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Columnas y artículos de opinión
La lealtad es una porquería
Luciano Blanco González
13 de diciembre de 2012
alcalorpolitico.com
El niño era gracioso, su vestimenta especial y su afición por la milicia, propiciaban que su padre el General Romano Germanicus, se hiciera acompañar de su diminuto hijo al que vestía de gladiador, con su casco militar, túnica dorada, sus caligas.- (botas, botitas, sandalias) militares, por ello le pusieron el sobrenombre de Calígula.

Calígula en su infancia, antes de partir las Legiones Romanas al combate, su padre hacia que botitas, bailara con su figura menudita grácil; acompañado con el ritmo de las cornetas, tambores y timbales, con las hurras, vivas y aplausos de la soldadesca, que consideraba un buen augurio que el nieto de Tiberius los despidiera de esa manera.

Calígula el tercer emperador del Imperio Romano en su niñez, sufría de un interminable insomnio, si conciliaba el sueño tenía pesadillas que le producían sudoración y llanto, solo el consuelo de su hermana mayor Drusilla, lo tranquilizaba y le permitía el reposo, por lo que ella tenía que acompañarlo en su lecho, ya adolescentes la cama de la abuela Antonia fue testigo de la lujuria incestuosa de ambos hermanos, relación que ya siendo Emperador, nunca se preocupó por ocultarla, por el contrario la amplio a su hermana Julia Livilla, pues tenía el temor de que cualquier otra mujer lo asesinara, además esa era una costumbre de la divina realeza egipcia, a la que el admiraba.


Cayo Julio Cesar desde su juventud fue propenso al vicio, visitaba tabernas y prostíbulos, fue muy mimado y por lo mismo, caprichoso y lunático. Creció en un ambiente de conjuras, pleitos y chismes, promiscuidad, rencillas y ambiciones de poder, se creía un dios y todo lo que le rodeaba estaba para cumplir sus caprichos y abusos de poder, carente de escrúpulos adicto al morbo y sádico sexual.

Tiberius el segundo Emperador Romano tío abuelo de Calígula dijo un día ante las quejas respecto de la conducta desenfrenada de su sobrino “dejo vivir a Cayo para su desgracia y para la de todos”.

No estaba equivocado, cuando Tiberius murió y Cayo Julio Cesar es coronado por el público que hizo celebraciones, sacrifico más de 150,000 animales en tres meses de fiestas, ofrendas y jolgorios en honor de botitas, la buena suerte había llegado para todo Roma, el hijo de Germánico el más grande de los generales de las Legiones Romanas, el chiquitín compañero de batallas, había ascendido al trono imperial y con él, habían llegado todos los soldados.


Fue el mejor Gobernante de Roma en los primeros tiempos perdonó impuestos, olvidó traiciones, dignificó el Senado, exaltó los grados militares, expandió el territorio y realizó grandes obras.

Una enfermedad desconocida lo puso al borde de la muerte y acentuó su carácter caprichoso y desquiciado, preso de insanas pasiones y gustos obsesivos, en todas partes veía enemigos, en sus colaboradores traición, en el Senado, en los Pretores y en la rica Aristocracia Romana, veía conjuras, aprehensiones y asesinatos, confiscaciones forzosas, despojo de títulos, destierro y cárcel eran rutinarios, nada lograba dulcificar su condición feroz, se volvió arrogante, iracundo y grosero. Padece de un profundo miedo a sufrir un ataque, sus castigos provocaban horror y decía: “que me odien, mientras me teman”.

Cuando mandó detener y torturar a su cuñado Lucio Cassio Longino, alimentando su afición de regocijarse con el sufrimiento de los desgraciados, desde los bártulos le dice Longinos, ¿por qué me haces esto, si sabes que yo soy un hombre honrado que siempre te he sido leal? Le contesto Calígula por eso, porque tú, te eres leal a ti mismo y eso estorba, por eso mismo me traicionas.


Y CALIGULA TENIA RAZÓN: Una de las más grandes virtudes de los Hombres es la de ser leal a sí mismo, a sus valores, a sus ideales. Si eres leal a otro o a los demás ya no eres fiel a ti mismo, te estas traicionando y si tú mismo te traicionas, eres capaz de traicionar a cualquiera.

La lealtad es una porquería, si se distorsiona en su verdadera esencia de confianza y entrega única, porque para jurarla se requiere de una elevada dosis de hipocresía, de falsedad, una gran energía para simularla y una gran capacidad histriónica para esconder los verdaderos fines. Si al hipócrita, se le notan los hilos de la máscara, detrás de la cual esconde su verdadera personalidad. Nadie dudará de la falsedad de sus juramentos de fe, de disciplina, de lealtad. Como los que se ven cotidianamente, ofreciendo apoyos y pidiendo favores, jurando y halagando los mismos de un lugar a otro, la ofrecen al mejor postor a personalidades del palacio y de otras dependencias, la juran y la ofrecen al presidente del partido, la subrayan con palabras melifluas o amofleteadas y cálidos abrazos, y efusivas palmadas, primero a un senador y luego al otro y si se puede también al otro. Vuelan como las mariposas, buscando amor, a las cámaras de los diputados pregonando el mismo cantar, “estoy con usted”, “ya sabe”, “cualquier cosa”, “lo que se le ofrezca”, y “el no se olvide de mí”.

Solo el que recibe las supuestas lealtades ofrecidas y no pedidas, sabe quién es, cada quien, saben que los hipócritas andan de puerta en puerta, deshonrando la palabra, cegándose en la dignidad.


Son los ritos políticos de antaño que alimentan la egolatría de los liderazgos, son los infalibles ceremoniales que incitan al buen ánimo para lograr nominaciones y recursos para campañas.

Es la vieja estrategia de no decirle no, a nadie, aunque no se le cumple después, lo importante es que sea parte del equipo “aunque sea de todos” para planes futuros.

El hipocritómetro, lo manejan personas sensatas, prudentes, que conocen en cada caso el valor de la lealtad, de la verdad verdadera, de la sinceridad real, y el peso específico del apoyo, de votos, de posibilidades de triunfo, nadie va a engañar al doctor JAVIER DUARTE o al LIC. ERICK LAGOS, únicos responsables ante el priismo local, de los triunfos o derrotas que se obtengan. No nos debe de interesar mucho lo que piensen o lo que digan los pretores chilangos, con los delegados estrellas que pronto arribarán, nos debe de interesar lo que digamos los Veracruzanos, es nuestro destino y a nosotros nos toca decidirlo, somos un estado autónomo y la autonomía es intocable.


Si es difícil ser leal a uno mismo, es más difícil ser leal a otros, la mejor lealtad da derecho a recibir, aquellos que son leales a todos, si no llegan a recibir, esta será la razón. En la Selección que viene, no valdrán los padrinos, los amigos, las recomendaciones, el tarjetazo. No, no valdrán, Valdrá el trabajo Político, los resultados y la mejor lealtad que en lenguaje jarocho se traduce a la institucionalidad y respeto a los liderazgos que ejercen los responsables de la Política.

La lealtad se premia, con distinciones, con canonjías y se castiga con postergación, con marginación, con anulación, cárcel y persecución.

Por eso Cayo Julio Cesar, premió a Incitatus su caballo consentido, con el puesto de Cónsul y le mando a construir una caballeriza de mármol, un pesebre de marfil, mantos de púrpura y collares de perla, casa completa con esclavos, por las noches sus soldados imponían el silencio en la vecindad para que Incitatus descansara.


Y a los traidores, impuso una agonía larga y dolorosa para que supieran que estaban muriendo por esa causa finalmente Calígula fue muerto por traición, lidereada por su preafectus Cassio Querea.