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Columnas y artículos de opinión
Tierra de Babel
Una promesa es una promesa…
Jorge Arturo Rodríguez
8 de marzo de 2013
alcalorpolitico.com
Más acá o más allá de adoraciones, esmeros, flores, galanterías y piropos que podamos ofrecer a la mujer; incluso, lejos de la misoginia (como las palabras de Oscar Wilde: si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche; o cuando dice Sócrates: temed el amor de la mujer más que el odio del hombre); digo, ni esto ni lo otro, mucho menos nada de cursilerías ni frases gastadas (“A la mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa”), más bien me gusta pensar, con el humor irónico de Enrique Jardiel Poncela, que la mujer adora al hombre igual que el creyente adora a Dios: pidiéndole todos los días algo; que la mujer es como los autos, a la vejez es cuando más se pintan.
 
No, nada de esto. Estoy elucubrando. En realidad, es una manera oblicua de acercarme al tema. Es sabido que este 8 de marzo se conmemora, como cada año, el Día Internacional de la Mujer, con el lema “Una promesa es una promesa: Acabemos con la violencia contra la mujer”. Pos según la ONU, en todo el mundo, el 50 por ciento de las agresiones sexuales se cometen contra niñas menores de 16 años; 603 millones de mujeres viven en países donde la violencia doméstica no se considera un delito; el 70 por ciento de las mujeres aseguran haber sufrido una experiencia física o sexual violenta en algún momento de su vida; más de 60 millones de niñas son novias y se casan antes de los 18 años. Ahí nomás…
 
Sobre este día, Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, sostiene que “en todos los lugares del mundo, estamos alzando la voz para dejar de lado el silencio y la indiferencia frente a los hechos de violencia contra las mujeres. El cambio es posible y está ocurriendo”. Y luego agrega: “Mi mensaje de este Día Internacional de la Mujer tiene dos lados, uno de esperanza y otro de indignación. Tengo esperanza porque aumenta la conciencia y la movilización a favor de los derechos de las mujeres en todas partes y cada vez somos más las personas que decimos basta ya! No hay lugar en el siglo XXI para la discriminación y la violencia contra las mujeres y las niñas”. Eso esperamos.
 
Bachelet señala: “Ha llegado la hora de que los gobiernos cumplan sus promesas y protejan los derechos humanos, respetando los convenios y acuerdos internacionales que han firmado. Una promesa es una promesa”. Ojalá.
 
Y luego añade: “Sí, el cambio es posible y el cambio está ocurriendo. Pero, dadas las atrocidades que se cometen cada día, debemos preguntarnos: ¿Ocurre este cambio con la rapidez que debiera? ¿Cuántas mujeres y niñas más tienen que ser violadas o asesinadas? ¿Cuántas familias más tienen que sufrir?”
 
El mensaje completo de Bachelet lo encuentran en internet. Ella enfatiza: “Hoy, y todos los días, decimos NO a la discriminación y la violencia contra mujeres y niñas. NO a la violencia doméstica y los abusos. NO a las violaciones y la violencia sexual. NO a la trata de seres humanos y la esclavitud sexual. NO a la mutilación genital femenina. NO al matrimonio infantil. NO a los asesinatos cometidos en nombre del honor o la pasión. NO al feminicidio. NO a la impunidad. Y decimos SÍ a la paz, a los derechos humanos, la justicia y la igualdad”.
 
Me uno a sus palabras. ¿Alguien más dice “Yo también”? Porque la verdad, en mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones, dijera Woody Allen. Y pienso, con otro humorista irónico, Ramón Gómez de la Serna, que los que matan a una mujer y después se suicidan debían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después.
 
De cinismo y anexas
 
No me lo crean, pero cuentan lo siguiente. Si fueran santas, y no santos, los autores de los Evangelios, ¿cómo contarían la primera noche de la era cristiana?
 
San José, contarían las santas, estaba de mal humor. Él era el único que tenía cara larga en aquel pesebre donde el niño Jesús, recién nacido, resplandecía en su cuna de paja.
 
Todos sonreían: la Virgen María, lo angelitos, los pastores, las ovejas, el buey, el asno, los magos venidos del Oriente y la estrella que los había conducido hasta Belén. Todos sonreían, menos uno. San José, sombrío, murmuró:
 
-Yo quería una nena. (Del libro “Patas arriba”, de Eduardo Galeano).
 
Por lo pronto, ahí se ven.
Hasta la próxima
 
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