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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Un confidente que diga la verdad
Arturo Reyes Isidoro
26 de septiembre de 2012
alcalorpolitico.com
Será este miércoles cuando en una votación que dará inicio a las 11 de la mañana se formalice la llegada del senador José Yunes Zorrilla a la presidencia de la Comisión de Hacienda y Crédito Público del Senado de la República. Ayer cuando el diario Milenio soltó la exclusiva por la mañana se armó una mini rebambaramba porque el hidalguense David Penchyna quería el cargo y por las palancas que tiene pensó que ya lo tenía en la bolsa. En principio se quería dar una sorpresa hoy con la noticia pero la filtración hizo que todo se precipitara. De todos modos fue un buen regalo de cumpleaños para el peroteño. Ésa comisión es una de las cinco más importantes del Senado junto con las de Gobernación, Puntos Constitucionales, Desarrollo Social y Defensa Nacional. En el pasado reciente, la comisión que ahora presidirá Pepe la presidió el hoy dirigente nacional del PAN, Gustavo Madero. ¿Alguien dudará hoy de la fuerza política del senador Yunes Zorrilla?
 
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Un lector le envió a Leo Zuckermann, columnista del diario Excelsior y comentarista de televisión, una cita sobre Winston Churchill que tomó de un libro de Jim Collins (aunque no cita el nombre del libro, investigo que se llama Cómo caen los poderosos), cita para apoyar su recomendación de que los presidentes mexicanos deben echar un ojo a la técnica de aquel famoso primer ministro británico que estaba dispuesto a enterarse de la verdad por muy cruda que ésta fuera aun para su administración.
 
Collins escribe: “Winston Churchill entendió el problema de su personalidad fuerte y la compensó muy bien durante la Segunda Guerra Mundial. Churchill tenía una visión fuerte y tenaz: que Gran Bretaña no sólo sobreviviría sino prevalecería como una gran nación [...] Armado con esta visión firme, Churchill nunca se negó, sin embargo, a enfrentar los hechos más brutales. Temió que su enorme y carismática personalidad hiciera que no le llegaran las malas noticias en su forma más cruda. Así pues, temprano en la guerra, creó un departamento separado de la cadena de mando normal, llamado Oficina de Estadística, enteramente dedicado a alimentarlo de los hechos más brutales de la realidad, sin filtros y actualizados. Confió mucho en esta unidad especial a lo largo de la guerra, solicitando repetidamente los hechos, sólo los hechos. Con los Panzers nazis barriendo Europa, Churchill se iba a la cama y dormía profundamente: ‘no tenía necesidad de sueños esperanzadores’”.
 
Lo que entiendo de esto es que Churchill no se hacía castillos en el aire, no soñaba ilusiones ni imaginaba quimeras. Dado que estaba al tanto de la verdad, tenía bien puestos los pies en la tierra y actuaba en consecuencia. Por eso sabía a qué se atenía y lo que tenía que hacer. No tenía necesidad de sueños esperanzadores, que finalmente no eran más que eso: sueños.
 
En la columna que publicó el 19 de septiembre (“¿Quién le dice la verdad al Presidente?”), Zuckermann recordó que antes ya había argumentado que como institución, el Presidente no debía tener amigos, pero que más le valía tenerlos al individuo que ocupara el cargo. “Mi argumento se basaba en que, como los mandatarios están rodeados de gente que sólo les hace la barba y les dice que sí a todo, pues el gobernante necesitaba un confidente que le dijera sus verdades. Ahora, después de debatir el tema en Es la hora de opinar, acepto que hay otras maneras de que un Presidente se entere de la verdad”.
 
Escribió: “Javier Tello, por ejemplo, con razón arguye que un buen colaborador puede revelarle la verdad a su jefe, el Presidente. Hay muchos ejemplos históricos, nacionales e internacionales, que así lo demuestran. Pero también es cierto que, por cada subordinado que hay con la honestidad de manifestarle la verdad al Presidente, hay diez barberos que se la pasan adulándolo y diciéndole lo que quiere escuchar. También existen múltiples casos históricos que así lo prueban”.
 
Prosigue: “Otra manera de saber la verdad es la prensa, siempre y cuando exista libertad de expresión en el país en cuestión. Estoy seguro, por ejemplo, que el presidente Raúl Castro de Cuba no se entera de nada nuevo al leer la prensa cubana que está controlada por su gobierno. En cambio, en Gran Bretaña, por poner un ejemplo de país democrático con libertad de expresión, el primer ministro David Cameron sólo tiene que leer los múltiples diarios que se publican en Londres para saber si la está regando o no”.
 
“Quizá por eso, el presidente francés François Mitterrand afirmaba que uno de los secretos para tener éxito en el poder era leer todos los días la prensa, por más doloroso que fuera. Una prensa libre es fuente inagotable de información para todo gobernante, por más berrinches que haga al leerla. Eso no lo tienen los gobernantes autoritarios. Mao Tse Tung, por ejemplo, se tardó mucho tiempo en enterarse que había hambrunas en ciertas regiones de China; ningún subordinado se atrevió a informárselo y, desde luego, la prensa controlada por el Partido Comunista nunca lo reportó”.
 
El columnista de Excelsior afirma que esto no ocurre en una democracia con prensa libre como en México. “Estoy convencido de que tal cosa existe a nivel nacional, por lo que el Presidente puede enterarse por estos medios de lo que está ocurriendo en el país. A lo mejor es por eso que Vicente Fox alguna vez confesó que él mejor ya no leía los periódicos: prefería foxilandia a la dura realidad”.
 
Recuerda que en todas las democracias existen organizaciones de la sociedad civil que generan estudios y reportes independientes sobre temas públicos relevantes y ésa es otra forma que tiene un gobernante para informarse. Señala que lo que es interesante de esta discusión es que un Presidente tiene que tener la voluntad de enterarse de la verdad, ya sea que se la diga un amigo, un colaborador responsable, la implacable prensa de una nación libre u organizaciones civiles autónomas.
 
El tema y el enfoque de Zuckerman me parecen interesantes. Coincido con él: que el gobernante, de cualquier nivel, debe saber la verdad, estar enterado, no hacer caso a los barberos que solo le dirán lo que saben que quiere escuchar, así sea una mentira que choque con la realidad; no hacer caso a sus círculos más cercanos, que lo mal aconsejarán o le opinarán pero en función de sus intereses, que aprovecharán la cercanía para intrigar al funcionario más capaz que ellos o a quien haga señalamientos de que las cosas no van o no están bien. La realidad, solo la realidad. La verdad, por muy cruda que sea. Creo que eso es lo único que garantiza el éxito de una gestión gubernamental porque está apoyado en los hechos.
 
En Veracruz, en el pasado, esto ha sido probado: Fidel Herrera Beltrán y Miguel Ángel Yunes Linares actuaron y reaccionaron en el poder con toda oportunidad porque se mantenían bien informados. Fidel de madrugada barría la información de todos los portales en internet y con base en ello no bien y empezaba a esclarecer el día cuando ya estaba tomando decisiones. Miguel basó la efectividad de la gestión del gobernador Patricio Chirinos en que tenía el pulso del estado con toda la información que se generaba en los medios de la entidad y también actuaba en consecuencia, por ejemplo no dejando crecer ningún problema pues tan pronto se publicaba o se decía algo en los periódicos, en la radio o en la televisión, enviaba negociadores a evitar cualquier posible conflicto. Ellos estuvieron dispuestos a enterarse de todo por muy crudo que fuera gracias a lo cual mantuvieron el control o la gobernabilidad del estado, como se le quiera llamar, además de que la información les sirvió para que ningún colaborador los quisiera sorprender.
 
Como dice Zuckermann, de que hay varias formas de enterarse de la verdad, las hay. Queda en la voluntad del gobernante hacerlo o no.