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Columnas y artículos de opinión
Ideales y logros
Guillermo H. Zúñiga Martínez
26 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
Un ideal es como un sueño, algo que el hombre concibe y disfruta; es, también, una aspiración. El problema del ser humano es que la mayoría de los ideales que nacen en su imaginación, los deja pasar, los arrincona en su cerebro y éste los olvida. Quedan, así, carentes de alma, sin vida ni realidad.

Lo importante para un soñador es originar el ideal y después llevarlo a la práctica, para lo cual tiene que hacer uso de su inteligencia, dado que las imágenes circundan, corren, alertan, pero tiene que conjuntarse con la voluntad, porque después casi ni se recuerda lo que pretendía hacer. Esas intenciones muchas veces son sencillas de realizar y cuando se actualizan, cuando emergen con la colaboración de quienes participan, entonces resulta que asombran, espantan o incomodan; muchos se preguntan cómo es posible hacer tanto bien a miles de personas cuando ni tan siquiera se tienen recursos materiales para llevar a cabo lo que un buen día se proyectó y se tuvo el valor de impulsarlo para descubrir lo útil que resulta lo que alguna vez fue una concepción, luego un reto y posteriormente una decisión plena de circunstancias que se van abriendo brecha entre los peligros de la mala fe y la incomprensión de quienes desean que las ideas se almacenen, se queden en el archivo de la indiferencia y jamás tengan concreción.

La mejor y más valiosa quimera se da cuando tenemos abiertos los ojos frente a la realidad, analizamos, observamos, registramos y nos preocupamos por superar lo que ya estaba hecho. Ése es el verdadero ideal. Así, podemos seguir hacia el horizonte inmenso e inmortal de las esperanzas legítimas.


El hombre debe desplegar sus más íntimos afanes para lograr lo que quiere, lo que ansía arrancar de la incomprensión humana. Debe caminar y ver hacia el frente porque por los rincones del egoísmo se esconden enemigos de la sinceridad y del propósito señero de profundizar en las tareas que conllevan hacia el logro de aspiraciones insatisfechas. Ésa es la actitud de los que se interesan por innovar dentro del complicado mundo de la burocracia mental.

Estas reflexiones poblaban mi pensamiento cuando acepté regresar, hace unos días, a Tamalín y Emilio Carranza, municipio de Vega de Alatorre, poblaciones llenas de regocijo, costumbres y tradiciones que honran a sus habitantes. Fue hace tres años cuando estuve con ellos, conviví con los comprometidos en impulsar la preparación de sus paisanos, me pidieron que les diera la oportunidad de cursar estudios superiores, pues ninguna universidad se había preocupado por su formación. Los escuché, cambié opiniones con ellos, pensamos en los pueblos marginados de los beneficios de la cultura y después de largas conversaciones y de medir las posibilidades reales de desarrollo, acepté y se fundaron las primeras escuelas preparatorias y licenciaturas que los mismos aprendientes propusieron.

Pasaron los años y los días 23 y 25 del mes en curso, junto con las valiosas alcaldesas de esos lugares, María del Carmen Antonio Nicanor y Leticia Rodríguez Viveros, pude entregar, con una alegría inmensa, cartas de pasantes para la primera generación de licenciados en Contaduría y Finanzas Públicas, Derecho y Psicopedagogía. Fueron experiencias inolvidables porque admiré miradas relucientes, sonrisas indescriptibles, sentimientos a flor de piel y también conviví con los familiares de quienes culminaron sus estudios y que ahora tienen las herramientas adecuadas para enfrentar la vida.


No falto a la verdad si afirmo que el 90% de los egresados tienen trabajo. La mayoría de ellos pertenecen a familias campesinas que dan gracias al gobierno de Javier Duarte de Ochoa por hacer realidad lo que demandaban desde hace muchos años.

Para que lo registren los críticos: aquellas poblaciones tuvieron que esperar 500 años para que una institución de educación superior llegara a sus comunidades y ahí está, creciendo y penetrando a lugares donde habitan personas inteligentes olvidadas por la ausencia de presupuesto, desechadas por los exámenes de selección y por tantas y tantas trabas de los que consideran que a las aulas universitarias sólo deben asistir los clasificados, los que tienen sus problemas resueltos, cuando lo más importante es atender al pueblo y estimular a los talentos locales.

Lo anterior remarca que la UPAV sí es popular porque sirve a todos los que quieren superarse; sí es autónoma porque es lo que dicta su Ley y no tiene un año de funcionar como algunos enemigos de la educación señalan, sino que sus antecedentes datan de hace más de siete años. Por todo ello, la institución durará el tiempo que los veracruzanos quieran porque no depende de caprichos o coyunturas ni de críticas irresponsables.


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