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Columnas y artículos de opinión
Espacio Ciudadano
“El que a hierro mata, a …”
Jorge E. Lara de la Fraga
13 de diciembre de 2012
alcalorpolitico.com
“Triunfó porque se negó a sentirse abrumado por sus derrotas…”

A mí me impresionó la contienda que escenificaron el pasado 8 de diciembre esos dos guerreros de prosapia, Juan Manuel Márquez y Manny Pacquiao. Fueron 6 fragorosos asaltos que mantuvieron en vilo a múltiples aficionados al deporte del pugilato profesional. Varios mexicanos se trasladaron hasta la localidad de Las Vegas, Nevada, para presenciar de manera directa el cuarto choque entre esos dos auténticos mastines del boxeo. En el 2004 Márquez empató con el filipino y en el 2008 y 2011 fue víctima –según opinión de expertos – de decisiones amañadas. Así que tanto el paisano como el conocido Pacman se prepararon a conciencia para definir, de una vez por todas, quien era el mejor libra por libra en la división welter. En el ambiente de los encordados se respiraba un clima de incertidumbre, de posible cloroformo y de angustia sofrenada.

Desde el primer round los contendientes se mostraron seguros y dispuestos a ofrecer un buen espectáculo. Pacquiao más ofensivo y Márquez en posición de contraataque. El público que abarrotaba la Arena MGM estaba tenso y lanzaba porras a favor de los adversarios, predominando el respaldo al hombre pundonoroso nacido en la Ciudad de México, quien no perdía la compostura y estudiaba inteligentemente los movimientos del conocido como el “gato salvaje”. Juan Manuel durante los 4 primeros asaltos tiraba sus golpes “bien plantado”, esperando un error de su contrincante; en el tercer episodio el paisano lanzó un volado contundente que propició la primera caída de Pacquiao. Las cosas iban bien para Juan Manuel, pero en el quinto round, él también visitó la lona, con el agravante de que unos violentos mandarriazos le afectaron el tabique nasal y empezó a fluir la sangre en su rostro.


Y llegó el sexto episodio. En las tarjetas de los jueces prevalecía una pequeña ventaja para el denominado “mata mexicanos”. Pacman recuperaba el aplomo y se lanzaba con todo, acosando en ciertos momentos al rival con su rapidez y su golpeo incesante. El azteca seguía defendiéndose y emitiendo buenas respuestas al contragolpe, pero su hemorragia no cesaba. Llegó el momento cumbre: En una de esas embestidas de torbellino de Manny, queriendo terminar a tambor batiente, es recibido con un fuerte impacto de Márquez a la mandíbula y se desploma de manera dramática ante una multitud enardecida. Fue un nocaut efectivo, demoledor y sorprendente, cuando el filipino estaba en su mejor momento.

“La confianza mata al hombre”, dice el refrán… Ahora sólo le queda a Pacquiao el recuerdo de sus dos victorias anteriores y la posibilidad de una revancha, expresó: “Si hay una quinta pelea, bienvenida, sólo quiero que me den la oportunidad…”. La naturaleza, los años y los golpes físicos cobran las fatídicas facturas. A mi manera de ver las cosas, ojalá Juan Manuel entienda que ya demostró a plenitud su valía y que no necesita seguir arriesgando su integridad física. Con su capacidad, experiencia y visión, bien podría operar a futuro como cronista deportivo, como dirigente del espectáculo de “las orejas de coliflor” o bien proceder como manejador y preparador de prospectos. Su familia lo requiere y ya no es ningún jovencito, toda vez que 39 años entre pecho y espalda pesan mucho en esos espectáculos férreos de alto rendimiento.

A propósito de esta memorable contienda, me permití sacar del baúl de los recuerdos unas epopeyas sobre el ring donde se vieron las caras y los guantes boxeadores aztecas y gladiadores asiáticos. A la memoria evoco los tórridos pleitos de José Medel contra varios japoneses, particularmente cuando se enfrentó en épico match al “batallador” Harada; también expongo a colación los brutales desafíos entre Efrén “Alacrán” Torres contra el fiero thailandés Chartchail Chionoi; así como esas confrontaciones del zurdo Vicente Saldívar contra los nipones Mitsunori Seki y Kuniacki Shibata. Y otros cotejos que se escabullen de mi endeble retentiva, pero ninguno de ellos – a mi juicio – supera en dramatismo y expectación a los encuentros ríspidos entre Pacquiao y “Dinamita” Márquez.