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Columnas y artículos de opinión
Santas grillas vaticanas
Helí Herrera Hernández
18 de febrero de 2013
alcalorpolitico.com
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Twitter:HELIHERRERA.es
 
Los voceros de la iglesia católica podrán salir a decir lo que quieran, pero la verdad sobre la renuncia de Josep Ratzinger, mejor conocido como Benedicto XVI a su ministerio petrino, es una catástrofe que no había sucedido desde hace más de seis siglos en esa institución, justo cuando atraviesa por una crisis de deserción de decenas de miles de sus fieles, de acusaciones contra sus ministros, de protección desde la santa sede a curas pederastas, del avance cuantitativo de religiones diferentes, así como de la incapacidad para resolver las ambiciones desatadas entre el obispado por llegar al peldaño más alto que esa institución tiene: el papado.
 
Y es que el poder que desde esa posición piramidal tienen los mundanos es objetivo terrenal antes que celestial. Los personeros que pueden accesar a el no se han limitado a esperar que su dios llame a cuentas a los que han sido papas y, haciendo caso a lo que las sagradas escrituras dictan, han puesto en práctica esa sentencia "ayúdate que dios te ayudará", razón por la cual han muerto en situaciones nunca convincentes varios de sus prelados, sin que sus millones de seguidores así como los que no hayan podido llegar a la verdad de esos misterios, quizás bajo el argumento, cuando les conviene, que solo dios tiene derecho a saberlo allá, en el topus uranos y nunca nosotros, los que vivimos en el planeta tierra.
 
No es corta la lista de los papas que han muerto bajo esas circunstancias: Estevao I, Estevao VI, Estevao VII, Juan XII, Bento VI, Juan XIV, Gregorio V, Bonifacio VIII, Juan VIII, Adriano III, Leao V, Juan X, Esteban VII, Sergio IV, Clemente II, Damaso II, Celestino V, Bento XI, Pio XI y Juan Pablo primero, algunos decapitados, otros estrangulados o mutilados, y los más envenenados, lo que habla de las ambiciones perversas que los obispos tienen, que con tal de llegar al liderazgo total en su iglesia, mandan al diablo su máxima de "no matarás", convirtiéndose en esbirros, que dicho en lenguaje mexicano quiere decir, sicarios.
 
La intempestiva noticia de la renuncia de Benedicto XVI acrecienta las luchas intestinas en la alta jerarquía católica, pero también muestra a dicha institución como lo que es: Un reinado terrenal donde muchos aspiran a ocupar el trono por los dineros que representa, por el poder político que en el mundo tiene, demostrando en la realidad que dios pasa a tercer término porque antes que él está el poder económico y político de una iglesia católica, que por esos mismos intereses se aleja cada día de los ministerios de Jesucristo.
 
Atrás han quedado desde hace varios siglos el que sus integrantes generen y promuevan la unidad en la Iglesia; el que edifiquen al creyente, el de buscar el perfeccionamiento del hermano, el de alcanzar el conocimiento de Cristo y el de lograr y promover el conocimiento del plan de dios. La mayoría de los “jefes” de la iglesia católica hacen todo lo contrario a estos apostolados, convirtiéndose poco a poco en una empresa capitalista donde las zancadillas, la injuria, la denostación, la barbería, el grupismo, la simulación, el oportunismo y las traiciones son el pan de cada día.
 
Todo indica que el posicionamiento que adoptó desde el primer día en que tomo posesión como el papa de la Iglesia Católica marcó a Benedicto XVI como un jerarca de corta vida, dado que la curia romana no le iba a perdonar la exigencia de transparentar el accionar de esa institución. A su hermano Georg Ratzinger le comentó antes de navidad que posiblemente dimitiría porque cada vez los obispos se oponían más a los cambios que su iglesia necesitaba para congraciarse con sus seguidores, y que lo habían sentado, prácticamente en el banquillo de los acusados, cuando pidió perdón a las víctimas por los abusos sexuales cometidos por muchos de ellos.
 
Lo cierto es que ya no pudo más. Sus cálculos para enfrentar a esos círculos de poder que hay en la monarquía clerical lo hicieron abdicar, seguramente porque ya no tenía ni fuerza física para luchar contra ellos, ni un círculo de seguidores dentro de la curia que lo respaldaran en esa misión. Pudieron más los perversos obispos, sucesores de los apóstoles, que se opusieron a la “glasnot y Perestroika celestiales”, que los buenos propósitos que Ratzinger quiso impulsar.
 
Lo cierto de todo este VATICANO-GATE es que la Iglesia Católica sigue mostrándole al mundo que los argumentos que los escritores liberales, así como líderes de otras iglesias les achacan son tan ciertos, que una vez más doblegan cualquier intento de transparencia y fidelidad a la doctrina cristiana. La buena noticia para Benedicto XVI es que lo doblegaron antes que asesinarlo, como fue la desgracia de varios de sus colegas.
 
El escándalo actual no será el último que vivirá la iglesia católica romana en el mundo. Estos se multiplicarán cada vez más logrando lo que otros líderes religiosos no han obtenido por motu proprio: reducirla día a día. Lo están logrando pero gracias a las ambiciones terrenales de los que dicen que su reinado esta en el cielo.