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Columnas y artículos de opinión
Esperanza agraria
Guillermo H. Zúñiga Martínez
12 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
Este seis de enero tuve el privilegio de escuchar tanto al señor Presidente de la República, Lic. Enrique Peña Nieto, como al Gobernador de esta entidad, Dr. Javier Duarte de Ochoa. En sendos discursos se plasma el mensaje de que el campo mexicano debe tener un nuevo rostro y ser atendido como merece, porque estamos hablando propiamente de los hombres y las mujeres que con sus manos, esfuerzo y trabajo dan de comer -sin metáfora- a todos los connacionales, porque ellos se encargan de producir los alimentos básicos que toda familia requiere en sus hogares.

Fue un acto espectacular, espléndido diría yo, porque se aprecia de manera tangible la aceptación y admiración que tienen los veracruzanos por el joven mandatario que hoy despacha desde Palacio Nacional. Lo vi caminar entre la gente, hombres y mujeres querían estrechar su mano, el Presidente accedió a convivir con ellos y a recibir todas y cada una de sus solicitudes.

Si alguien me pidiera sintetizar la importancia de esta ceremonia agrarista, expresaría que es la esperanza en quien está delineando las políticas estratégicas que exige la Nación.


Al término del suceso de referencia, fue para mí muy grato saludar al Dr. Ramón Ferrari Pardiño, quien tuvo la gentileza de invitarme a una reunión de amigos en el restaurante Paradise. Allí encontré a Rafael Cuenca Reyes, Ismael García Huesca, Juan Martínez Sánchez, Gustavo Gámez Pérez y Gilberto Rodríguez Aldazaba, con quienes se inició una conversación que recuerdo con gusto.

Les comuniqué que el distinguido exgobernador de Veracruz, don Rafael Hernández Ochoa, me comentó que el Coronel Adalberto Tejeda Olivares, cuando dirigió los destinos de nuestra patria chica, tenía un hábito que me parece formidable porque periódicamente pedía a las autoridades educativas que seleccionaran a los niños y niñas más brillantes de los últimos grados y los invitaba a sus oficinas para conversar con ellos, escucharlos, saborear sus sonrisas y la mirada límpida de sus ojos. Uno de los alumnos de la escuela Enrique Conrado Rébsamen que concurría a la sede del Poder Ejecutivo Estatal era precisamente Rafael Hernández Ochoa, quien había llegado de Santa Gertrudis, congregación del municipio de Vega de Alatorre, para estudiar en esa institución que ha conservado su prestigio.

En ese hilo conductor de la charla, les recordé que cuando don Rafael fue Gobernador del Estado, cada quince días abría las puertas del Palacio de par en par, para recibir a los campesinos y desde las ocho de la mañana se dedicaba a escucharlos para conocer su pensamiento, inquietudes, conceptos y principalmente sus necesidades. A esa audiencia, los colaboradores de tan recordable régimen teníamos la obligación de asistir y cuando se trataba un tema determinado como caminos, crédito, asistencia técnica, educación, servicios en general, llamaba de inmediato al responsable del área y le instruía que resolviera, en la medida de las posibilidades, los planteamientos de los trabajadores del campo. Lo hacía en recuerdo de que a las personas se les debe atender y ayudar con base -obviamente- en las partidas presupuestales y en las gestiones que no faltaron hacia el Gobierno Federal, ayuntamientos e iniciativa privada.


Era una fiesta política porque quienes labran la tierra o se dedican a actividades pecuarias o pesqueras, trataban al Gobernador y lo sentían como un compañero para superar las necesidades -que son muchas- del campo veracruzano.

Ahora que se renueva la costumbre de recordar al Primer Jefe Constitucionalista, don Venustiano Carranza, que cuando se instaló en el Puerto de Veracruz con todo y su Gobierno, se dedicó a dictar disposiciones jurídicas entre ellas la más importante y trascendental, la Ley Agraria del 6 de Enero de 1915, redactada por un jurista preclaro como lo fue Luis Cabrera Lobato, considero que el Presidente de México quiere servir y dar resultados a los campesinos como lo hace actualmente el Dr. Javier Duarte de Ochoa, para que exista una coordinación que se cifre en el trabajo productivo, en la superación de los trabajadores agraristas, para lograr lo que a todos nos interesa, su bienestar y calidad de vida. Sería excelente que eso se diera de aquí en adelante para que nuestros compatriotas, que son los más marginados por los doce años de gobiernos panistas, resurjan en la esperanza y en la satisfacción de sus ideales y aspiraciones.

Hago votos porque así sea en el 2013 y durante todo el sexenio, con el propósito de que no sea una profecía aquella expresión del vate Ricardo López Méndez que hablaba en su hermoso poema El Credo, “las cosechas de milagrería que sólo son deseos en las palabras”.


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