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Columnas y artículos de opinión
Espacio Ciudadano
Mis raíces sanguíneas
Jorge E. Lara de la Fraga
13 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
“Las raíces son ramas en la tierra… Niño nace el hombre. Su poder está en su desarrollo…”R. Tagore.

He estado un poco alicaído y molesto por lo que acontece en nuestro país, después de la “cruda electoral”, donde pareciera que lo innoble se impuso a la voluntad popular. Por razones de salud mental, en esta ocasión me olvidaré un poco de esa tragedia para zambullirme en mis remembranzas personales. Si algo he hecho en la vida se lo debo a esos dos seres extraordinarios que me trajeron al mundo, a Guillermina y a Julio, atraídos por un noble amor más allá de las diferencias económicas, sociales y de los prejuicios mojigatos de los años 40. Hoy me referiré a mis progenitores, en primer término a mi madre y después a la persona que me infundió energía y afán de lucha. Hace poco me acordaba del ser que me permitió vivir y que me encauzó por los senderos convenientes; hace poco sentí muy cerca a mi madre aún cuando ella se fue físicamente hace ya varios inviernos. Rememoré su singular presencia porque casi siempre me sacaba del atolladero cuando no venía a mi mente un dato que necesitara; ella entraba en escena cuando se escabullía de mi memoria algún personaje o un hecho pretérito.

Cuento actualmente con 70 años de edad y todavía percibo con nitidez cómo mi ser querido, con sólo estudios elementales, me respaldaba con sus orientaciones y contenidos para superar trabajos de carácter matemático, de orden gramatical o de cultura general. Hoy me sorprendo cómo era posible que mi progenitora supiera o entendiera cuestiones que se abordaban en la secundaria o en la preparatoria. Me ayudó a entender mejor la trigonometría, el algebra y los cálculos cuantitativos; asimismo se esmeraba porque mi ortografía y caligrafía fueran eficientes, incentivándome desde la primaria a tener como hábito importante la lectura de textos atractivos. Estoy seguro de que si mi antecesora hubiera tenido la oportunidad de estudiar habría sido una excelente educadora, porque no únicamente proyectaba directrices cognoscitivas, sino que también nos impulsaba a los hijos a adquirir habilidades manuales, a manejar nuestro cuerpo y a plasmar en realizaciones concretas lo bosquejado en nuestros pensamientos.


Por otra parte, me es fácil y un tanto cómodo rememorar a mi padre, herrero de buena cepa, a ese jacarandoso Julio Lara, popular y de sangre ligera, que lo mismo elaboraba herraduras, armaba pistolas y componía trapiches, que amenizaba una reunión con sus chistes o anécdotas, así como jugaba un basquetbol de enjundia o encabezaba una serenata por ese Huatusco de antología, de las rúas empedradas y de las noches engalanadas por el aroma de los jardines y por la belleza de las mujeres de ese mítico señorío de Cuautochco. Así me gusta evocar a mi padre, lleno de fortaleza, con espíritu emprendedor, con entusiasmo contagioso y comprometido con su tiempo. Envuelto en los peligros correspondientes, en una ocasión arriesgó su propia vida cuando trasladaba en su cabalgadura propaganda política de Almazán y tuvo que esconderla ante un aviso oportuno de sus amigos, por esos caminos rurales de Pinillo y Tlaltetela.

Allá en mi terruño a mi madre Guillermina de la Fraga la recuerdan por su voz de soprano, cuando interpretaba melodías románticas de Agustín Lara, María Greever, Esparza Oteo, Tata Nacho, Guty Cárdenas y Joaquín Pardavé en el añorado Teatro Solleiro, pero yo siempre la tendré en mi mente porque sembró en mí confianza,
fortaleza anímica y me indicó no proceder de manera cortesana ante los fuertes, ni tampoco humillar a los débiles. Mi padre, por su parte, me indicó no rehuir a los problemas y buscarle solución a los conflictos que me deparara la vida. Su lema o mensaje todavía lo recuerdo con diafanidad: “La honradez, la responsabilidad y el trabajo son las virtudes que deben adornar la conducta de los hombres”

Espero seguir caminando con seguridad y dignidad en estos tiempos donde parecieran escabullirse los valores éticos. Anhelo que mis hijos y nietos tengan las herramientas necesarias para sortear los difíciles obstáculos de la vida contemporánea.