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Columnas y artículos de opinión
Prosa Aprisa
Cuba, México y las almejas chilladoras
Arturo Reyes Isidoro
30 de enero de 2013
alcalorpolitico.com
Alguna vez, un amigo me hablaba de las almejas chilladoras, y me preguntaba si sabía yo qué, cuáles o cómo eran. Ante mi respuesta negativa, me ilustraba. Me platicaba y me explicaba que en Las Barrillas, una comunidad del municipio de Coatzacoalcos, en el sur del estado, se las daban a comer, frescas, apenas sacadas del agua y que entonces él, para aderezarlas, les ponía unos granos de sal y unas gotas de limón antes de llevárselas a la boca. “Cuando les cae la sal y el limón, nada más se retuercen y hasta chillan”, me decía entre carcajadas y gestos de saboreo y disfrute.
 
Esta descripción se me ha venido a la mente ahora que he leído no sin sorpresa que Raúl Castro Ruz, hermano de Fidel, por extensión el Estado cubano encarnado en él, el sistema revolucionario de donde surgió el Che Guevara, el enemigo históricos de los Estados Unidos y alguna vez aliado de la otra gran potencia mundial que existió, la URSS, el hermano de la figura mítica que es el Comandante Fidel, el asiento de la Revolución que inspiró a los movimientos de izquierda de todo el mundo, el fetiche del Subcomandante Marcos y el EZLN, el prototipo del movimiento armado y de liberación nacional de los grupos guerrilleros del país, el alma ideológica del PRD (se supone), de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador y de todos los partidos de izquierda de México, ¡resultó priista!, o ¡propriista!
 
Nunca pensé que me alcanzara la vida para saberlo y comprobarlo. El Universal y Milenio no han dejado lugar a dudas. De pronto, el régimen cubano ha dado un viraje ideológico y por lo menos hacia nuestro país ha expresado abiertamente su simpatía por un partido del centro, el PRI, si bien el presidente Adolfo López Materos, tricolor, se decía del centro-izquierda.
 
Firmada por Miriam Castillo y Manuel Somoza, me imagino que sus corresponsales en la isla, el diario Milenio (también El Universal dio su versión, casi similar) publicó el siguiente despacho:
 
“Santiago, La Habana • Raúl Castro tomó su corbata y la mostró a Enrique Peña, y con un ademán afable le dijo: ‘Hasta traje mi corbata roja. Qué bueno que regresó el PRI al poder en México’.
 
Al parecer el jefe del Consejo de Ministros de Cuba y hermano de Fidel Castro zanjó el incidente del ‘comes y te vas’, que marcó la relación entre México y la isla durante los gobiernos panistas.
 
Castro extendió la mano y propuso relanzar las relaciones entre ambos países. Incluso quedaron espacios para las bromas. En respuesta, Peña lo invitó a visitar México:
 
—Sólo si no es solo a comer —dijo bonachón el comandante.
 
Después confesó su añoranza por México, dijo que antes del incidente era un visitante frecuente y que recuerda con memoria fotográfica más de un lugar de esta ciudad.
 
Castro, que en espacios públicos se muestra tajante y hermético, decidió hacer una excepción en el encuentro y habló de su familia, sus hijos y nietos.
 
De acuerdo con algunos integrantes del equipo del presidente, la reunión se desarrolló casi con cercanía familiar y el convenio se trasladó a la promesa de una visita bilateral en ambos países.
 
—No conozco al comandante Castro —confesó el presidente de México refiriéndose a Fidel.
 
—Le prometo que se lo presento, pero con la condición de acuda a Cuba —prometió su homólogo.
 
Con acento marcado y actitudes paternales, Castro no dejó de palmear la espalda a Peña. Además lograron coincidir agendas en medio de la cumbre de la Celac, un escenario parecido a la torre de Babel, donde se cruzaron más de 60 mandatarios y representantes de Estado que se dieron cita en Santiago de Chile.
 
En una sala pequeña, bastaron los 20 minutos que duró el encuentro para limar lo que parecía roto. Sin abundar demasiado, el comandante Castro se limitó a admitir que fue más fácil entenderse con los representantes del PRI.
 
En la clausura este lunes de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Castro evocó a México, al que ‘amamos profundamente’, y en referencia al narcotráfico exclamó: ‘Me rompo la cabeza pensando qué solución puede tener’.
 
Castro consideró que el mayor agravante del narcotráfico es la cercanía de México con Estados Unidos, donde, dijo, ‘ellos reciben la droga’ en su condición de mayor mercado del planeta ‘y pasan el armamento’ a las bandas que operan al sur de su frontera.
 
Alertó además sobre el peligro de que el narcotráfico siga avanzando de ‘marea terrible hacia el sur’ y cuestionó las acciones estadunidenses para acabar con el trasiego de estupefacientes”.
 
En México (en Xalapa, en especial en Humanidades, a una cuadra de la sede estatal del tricolor) me imagino que todos los procastristas, casi todos los que se dicen de izquierda o todos los de las izquierdas, de todas las tribus, cuando leyeron y se enteraron que los Castro de Cuba (hablar de uno es hablar del otro; uno no dice o hace nada al margen del otro) se han alegrado del regreso del PRI al poder en México, nada más se han de haber retorcido y chillado como las almejas de mi amigo.
 
Las repercusiones políticas y diplomáticas del hecho han de ser de corto, mediano y largo plazo. En lo inmediato, en México, la opinión de Raúl Castro viene a ser la última cucharada de cemento en el sepulcro del PAN, el partido cuyo gobierno acabó con una vieja relación de amistad entre los gobiernos de Cuba y México y provocó el hecho más vergonzoso en la historia diplomática del país cuando Vicente Fox corrió de Monterrey a Fidel Castro y en desquite éste lo exhibió después con una grabación que lo dejó para la historia como el más vulgar barbaján que haya llegado a la presidencia mexicana.
 
Las albricias de Raúl Castro por la vuelta del PRI al poder no pudieron llegar en el momento más oportuno para el tricolor, cuando inaugura su nuevo gobierno, cuando Enrique Peña Nieto se erige como el salvador del país después de los desastrosos gobiernos panistas, de la derecha, y cuando se está en vísperas de elecciones en 14 estados y donde el PRI pretende y ya adelanta que va a ganar; cuando ha resurgido Marcos y su EZLN y cuando El Peje se dedica a construir su Morena.
 
Ya nada más falta que Castro venga a México a encabezar el 84 aniversario del PRI el próximo 4 de marzo o que de perdis envíe un video saludando a la raza priista y reiterando su alegría por la vuelta al poder del tricolor y por la llegada de Peña Nieto a Los Pinos. Y que los priistas, a coro, canten aquello de “Cuba qué lindo es Cuba, quien la conoce la quiere más, que lindo es Cuba”.
 
El tiempo, la historia. Quién habría de esperarlo y menos de creerlo. Después de eso, a mí para nada me extrañaría que ahora, en lugar de la estatua del dictador Heydar Aliyev, expresidente de Azerbaiyán, que fue arrancada del Paseo de la Reforma la madrugada del lunes ante la protesta general en la Ciudad de México, sea colocada otra, pero de Fidel Castro.
 
Me pregunto, y ahora qué. ¿El PRD amenazará por el hecho romper el Pacto por México? ¿Los de izquierda, los seguidores del Che, de Fidel, de la Revolución Cubana, continuarán pintarrajeando paredes, lanzando objetos, gritando consignas e insultos cada vez que pasen frente a una sede priista? ¿Habrá ahora abacho y becho con los tricolores? ¿O continuarán retorciéndose y chillando como las almejas chilladoras?