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Columnas y artículos de opinión
La mirada de los otros
La autoridad perdida
Tomás Rodríguez Pazos
22 de noviembre de 2012
alcalorpolitico.com
La resistencia, si no la negación de la autoridad es un tema frecuente entre aquellos cuya función es dirigir: padres de familia. gerentes de empresas, funcionarios del Estado, maestros. Ellos, ubican en el bando opuesto a los hijos desobedientes, los trabajadores irresponsables, los ciudadanos alborotadores, los alumnos indisciplinados.

Xavier Velasco en su novela “La Edad de la punzada” pinta la cotidianidad de un adolecente: “se supone que tengo que estudiar, aunque de todas formas jamás estudie, ni haga las tareas, ni me entere qué pasa en las materias. ¿Y tus apuntes?, pregunta un profesor. Los dejé en mi casa, me defiendo. ¿Y tus apuntes? se le ocurre a Alicia (La mamá). Los dejé en el colegio le aseguro” Esta estampa parece ilustrar también el estadio psicológico de muchos mexicanos atorados, tal vez, en la adolescencia ciudadana. Dejar que otros hagan la tarea.

Acerca de la esta transición política, a cumplirse el próximo 1 de diciembre, los articulistas coinciden en una predicción fácil: El México del siglo pasado es historia. Ya no hay más “dictablanda”, pero sí quedan restos de aquellos lodos, opinan los más y exhiben el paternalismo del estado: “¿Por qué no condonar la deuda de los estados – en vez de pedir cuentas-? ¿Por qué exigir democracia interna a los sindicatos o cuentas claras? ¿Para qué mostrar austeridad o “modesta medianía” en los sueldos y prestaciones de senadores, diputados, magistrados, gobernadores, presidente de la república o munícipes? Pero la vieja sentencia de que se predica con el ejemplo no parece válida para la mayoría de los políticos, quienes se atreven a pedir a los mandantes lo que ellos no hacen.


Creo que la sociedad mexicana perdió la autoridad cuando los padres –mujeres y hombres- dejaron su responsabilidad en manos de la escuela o de la T.V. la internet, los juegos electrónicos; cuando los campesinos, obreros y profesionistas legaron su representatividad y su capacidad para darse un estatuto honesto y democrático, a los líderes sindicales, cuando los empresarios, y los grupos sociales dejaron a los partidos la encomienda mayor: dirigir y establecer el orden justo en esta nación.

La autoridad perdida tiene que ser recuperada por toda la sociedad: Los mandantes eligen, establecen las encomiendas, fundan los gobiernos. A ellos corresponde la autoridad original. Los partidos políticos y sus electos mandatarios deben ser sólo un instrumento de la voluntad colectiva y no el barril sin fondo de la trapacería.

Es tiempo de superar la sociedad adolescente que hemos sido. Basta de extender la mano, de pedir favores, de buscar al compadre. Una sociedad adulta asume sus derechos y sus obligaciones. A quienes se confía la autoridad, ha de exigírseles que hagan del imperio de la ley un hecho, no un discurso.