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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Los mono-polios
Benjamín Garcimarrero
3 de diciembre de 2012
alcalorpolitico.com
La naturaleza ha develado que en los animales superiores incluyendo al hombre (Entendido como perteneciente a la raza humana, sin distinción de género algo así como el presidente o la presidente, el mar y la mar). Decíamos que los animales superiores, tienden a monopolizar el amor, la política y hasta la religión; más aun cuando esto les representa una ventaja sobre los demás, un dominio físico o mental o una ganancia de tipo económico.
 
Durante la etapa de paz que vivió México, (que ojalá y siga así), el poder fue ejercido por grupos específicos con siglas y colores cambiantes, pero sin dejar de ser la misma gata nada mas que revolcada.
 
Históricamente el Tlatoani, Moctezuma y quienes le antecedieron ejercían un doble y monopólico dominio sobre política, religión y economía.
 
A la llegada de los españoles, predominó un muevo credo que fue y es aún la fe cristiana, sembrada en la psique de nuestra nopalera por un subterfugio engañoso, de la misma forma y manera que el caballo de Troya, y que se hizo aparecer por los franciscanos en el cerro del Tepeyac.
 
Aún subsiste y se celebra los días 12 de Diciembre, con la figura agregada después de más de seis siglos y representada por ese antiguo actor llamado Cahutlatoazin, que significa “comediante” protagonista de la obra de Antonio Valeriano y llevada al escenario en c. 1552. Subsiste el original escrito en lengua nahua.
 
Toda fé distinta, es brujeril o demoniaca y merece reprobación y castigo o cuando menos la amenaza del fuego eterno, creado y aceptado por decreto papal.
 
Cuando se distanciaron el poder temporal y el poder secular, se dividieron el pastel y empezó el juego de las ganadillas, por ver quien alcanzaba más dominio o más ventajas.
 
Y volviendo a los cambios ya ilustrados por la historia patria, ese monopolio ha pasado del Tlatoani a la Iglesia; después de esa mafia pasó a los gobiernos civiles, de los civiles a los militares y de estos ha vuelto a los civiles siempre a nombre de ese ente proteico y gelatinoso que han apodado Democracia que en realidad nunca se ha ejercido con pureza...
 
Fuimos testigos el sábado 1° de diciembre de una televisión censurada y editada, de los muchos desaguisados cometidos por inconformes, vándalos, delincuentes y protestantes, (porque protestan), manifestándose en contra de la entronización de Enrique Peña Nieto.
 
El monopolio priista vuelve a la silla gestatoria cargada por 500 sediarios que integran un congreso que no representa más que intereses particulares.
 
Cabría preguntarse sencillamente: ¿Quiénes fueron los devastadores?; ¿Quienes fueron los represores?.
 
Por generalizar simplemente los devastadores y destructores fueron personas hambrientas, que nada tienen que perder por que nada tienen, todo es ganancia, incluso si los encierran en la cárcel, aseguran la pitanza diaria.
 
Los represores fueron las fuerzas públicas al servicio de los pudientes, ricos, dueños de hoteles, restaurantes y de capitales extranjeros que medran en los países pobres gracias a los tratados de libre comercio que no deja que la riqueza se distribuya equitativamente.
 
Conste que no estoy hablando de una acción de equilibrio social, pero es el primer acto de impunidad hasta el momento tolerada, en perjuicio de un sistema que chueco o derecho da certeza del quehacer social en acatamiento a la norma.
 
A los vándalos y saqueadores, si los sueltan malo, y si los enjuician peor.
 
La conclusión es la misma de siempre, cada quien lleva el agua a su molino, y “hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.
 
Hoy es apenas el tercer día de gobierno y ya pinta mas feo que José Luis Cuevas. Sinceramente deseo estar equivocado, pero viendo el festín de los políticos y potentados, no queda más remedio que esperar el último balance. Que lástima que será hasta dentro de seis años, pero si analizamos las opiniones que se soltaron a la partida de Calderón, tendremos que confirmar que la política es cíclica. Hay que morirse para que lo hagan a uno Santo. Y no es que Felipe vaya a ser santo, pero eso sí, que santa joda nos puso.