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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La instrucción
Rebeca Ramos Rella
9 de julio de 2012
alcalorpolitico.com
Ha concluido el cómputo distrital de la elección presidencial. Se ratifica primero que el PREP es un instrumento moderno, exacto, inobjetable. Segundo, los resultados son casi idénticos. No hay más sorpresas, que unas décimas, salvo el caso emblemático de Veracruz, donde por un mil 518 votos, el PAN gana la presidencial en el estado. Caso digno de evaluación.

Tercero, la elección fue competida, reflejo de la pluralidad que tinta al país y de la gran participación ciudadana, que marca historia. Cuarto, la autoridad electoral ha tenido una conducta intachable, neutral, profesional, efectiva. No hay sospechas ni dudas.

No obstante para los partidos y candidatos, gobiernos de tres órdenes, sociedad, hay un cúmulo de elementos de reflexión y de acción en esta etapa de otro proceso que inició el 2 de julio, el fin del sexenio y la ruta de la transmisión del poder, meses que podrían ser sordos y laxos, pero el país no espera fechas, tiene ritmos, pendientes, asuntos urgentes y propios que hay que atender y prever.


Ha sido la semana para reponerse. De la victoria, de las derrotas, del intenso trabajo estratégico, operativo y organizativo, del silencio impuesto, de la incertidumbre, de las encuestas fallidas, de los sobresaltos de los porcentajes finales de cara a las encuestas.

El PRI y el candidato triunfador, cada cual en su frente. Reponiéndose de los entre 6 y 2 puntos por debajo de expectativas, están defendiendo la victoria de impugnaciones, sospechas de coacción y compra de voto, desprestigio para deslegitimar la elección de parte de López Obrador y sus huestes. No hay temor. Reviran los priistas, si eso quieren, que se abran paquetes, en el voto por voto se ratificará el resultado.

El problema es que las izquierdas no aceptan las cantidades, se agarran de los cómo se obtuvieron, que si la inequidad, que si la imposición de televisoras, que si la elección comprada, que si la complicidad de las autoridades electorales. La ley es muy precisa, hay que probar acusaciones, no descalificar sólo en las hipótesis, tampoco armando teatros como los videos de Soriana, ni en las consignas que amenazan en las calles, meros dardos envenenados de venganza y frustración, que son mediáticos, escandalosos, pero no cambiarán el resultado.


El candidato vencedor ha optado por dejar muy claro al mundo que el regreso del PRI al poder federal no implica la regresión autoritaria y corrupta que creen. Se ha avocado a dar entrevistas a los diarios más importantes y leídos en el globo para asentar que el nuevo PRI que representa, construirá un gobierno democrático, de consensos y acuerdos, de respeto a leyes y derechos. Que habrá reformas estructurales para redinamizar crecimiento, estabilidad, inversiones y sobre todo, para que se despejen, no habrá pactos secretos y ni titubeos contra los criminales organizados. La batalla continuará, con nueva estrategia, menos violencia, más protección a ciudadanos.

Remarca y sobre todo en medios estadunidenses que la tarea es de corresponsabilidad, que no habrá complacencia con los criminales, pero tampoco vulneración de la soberanía nacional, ni sujeción a otros intereses ajenos; que se priorizarán los intereses de los mexicanos. Les espeta que la colaboración bilateral contra el crimen deberá ajustarse al marco soberano de México.
Y es que en EUA están en campaña presidencial y bien sabe Peña que allá el tema del crimen organizado, la inseguridad y violencia en México, así como la reforma migratoria, son asuntos de la agenda de campaña y de la demócrata de Obama. Les interesa que caigan los grandes capos, con toda la ráfaga sangrienta que eso implica, así que Peña les reitera que lo primero será abatir el crimen pero con seguridad ciudadana.

Peña ya está en lo suyo. Agradeciendo felicitaciones de líderes mundiales, diseñando su proyecto, su gabinete de transición, trabajando en lo que viene. Seguramente sus estrategias han cambiado acorde a resultados. No habrá mayoría absoluta y priista en el Congreso. Los caminos de la garantía de gobernabilidad democrática obligan a tejer alianzas políticas con el PAN, con el PANAL y a considerar incorporar al equipo a personajes de distintas fuerzas. No deberá extrañarnos ver a un gabinete multicolor.


El espectro del Gobierno de Coalición, que fue propuesta mutilada en la reforma política aprobada y retomada en la campaña azul, ahora ciertamente es la apuesta de los panistas para apoyar y legitimar, pues han brindado su mano conciliadora, institucional y sensata, para que el país avance, pero también para convertirse en la oposición responsable, crítica pero moderada y útil para el nuevo gobierno. Los panistas, en reflexión interna, se asumen y perdiendo, ganan. Pactarán, venderán caro su amor, serán vigilantes y demandantes de que el PRI efectivamente sea un partido democrático en el gobierno.

De su recuperación salió la candidata azul, como el rostro de la unidad panista –que no logró en campaña, pero sí en el derrumbe- y tras encerrona en Los Pinos, su jefe consensó estrategias de reconstrucción interna y externa y logró que el PAN ofreciera respaldo al PRI en el Legislativo, pero exigiendo reformas y priorizando la política, ya; no obstante, advierten que crearán una organización ciudadana que evalúe y proponga y hasta piden crear y encabezar tal vez, la Subsecretaría de Migración, en base al voto mayoritario exterior para Josefina.

Los panistas saben que serán el fiel de la balanza en el próximo sexenio. Tajantemente han legitimado a Peña y la legalidad de la elección, pero salvan dignidad. No aceptan el frente opositor que ahora sí las izquierdas les proponen para anular la elección por las “graves irregularidades” que denuncian. Quieren que se transparenten las sospechas, pero nada más. Pavimentan el sendero de la alianza PRI-PAN. No irán al precipicio con López Obrador.


Calderón, el político estratega, el demócrata, ha dado el manotazo en su partido. Como Jefe de Estado y de Gobierno ha comprometido una transmisión del poder, legal, pacífica, de colaboración institucional. Va a pactar su salida honrosa. Pero va a rearmar a su partido, va a apuntalar el equilibrio político que representan, para evitar la polarización y para reconstruirse como opción de gobierno. Josefina será la lideresa de la ola azul, pero Calderón vía su esposa Margarita Zavala, los dos activos más valiosos de lo que quedó del desastre, aglutinarán al PAN para estar sólido y unido frente al aparato priista que les requerirá.
Volverán los tiempos de las negociaciones, de las concertaciones. Tienen enemigo común y declarado.

Rezagados de acuerdos y equilibrios de fuerzas, autoexcluidos por la víscera, tan previsibles, las izquierdas se atascan en necedad y negación. Impugnan, denuncian, mucho ruido y amenaza del Peje. No sabe perder, pero más de 34 millones de mexicanos no le creyeron, no lo quieren. Su pantalla para pelear por cauces legales, se fractura con marchas porriles, agresiones, sentencias irracionales, protestas financiadas por sus organizaciones y el GDF.


Se redescubre tal cual, falso en compromisos, su firma no vale nada. Agotará la institucionalidad sin éxito. Ha desconocido los cómputos finales, que no le favorecen. Quiere anular toda la elección. En su ira y deslealtad democrática, acusa de complicidad al IFE y pronto, lo hará contra el TEPJF, que resolverá impugnaciones, que tampoco beneficiarán a su causa.

Pretexto para ganar tiempo hasta llegar a donde quiere: a tomar calles, a reeditar su tragicomedia del gobierno legítimo y otros 6 años de supervivencia para someter a sus seguidores a su capricho, dádivas y liderazgo, que lo tiene, indudablemente. López Obrador seguirá siendo el vividor de la sombra del fraude que sólo existe en su cabeza.

La sociedad, lo reconoce como un agitador social que no sabe cómo manejar la derrota, que se sobredimensiona por encima de las instituciones y de la voluntad mayoritaria ofendida por haberla llamado corrupta, por haber votado por otros y no por él. Los ciudadanos deben sentirse agraviados al ser tildados de masoquistas y de ser parte de la “vergüenza nacional” que según él, ha sido esta elección, la más democrática y competida, la más numerosa en participación, la más vigilada y sofisticada en candados de seguridad para ser creíble, legal y limpia. De paso, López Obrador desacredita a la OEA y a la ONU, que enviaron observadores especialistas neutrales, que han avalado a instituciones y leyes electorales y al pueblo que organizó la elección, que votó, que decidió. Chivo en cristalería, a todos vomita lodo y rabia.


López Obrador ratifica a los millones que no le creemos, las razones por las cuales nunca será Presidente de México. Una de ellas, porque simplemente odia someterse a la ley y a las instituciones, como suelen despreciarlas los dictadores.

Pasada la elección, las conductas políticas de los actores reflejan su grado de madurez, compromiso y estatura, políticas. La voluntad ciudadana se respeta y se acata. Cambió la jugada y hay que reaccionar a nivel. El PRI asume la obligación de puentear con aliados, conciliar, conceder, para gobernar y cumplir.

El PAN se compacta civilizado y se autodefine el partido bisagra que calibrará fuerzas para reposicionarse.


Las izquierdas omiten sus logros y se arrinconan en la esquina del radicalismo violento que no garantiza estabilidad ni futuro nacional. Sus diputados, primera minoría, serán el muro del resentimiento. Y los estudiantes que financian, que repiten arengas absurdas, irracionales prostituyendo conceptos, que reprueban en historia nacional reciente, en ciencia política y en teoría del Estado, que gritan lo que les suena y no lo que conocen, sin más gusto que la soberbia de adueñarse de la verdad y de la renovación que quiere México; que impunes se aprovechan del miedo de todos para desacreditarlos en su ignorancia y doble moral, pues se amparan en el 68 y en el 71, serán la carne de cañón para declararle la guerra a Peña y al PRI y al PAN y a todos los que no creemos en su dizque sano, fresco y vanguardista movimiento.

Los ciudadanos estamos ciertos.
México ya cambió y está demandando a los políticos que cambien. En esta elección ni todo ni nada para nadie. Esa es la instrucción. La clase política nacional, gobernantes, partidos y representantes tendrán que ponerse de acuerdo y aprender a administrar la pluralidad que ahora representan, para servir y resolver, para gobernar.

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