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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La esencia de la democracia
Rebeca Ramos Rella
21 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
Este 2013, se cumplen 150 años de la Proclamación de Emancipación de 1863, que lograra el entonces Presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, quien promulgó la liberación de todos los esclavos, en su país, -en los Estados Confederados y en algunos territorios ocupados por la Unión-. En enero de ese año, unos 20 mil esclavos de raza africana fueron hombres y mujeres libres. Fue el antecedente jurídico de la Decimotercera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que dos años después, en 1865, oficializó la abolición de la esclavitud y prohibió la servidumbre involuntaria de casi 4 millones de personas.

Sin embargo, fueron la vocación igualitaria, su determinación para dar dignidad a seres devaluados sólo por su color de piel, -que hoy significa la base estricta de los derechos humanos- y la oportunidad de terminar la cruenta Guerra de Secesión, al descapitalizar al sur de su principal fuerza de trabajo, elementos que Lincoln supo engarzar para asentar el inicio de un extraordinario cambio legal y un movimiento social de enormes repercusiones en la historia de la humanidad.

Un parteaguas histórico que aún habría de sortear traiciones, reacciones sangrientas, agravios, violaciones, injusticias y abusos deleznables, para que una sociedad tan racista y clasista, como la estadunidense, pudiera superar, un poco y obligada por la ley, su vena xenófoba, racista y discriminatoria, contra todos aquellos que no consideraba y aún no considera, como sus iguales.


La tenacidad y la visión de Estado de Lincoln, el héroe nacional, el personaje histórico más venerado, después de los padres de la Independencia del país vecino, fueron la base de protesta y de reclamo del Movimiento Nacional por los Derechos Civiles que abanderó Martin Luther King, quien el pasado 15 de enero hubiera cumplido 84 años, de no haber sido masacrado.

Lincoln en su tiempo, no hubiera imaginado que 100 años después de aquel episodio que marcó al mundo, un líder afroamericano, retomaría su ideal igualitario para sellar su momento y su misión de vida.

Así hemos de recordar que este año, también se cumplen los 50 años de aquella memorable “Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad”, en la que Luther King, congregó a más de 250 mil almas de diversas etnias, -multitud y causa, inéditas en la historia de Estados Unidos- y en el que pronunció el discurso más memorable que se recuerde en la era “moderna”, sólo a la par de aquél mensaje corto y sustancioso, de apenas 246 palabras, que Lincoln pronunciara en Gettysburg Address, en plena guerra civil, texto del que se recuerda la frase icónica: “…que nosotros aquí, altamente resolvemos, que estos muertos no han muerto en vano; que la nación debe tener un renacimiento de libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no habrá de perecer de la Tierra”.


Cien años después, Luther King con su emblemático “I have a dream”, exigía el final de la segregación racial en las escuelas públicas; la garantía constitucional de los derechos civiles a los afroamericanos; la no discriminación racial en el ámbito laboral; la protección de activistas contra la violencia policial y el salario mínimo y equitativo, de 2 dólares, por igual, para todos los trabajadores.

Nadie, ni sus arteros asesinos, de uno y otro, ningún blanco estadunidense hace 150 años, ni hace 50, hubiera pronosticado que este 2013, un ciudadano afroamericano, estuviera por juramentar en ceremonia pública, sobre la Biblia de Lincoln y sobre otra Biblia, que poseyó en vida Martin Luther King, su segundo mandato presidencial en los Estados Unidos de América.

Los símbolos históricos que arropan los cuatro años más, que inicia Barack Obama, por ley el día 20, pero siendo domingo, a partir de este 21 de enero y la necesaria retrospectiva en comparación a la actualidad, evidencian rostros y ritmos del proceso de transformación social, política y económica de la nación más poderosa del mundo.


Nos indican una estupenda referencia a analizar hondamente, sobre el crecimiento y el sustento del éxito de su supremacía de hoy, muy a pesar de los baches, la prepotencia, los excesos, las incongruencias y contradicciones, que bien conocemos, si revisamos el pasado y el presente de la evolución global, en la que EUA ha sido Estado, nación, gobierno y potencia en ideología, en militarismo, en contrapeso internacional, en ejemplo seguido y repudiado.

Para los estadunidenses que hoy apoyan a su Presidente, en promedio en un 55% y sobre todo, para las minorías raciales y estratos medios y bajos, que su personalidad y su ideario representan, la ceremonia de investidura de Obama, franqueada por los distintivos de la construcción social y política de su país, es motivo de esperanza aún y quizá del cambio posible, que prometió hace 4 años.

Más para los migrantes hispanos a quienes les ha reiterado que ahora sí, la igualdad de derechos, sin distinciones de razas, de Lincoln y de Luther King, podría estar a su alcance con una reforma migratoria. Hay expectativas de que este mes y una vez ya investido, Obama propondrá al Congreso, una iniciativa de ley integral que contemple mejorar la seguridad en la frontera; elevar sanciones a empleadores de indocumentados e implementar un programa de visas para trabajadores foráneos. Y seguramente habrá de anunciar alguna medida moderada para detener o aliviar las deportaciones que fracturan a familias hispanas.


Obama sabe que a los hispanos en mucho les debe su reelección. Una competencia cerrada que casi desgarra a su país, en dos. Una contienda que desnudó la rabia republicana y ultraderechista estadunidense, que emuló a los conservadores retrógradas de hace 150 años y a los que han subsistido en las sombras de su racismo irracional desde entonces, al amparo de la supuesta supremacía de su color, que se niegan y reniegan de su historia, pues nada ha podido agraviarlos más, que tener un Presidente de raíces africanas, no uno, sino por dos mandatos.

Hoy el mundo sabe y reconoce la mascarada republicana, que ocultó en campaña, el racismo tras acusaciones contra Obama, señalándolo el culpable de la crisis financiera; del desempleo; de supuesto “socialismo” por la reforma de salud y de pretender quitarle privilegios a los ricos, blancos e intocables, con su reforma fiscal, que no sólo salva a su país de la quiebra, sino a la economía del orbe.

Seguramente, cuando Obama decidió, jurar en dos Biblias emblemáticas, la de Lincoln y la de Luther King, determinó enviarles un mensaje a sus rivales y enemigos.
Posar su mano sobre cada una, al renovar su voto de lealtad, significa que la lucha por la igualdad, de aquellos, a quienes les costó la vida pelearla, hoy resucitan en su justa causa, porque aún falta mucho que superar.


El Presidente reelecto tiene ahora la experiencia y la amargura. La plata y las líneas en su retrato oficial son elocuentes. Tiene prioridades. La recuperación económica; la generación de empleos; la regulación de la venta de armas; la reforma migratoria y la política exterior.

Y el cimiento de su nuevo gobierno dependerá en gran medida de la capacidad de negociación en el Congreso y también de que balancee su moderación democrática al interior, al recurrir al uso de su mando y de su legitimidad social, si intentan arrinconarlo. Ya no hay otra oportunidad más que los próximos 4 años. Ahora vendrá la mano dura de un Presidente moderno y humanista que ha querido convencer, para vencer. Esta será la hora de ganar, a secas.

Obama, comprende el peso histórico de su primer periodo y la enorme responsabilidad de su segundo mandato, con su pueblo, con las minorías raciales en su país y con el mundo.


Sabe que la misión y la convicción de aquellos grandes que revive en su juramentación, debe continuar su espiral ascendente, hasta lograr, que efectivamente, en Estados Unidos y, en la lógica del excepcionalismo, también lograr “ayudar” a que en las naciones del orbe, los hombres y mujeres ejerzan a plenitud, sus derechos de libertad y de igualdad; tal como aquellos soñaron y como concibieron el ejercicio y el uso del poder: del pueblo, por y para el pueblo; el que manda, al que se sirve y por el que se debe trabajar.

En la conmemoración de la historia, cuando las fechas coinciden venturosamente, Obama reedita el llamado a los orígenes y a mover la secuencia del proceso evolutivo.

A la mitad del camino, pide la reflexión, la unión, la continuidad histórica que no debe detenerse. Volver a la esencia de la democracia.


Ya veremos si en Estados Unidos, los patriotas de hoy, honran a los genuinos héroes de ayer.

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