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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
Igualdad para crecer
Rebeca Ramos Rella
17 de diciembre de 2012
alcalorpolitico.com
La Organización Mundial del Trabajo ha publicado un Informe sobre la situación de las mujeres en el mercado laboral global y la disparidad que ha arreciado, gracias a los efectos de la crisis financiera de 2008.

Han sido 29 millones de empleos perdidos. El FMI proyecta una baja en el crecimiento del PIB global para este 2013, de 3.8% a 3.6%; es decir se están perfilando otros 2.5 millones de desempleados. No hay buenas noticias para nadie; menos para las mujeres, que además padecen disparidad salarial; discriminación, hasta acoso y violencia; irrespeto de sus derechos.

El informe de la OIT parte de cinco claves de la desigualdad de género en el mercado laboral: desempleo; empleo; participación de la fuerza laboral; vulnerabilidad y segregación sectorial y ocupacional. Revela que de 2002 a 2007, la tasa de desempleo femenino fue de 5.8% y la masculina fue de 5.3%; el 0.5% de diferencia, se acentuó para 2012 y subió a 0.7% -alrededor de 13 millones-.


Las que tienen trabajo también se vieron afectadas, pues no pudo sostenerse la tasa de crecimiento de más puestos para ellas. La reducción con respeto al empleo masculino, fue de 0.1% y no hay proyecciones favorables de recuperación hasta 2017.

La participación de las mujeres en la fuerza laboral sufrió contrastes, debido a que hoy, hay más mujeres con nivel de educación superior y más- sobre todo en países en desarrollo- y esto había permitido un incremento de empleos, productividad y más capacidad adquisitiva, pero la permanencia de mujeres adultas más capacitadas en sus puestos de trabajo, ha impedido que mujeres más jóvenes aspiren y logren un empleo, lo que ha detenido al aumento de participación femenina de la fuerza laboral.

La desigualdad de género también ha arreciado en el trabajo familiar no remunerado o dentro del sector de trabajadoras por cuenta propia –no asalariadas-. En 2012, la brecha de género global fue 2.3%: Alrededor de 50.4% de mujeres tuvieron un empleo vulnerable y los hombres llegaron al 48.1%.


Y la discriminación sigue. En 2012, una tercera parte de las trabajadoras, se desempañaban en el sector primario; cerca de la mitad, en servicios de salud y educación principalmente y una sexta parte en la industria. En los países desarrollados, el empleo femenino tuvo una reducción por mitad en el sector industrial; casi 85% se emplearon en servicios. En los países en desarrollo las mujeres salieron del sector primario y se adicionaron al de servicios, en los estereotipados para nosotras, salud y educación.

Menciona el Reporte que en países avanzados y en los aspirantes a serlo, hay tendencias interesantes: los hombres están sobrerrepresentados en ensambladoras, maquilas, comercio, plantas y operación de maquinaria; en ocupaciones gerenciales y legislativas. En contra parte, las mujeres están sobrerrepresentadas en ocupaciones de mediana habilidad, como oficinistas, en servicios, vendedoras y dependientas de tiendas y mostradores.

Como siempre la OIT emite recomendaciones a los gobiernos para implementar políticas públicas que protejan y fortalezcan la condición de igualdad laboral de las mujeres y sus derechos:


Propone mejorar la infraestructura y asegurar recursos productivos a las mujeres del campo. Una vez más se insiste en los derechos de las mujeres del agro, que trabajan hasta 16 horas diarias, sin remuneración; que no tienen acceso a herramientas, tecnologías, financiamiento; ni a créditos ni a ser dueñas de sus tierras y sus producciones; que son ignoradas en su aportación productiva y en su condición de expertas, en el manejo de recursos naturales para la sustentabilidad; ni son reconocidas como la fuerza laboral indispensable que permite elevar exportaciones de insumos agrícolas, ni en los efectos a favor de las economías locales y regionales, de su trabajo en el sector agropecuario, en la seguridad y soberanía alimentarias.

Reitera en la urgencia de suministrar servicios de cuidado familiar, que competen y obligan en corresponsabilidad social, al Estado, para apoyarlas en la doble o múltiple jornada, que va desde el trabajo productivo y además, el hogar, el cuidado familiar, las labores domésticas y en la multiplicidad de actividades, que a las mujeres nos han impuesto como deber de atender y resolver, desde el esquema más arcaico cultural, autoritario y androcéntrico.

También plantea, equilibrar la división del trabajo remunerado y no remunerado entre mujeres y hombres, con la adopción de programas institucionales que promuevan la repartición de las responsabilidades familiares; además de promover la licencia de maternidad remunerada y la garantía de retorno a su puesto; asimismo, impulsa la licencia de paternidad y medios tiempos para los padres, a fin de que asuman, como debe ser en igualdad, sus tareas familiares y en el hogar.


Por otra parte, sugiere modificar costos y beneficios de la especialización laboral por género, en impuestos y transferencias, que permitan ser proveedores de su hogar a ambos, madre y padre de familia.

El Informe abunda sobre la necesidad de impulsar la eliminación de estereotipos sexistas en campañas publicitarias e institucionales, que recluyen a las mujeres en roles tradicionales; tema que causa ámpulas en la televisión privada y en la mercadotecnia visual institucional.

Basta con observar los mensajes subliminales que en comerciales de gobierno y en los de las televisoras y sus historias convencionales de amor, desamor y otros laberintos, condenan a las mujeres a ser las lavaplatos, las cocineras, las sufridas y abnegadas; las de segundo plano, las vulnerables, las promotoras de artículos de limpieza, las cuidadoras de niños y ancianos; las expertas en las cuestiones de hogar y familia y poco las vemos reflejadas en mujeres empoderadas, las fuertes , las protagonistas de papeles y actividades, que destaquen algo más que lo físico, lo emotivo y lo emocional.


Por último, recomienda ampliamente, reformar las legislaciones que promuevan la disparidad de oportunidades y la incongruencia de no cumplir las leyes de igualdad, que en la realidad, son mera letra bien intencionada. Un ejemplo claro es la disparidad en las cuotas electorales para candidaturas a mujeres. A nivel nacional el COFIPE obliga a un desbalanceado 60% ellos; 40% nosotras y en varios estados de la República, la desigualdad es más grande, del 70%-30%.

Siempre me he preguntado cuál es la razón y si existe racional, de no querer establecer el 50%-50% en la asignación de candidaturas de mujeres, en los partidos políticos, para puestos de representación popular, si somos más de la mitad de la población. No he logrado entender por qué la negación de ellos y por qué la aceptación de las legisladoras estatales y federales a no luchar por modificar ese porcentaje inequitativo y poco representativo. Nadie ha dado una respuesta que justifique esta enorme muestra de injusticia y de inequidad.

En el contexto de la desigualdad de género en el trabajo, en la reciente Reforma Laboral aprobada en nuestro país, algo de lo mucho que hay que hacer para garantizar derechos e igualdad sustantiva a las mujeres trabajadoras se logró, pero aún fue insuficiente.


Sobre todo en el tema siempre soslayado de la paridad salarial, Hay cálculos de la OIT que indican que en México, las mujeres percibimos un salario 40% menor del que ganan los hombres por el desempeño de la misma encomienda o labor. Ellos perciben el peso completo, nosotras, sólo 60 centavos, por hacer lo mismo. Este año a nadie se le ocurrió reformar a favor del pago justo.

Por lo menos, los diputados y senadores se pusieron de acuerdo en dar un brochazo de perspectiva de género a esta muy cuestionada reforma en lo referente a “Incorporar la noción de trabajo decente que promueve la Organización Internacional del Trabajo, para destacar los elementos que deben imperar en cualquier relación laboral, que no son otros, más que el respeto a la dignidad humana del trabajador; la no discriminación por razón de género, preferencia sexual, discapacidad, raza o religión; el acceso a la seguridad social; el salario remunerador; la capacitación continua para el incremento de la productividad; la seguridad e higiene en el trabajo; la libertad de asociación; la autonomía y democracia sindical; el derecho de huelga, y la contratación colectiva”.

El trabajo decente, quedó modificado en el Art. 3°, ya denominado en la Carta Magna como trabajo digno. Bien. Un avance. Además se agregó pero sin especificar para las mujeres, “la formación para y en el trabajo y la certificación de la competencia laborales”.


Se reformó el artículo 132, “para precisar diversas obligaciones del patrón tendientes a prevenir accidentes y enfermedades del trabajo; facilitar el acceso y desarrollo de actividades a las personas con discapacidad; también se obliga al patrón a hacer las deducciones y pagos correspondientes a las pensiones alimenticias (…) y, finalmente se crea la obligación XXVII Bis, que otorga permiso de paternidad de 10 días con goce de sueldo, a los hombres trabajadores, por el nacimiento de sus hijos”. Los legisladores federales se alinearon a las recomendaciones de la OIT. Bien. Ahora los papás podrán “tener tiempo” para hacerse cargo de sus hijos.

En el artículo 133, que establece prohibiciones para los patrones, se reitera “en los principios de no discriminación en materia laboral; de libertad sindical; de respeto a la mujer trabajadora; y de protección a los menores”, se precisan y adicionan en las fracciones I, V, XII, XIII, XIV y XV otras diversas prohibiciones: negarse a aceptar trabajadores por razón de origen étnico, nacionalidad, género, preferencia sexual, edad, discapacidad, condición social, credo religioso, doctrina política, opiniones, estado civil, rasgos físicos, enfermedades no contagiosas, embarazo o cualquier otro criterio que pueda dar lugar a un trato discriminatorio.

Señala el hostigamiento sexual y prohíbe cualquier acto en ese sentido, contra cualquier trabajador o persona en el lugar de trabajo. También “prohíbe exigir la presentación de certificados médicos de ingravidez para el ingreso, permanencia o ascenso en el empleo, así como despedir a una trabajadora o coaccionarla para que renuncie por estar embarazada”. Otra más incorporada. Bien.


La reforma aprobada por lo menos dedica el Título Quinto al trabajo de las mujeres, que establece en el artículo 168, que “en casos de contingencia sanitaria y siempre que así lo determine la autoridad competente, no podrá utilizarse el trabajo de las mujeres en períodos de gestación o lactancia, sin perjuicio en su salario, prestaciones y derechos”. Bien, hay más protección y respeto de derechos.

También se reformaron las fracciones II y IV del artículo 170 de la Ley Federal del Trabajo, en el que se señalan los derechos de las madres trabajadoras, que en la fracción II estipula que, “a solicitud expresa de la trabajadora, previa autorización escrita por médico del Instituto Mexicano del Seguro Social o del servicio de salud que otorgue el patrón o de un médico particular, tomando en cuenta la naturaleza del trabajo que desempeñe, se establece la posibilidad de transferir hasta cuatro de las seis semanas de descanso previas al parto para después del mismo”. Ahora las madres podrán también tener oportunidad de atender a sus hijos recién nacidos, sin el estrés y la preocupación, que se genera y que las torna menos productivas.

La ley limita el período de lactancia hasta el término de seis meses y especifica que “el término en el cual la madre trabajadora tendrá dos reposos extraordinarios por día, de media hora cada uno, para alimentar a sus hijos”. Y en el caso “de imposibilidad material para hacerlo, señala que previo acuerdo con el patrón, se reducirá en una hora la jornada de la mujer trabajadora, durante el citado término de seis meses”.


Y esto fue lo más que pudo alcanzarse para favorecer los derechos de las trabajadoras en México. Mucho camino por recorrer todavía. Otras reformas a la reforma laboral se avecinan. Ojalá que las nuevas diputadas y senadoras, que históricamente son muchas más en esta Legislatura, se pongan las pilas de la sororidad y de la responsabilidad de género y presenten iniciativas más ambiciosas, igualitarias y justas.

En tanto, la OIT y ONUMujeres, reiteran que, ante los efectos demostrados de la crisis que aún perjudican a millones y que pueden arrojar al desempleo a otros millones en el orbe, lo más inteligente, es incluir con efectividad, con realidad, a las mujeres y a la perspectiva de género en el mercado laboral, porque en la otra mitad de la población, está la clave para recuperar a las economías que tiemblan y amenazan la estabilidad global; porque en la igualdad de género en el mercado laboral, está la llave para crecer.