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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Turistas aquí y allá
Miguel Molina
4 de abril de 2013
alcalorpolitico.com
Esta semana supe que uno de mis cuñados va a coincidir conmigo en India. No sé a qué va él, y yo voy a mi taller anual en la Universidad Nacional Islámica, pero nos vamos a ir por ahí a ver las maravillas y sentir la intensidad de Delhi. Y cuando trataba de hacer una lista de lugares a donde podría llevarlo terminé pensando en una muchacha que fue Señorita Poza Rica.

Una noche de concurso de hace años le pidieron a esa muchacha que hablara de los atractivos turísticos de su pueblo. Hubo un silencio breve que duró una eternidad. Y la muchacha ofreció una sonrisa a la ciudad y al mundo y habló: "Tenemos las playas de Tuxpan y las de Tecolutla, o las ruinas de El Tajín...".

La muchacha –no recuerdo ni su nombre ni su cara ni sus atributos– no ganó, pero sigo pensando que sus palabras eran dignas de un premio porque resumió sin querer la esencia de la publicidad turística.


Tal vez necesitamos a esa señorita Poza Rica. Nunca he ido a Xalapa con mi cuñado, aunque cuando he ido con amigos que no conocen trato de ver a la ciudad en la que viví con ojos de turista y voy con ellos al parque Juárez y a Los Berros, al Paseo de los Lagos, a Xalitic, al museo de Antropología o alguna galería de artes, y en algunos casos vamos al Patio Muñoz.

Los parques huelen a fritangas y están sucios, llenos de puestos. Las aguas de los lagos son turbias. Xalitic no siempre huele bien. Se salvan el museo de Antropología –bien hecho, bien cuidado– y el Patio Muñoz, pero ahí va uno a visitar a Gerardo Lunagómez como iba a ver a Luis Rechy, y no a ver qué hacen o cómo viven los vecinos...

Hace años que la feria dejó de ser un atractivo para propios y extraños. El Colegio Preparatorio conserva en sus pasillos la magia de otro tiempo para quienes aprendimos ahí, si bien es cosa de entrada por salida para alguien que viene de otra parte.


Quedan las iglesias, el Cerro de Macuiltépec, el corredor Carlos Fuentes, lugares que no conozco o que no visito desde hace mucho. Pero como muchos, veo a Xalapa como en un sueño –en este caso los ojos del recuerdo–, que según Góngora sombras suele vestir de bulto bello. Descubrí que bastan dos días para darse una idea de la vida en la ciudad donde tantas cosas quise...

Lo más probable es que mi cuñado vea otros bultos bellos, como el bar del hotel Imperial. Hace dos o tres años pasé en Delhi el festival de Holi, una fiesta de primavera que se celebra de muchas maneras en varias partes del mundo con un baño de colores en las caras y en la ropa, y fogatas abiertas al tibio cielo de la noche.

Preferí no ir a la fiesta. Mis estudiantes me advirtieron que ahora se usan pinturas chinas en vez de los pigmentos naturales de antes, y no tenía ganas de pasar horas lavándome la cara y limpiando la ropa.


Fui al hotel Imperial, en el antiguo centro comercial y financiero de Delhi. Me recibió un aliento de aire fresco que olía a jazmines y una mesera que sirvió aperitivos de gin and tonic hasta que fue hora de comer, y siguió sirviendo después hasta que fue hora de volver al intenso mundo que nos esperaba fuera...

No sé qué habría dicho la señorita Poza Rica de mis recuerdos. Pero lo que dijo esa noche de hace años fue que hay lugares – como Xalapa– que no son ciudades turísticas ni necesitan serlo, sino lugares a los que llega la gente que va a otra parte. Y que hay lugares como Delhi, a donde uno va a ver cosas que fueron y recuerda –con su cuñado o solo– ciudades como Xalapa.