiembre de 2011
alcalorpolitico.com
Hace unos días corrió el rumor de que habían colocado bombas en 30 escuelas de la ciudad de Veracruz. Obviamente toda la ciudad se alarmó y los padres de familia de inmediato fueron por sus hijos. En estos tiempos todo puede suceder, pero debemos evitar hasta donde sea posible caer en el juego del rumor, porque el rumor ha deshonrado a mucha gente, el rumor ha destruido pueblos, ha incendiado ciudades, por él se han cometido muchas injusticias. Lugares que disfrutaban de paz se tornaron violentos. El rumor provoca neurosis, desesperación, angustia, incertidumbre, ¡cuidado!, no especulemos con las noticias, no alimentemos el run run, porque entonces habremos de sufrir los efectos del boomerang. Que es el hecho de enviar algo y en el momento menos esperado con más fuerza regresa a nosotros.

Gabriel García Márquez en “La idea que da vueltas” nos muestra los destructivos efectos del rumor, escuchémosle: “Imagínense un pueblo muy pequeño en el que hay una señora vieja que tiene 2 hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviendo el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: “No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”. Ellos se ríen de ella, dicen que esos son presentimientos de anciana.

El hijo se va a jugar billar y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Pagó un peso y le preguntan: pero ¿qué pasó, si era una carambola tan sencilla? Dice: “es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo”. Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta.


Feliz con su peso dice: “le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto”. Y ¿por qué es un tonto? Dice: “Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima, estorbado con la preocupación de que su mamá amaneció con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo”. Entonces le dice su mamá: “No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen ciertos”.

La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: “véndame una libra de carne” y en el momento en que la está cortando, agrega: “mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: “lleve dos, porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando y andan comprando cosas”. Entonces la señora responde: “Tengo varios hijos, mire, mejor deme 4 libras”. Se lleva 4 libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice “¿se han dado cuenta del calor que está haciendo?” “Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor”.

Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra, porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. “Sin embargo, -dice uno- nunca a esta hora ha hecho tanto calor”. “Pero si a las dos de la tarde es cuando hay más calor”. “Sí, pero no tanto calor como ahora”.


Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: “Hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver al pajarito. “Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan”. “Sí, pero nunca a esta hora”.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. “Yo sí soy muy macho –grita uno- yo me voy”. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta que llega el momento en que dicen: “si éste se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos”, y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: “que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa” y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra. Y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: “yo se los dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca”.

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