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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
¿Valen lo que ganan?
Rebeca Ramos Rella
13 de mayo de 2013
alcalorpolitico.com
¿Qué hacen los diputados? ¿A qué se dedican? ¿Sirven de algo? ¿Cuáles son sus  funciones y cómo podemos saber los ciudadanos si nos benefician? Estas son las preguntas más frecuentes entre la ciudadanía, cuando se refiere a los diputados, sean federales o locales. Lo cierto es que de los actores políticos, su calificación en encuestas, suele ser de las más bajas, por no decir que los reprueban.
 
Es curioso. Cuando son candidatos, la herramienta estratégica que más valoran son precisamente las mediciones sociales sobre su persona, su discurso, sus propuestas, su nivel de penetración en la simpatía de un electorado que los llevará a la Casa del Pueblo, al Congreso. Pero una vez que logran su triunfo, sin generalizar, esas mismas percepciones u opiniones ciudadanas sobre su desempeño, pasan a ser no tan prioritarias. A menos que estén aspirando a otra posición.
 
El compromiso más fuerte ya como legisladores se adquiere primero, con el gobernante que los “los hizo” o impulsó – que los escogió- o el grupo político económico o empresarial, que los respaldó y, aunado a esto, hay una línea partidista, “mucha presión” que se impone por encima de los intereses de los representados.
 

A veces, los valores, los escrúpulos, la formación ideológica, los principios en lo personal, hasta el sentido común, de cada legislador, se ve sometido a pruebas de conciencia y de vocación política y de servicio, si éstas existen en su convicción, cuando hay que votar a favor o en contra, de alguna iniciativa o reforma, que pueden estar muy distantes de lo que cada uno cree como la mejor opción, para apoyar o promover.
 
A veces, la abstención es la salida airosa o, cuando se trata de los más ambiciosos, es la negociación de recursos, posiciones o privilegios, hasta los viajes al exterior –el turismo parlamentario- lo que para su “causa” son las soluciones que se erigen, como la moneda de cambio, para sumar su voto parlamentario.
 
Lo prometido y comprometido en campaña, en sus distritos, en los municipios, comunidades, colonias y barrios, queda difuminado, postergado y en el peor de los casos, queda excluido, por otros intereses ajenos o como ellos lo dicen, por intereses superiores, que no son precisamente los de la Nación.
 

Este es nuestro sistema político, que en la letra constitucional dice una cosa y en la praxis es otra.
 
No obstante en el análisis, hay que ser objetivos. Esta Legislatura federal ha trabajado y logrado mucho. Combate con resultados, la mala imagen, por siempre sellada en la mente del colectivo, sobre las y los diputados en el Congreso Federal, que los mexicanos tienen de ellos: como seres que laboran levantando el dedo y ahora, oprimiendo una tecla; que suben a tribuna alguna vez, para leer, a veces muy mal o para explayar las dotes de buena oratoria, si las han adquirido; pero no se aparecen en trabajos de Comisiones o a las Sesiones, son faltistas; que se gritan, se ofenden y dilapidan tiempo productivo, en debates rijosos y absurdos; que viven muy bien, como mexicanos con enormes prebendas, lujos y oportunidades; que se sirven con la cuchara grande del presupuesto y que pocas veces informan a sus representados –como deberían- sobre la efectividad de su labor, desde la curul o el escaño, que el voto y la confianza ciudadanos, les otorgaron.
 
En los pasillos de San Lázaro pululan las historias de los paisanos que horas y horas y días y días esperan a su diputad@ para pedirle un apoyo, una recomendación, un empleo, una gestión, un poco de su tiempo ocupado para escucharlos y atenderlos.
 

Quienes hemos trabajado en el Congreso Federal conocemos bien esa dinámica. Cuando la o el diputado no quiere recibir a sus conocidos del distrito, una de dos, o está en sesión o está de viaje.
 
Ahora, los ciudadanos representados tampoco abonamos a que nuestros flamantes representantes populares estén disponibles a nosotros todo el tiempo. Es posible que los concibamos como personas que todo han de resolvernos, desde la intermediación con alguna autoridad para mejorar servicios públicos, obras, conflictos regionales o políticos, hasta la colocación de parientes, una palanca para prosperar y un poco de dinero si se puede, para el pasaje o algo más para la comunidad. Hasta candidaturas, contratos y audiencias se les piden. Hay de todo. Insisto esta es la costumbre, algunas de las formas y mañas que persisten del sistema político y del régimen aún vertical o patriarcal que permanece en la idea del colectivo sobre cómo hacer política o para qué sirve la política.
 
La Carta Magna dice que los representantes de la Nación, electos por voto democrático, expedirán leyes y legislarán. Esa es su chamba. Para abundar hay que consultar la Sección III De las Facultades del Congreso y revisar los Arts. 73, 74, 75 y 76. Pero más allá de sus funciones legales, los ciudadanos quieren constatar que sus representantes en el desarrollo de sus tareas, sean personas honestas, confiables, trabajadoras; que tengan buenas propuestas y trayectoria política, arraigo en sus lugares de origen; que apoyen a sus paisanos en tiempos difíciles, que sean cercanos y accesibles; que logren y conserven liderazgo, respeto y autoridad; que resuelvan, gestionen; que sean eficaces; que trabajen para los suyos como prioridad; en suma, que cumplan, que les cumplan.
 

Esta LXII Legislatura Federal, es la primera que parece salir del letargo que tuvo por 12 años, semiparalizada la labor legislativa, dado el constante enfrentamiento entre un Poder Legislativo con mayoría relativa,    distinta al partido del Presidente de la República en turno.
 
Esta Legislatura es la que está asentando los compromisos del nuevo gobierno con un Presidente salido de las filas del partido mayoritario en el Congreso y además, cuenta con un instrumento de diálogo, debate, negociación y acuerdo político, entre las principales fuerzas partidistas representadas en esa soberanía, el Pacto por México, que se ha convertido en el espacio plural alterno de disertación, análisis y compromiso entre partidos y gobierno.  Así que las y los diputados de esta Legislatura, han podido avanzar mucho más en sus primeros 7 meses de trabajos, que en la suma de décadas.
 
El Pacto por México ha sido el foro donde las negociaciones usualmente ríspidas en el Congreso, se han aterrizado en 95 Compromisos, para impulsar las reformas sustanciales que el país necesita.  De manera que desde el gran facilitador que es el Pacto, los partidos y el Gobierno Federal, proponen y de ahí, el Congreso analiza, debate, dispone, mejora y aprueba los cambios requeridos.
 

Así no hay que menospreciar lo alcanzado por las y los diputados federales y el Senado, por supuesto:
 
Las reformas constitucionales laboral, educativa, de competitividad y de telecomunicaciones; las reformas para fortalecer el entramado institucional del gobierno y el sistema de contabilidad gubernamental; la reglamentación de la iniciativa preferente del Ejecutivo federal y las candidaturas independientes a nivel nacional; las reformas en  la impartición de justicia y la vigencia del Estado de derecho, como las leyes de Amparo, la Federal de Justicia para Adolescentes y la Ley para Prevenir y Sancionar la Tortura; además de la Ley  General de Víctimas.
 
Están en discusión la reforma al artículo 27 constitucional, para transparentar y dar seguridad jurídica a la propiedad de extranjeros sobre casas habitación, ubicadas en playas nacionales y la Reforma Financiera, recién presentada, no por el Ejecutivo solamente, sino por el Pacto por México. Y vendrán las difíciles: la Reforma Fiscal y la Reforma Energética y ya nos avisó el Secretario de Gobernación que podría dar tiempo, en un periodo extraordinario, para avanzar en los pendientes de la Reforma Política.
 

Estos triunfos, estas buenas noticias, que tanto benefician al país, que están haciendo “resurgir a México”, que tanto se exigieron desde diversas tribunas; que están dibujando un nuevo liderazgo y fortaleza, una renovada imagen de México en el exterior, se estrellan, con los excesos, las canonjías, las suntuosidades de las y los legisladores.
 
Las malas noticias desde el Congreso Federal, también se saben, son amargas para la mayoría de la población que a cada gasolinazo, la canasta básica, el gas, los servicios, todo, se va a las nubes, sin sueldos e ingresos,  ya magros, que alcancen. 
 
Así nos enteramos que en tanto el cono de huevo llega a 70 pesos y el kilo de tortilla subió entre 5 y 10 pesos, los diputados reciben 500 mini iPads, incluido el contrato con Telmex y otros 500 equipos de cómputo de escritorio, un Sistema de Recuperación de Desastres, acciones de mantenimiento de la red de voz y datos, una conexión a Internet limpia e Internet de alta velocidad con banda de 156 mbps. Bien. La tecnología ayuda a mejorar el trabajo legislativo, aunque ya hemos visto a legisladores chateando, jugando y demás distracciones en plenas sesiones. Y también sabemos que nunca son suficientes las computadoras en las escuelas de educación básica, ni hay dinero para el costo de internet, menos para mantenimiento, para que los niños de primaria y secundaria, accedan a la modernidad.
 

También supimos que mientras los legisladores estrenan pins de oro, en solapas y mascadas, por un valor de 3 mil 840 pesos cada uno, lo que significó una erogación de casi 2 millones de pesos, pese a que ya en septiembre les habían entregado un distintivo también de oro, el Consejo de Representantes de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, desde inicios de año, ya había acordado los nuevos montos de salarios mínimos legales, que rigen a partir del 1 de enero de 2013: para el área geográfica “A”, es de 64.76 pesos diarios y para el área geográfica “B”, es de 61.38 pesos diarios. Las diputadas y los diputados ostentan un segundo emblema de oro este mes, que vale lo que un mexicano de estrato medio, medio bajo, percibe en dos meses o un poco más, respectivamente. ¿Acaso no es ofensivo y superfluo este gasto?
 
Si analizamos los sueldos o dietas legislativas, México es uno de los países donde el Congreso se paga mejor en el mundo. Acá, los diputados federales ganan 150 mil 15 pesos mensuales: 75 mil 457 pesos corresponden al concepto de dieta neta. Los senadores devengan 311 mil 443.80 pesos: 126 mil son de dieta neta y lo demás son recursos para sus casas de gestión, vales de gasolina y “otras prestaciones”. Peor, los nuestros perciben más dinero que los mismísimos Príncipes de España. Ahí va la comparativa. El heredero al trono español tiene un ingreso asignado por 220 mil 974 pesos mensuales, algo así como 2.6 millones de pesos anuales. Ganan más las y  los senadores mexicanos. La Reina Sofía cuenta por mes con 141 mil 528 pesos, unos 10 mil pesos menos que las diputadas y diputados federales.
 
Los legisladores mexicanos, ministros de la Suprema Corte, los Consejeros del IFE, algunos gobernadores, pueden decir que casi casi perciben sueldos y dietas a la par del hombre más poderoso del mundo. Obama gana 33 mil dólares mensuales, algo así como 430 mil pesos.
 

Y si revisamos las dietas de los diputados locales, las cifras varían, pero son altas. Son 5 estados donde se apoyan a manos llenas. En Guanajuato, 36 locales ganan 138 mil 127 pesos; 12 mil pesos los diputados federales. En Sinaloa, los 40 legisladores locales perciben 132 mil 769.24 pesos; los 25 de Baja California, ganan 111 mil 872 pesos; los 27 de San Luis Potosí, se dan 95 mil 257.44  pesos y los 25 diputados locales de Yucatán, rayan los 93 mil 880 pesos mensuales.
 
También, por el bien de la imagen deteriorada de los legisladores, los hay más mesurados: En Nayarit, ingresan 31 mil 700 pesos al mes; en Tlaxcala, ganan 33 mil 535 pesos y los legisladores locales de Chiapas, que se redujeron la mitad; ahora perciben 35 mil 640 pesos al mes.
 
Pero en el ejercicio de la autonomía y del sano equilibrio entre Poderes, los Congresos estatales y el Federal se asignan los recursos “idóneos” para su desempeño legislativo. Ahí no hay austeridades, ni ahorros, ni solidaridad con los más pobres.
 

El colmo. En estricto cumplimiento del llamado turismo parlamentario, se ha publicado que a nuestros congresistas federales, les encanta visitar Europa; Francia en específico.
 
Según documentos internos filtrados a Excélsior, en los primeros 7 meses de trabajos de esta Legislatura, se han tronado 2.8 millones de pesos en viáticos, excepto boletos de avión, para realizar 34 “viajes oficiales”. Son 90 legisladores federales que han visitado 15 países, para asistir a diversas reuniones parlamentarias relevantes, donde ciertamente la presencia y la propuesta de nuestros representantes populares, era importante. Eso no se discute. México debe estar presente en los foros regionales e internacionales.
 
El error es que la ciudadanía no se entera a detalle de los logros y avances de su participación en estos encuentros globales. Y tampoco sabemos de las razones para ampliar tiempos de estancia, lo que redunda en más gastos de hospedaje y alimentos, a cargo del presupuesto público asignado.
 

En este periodo hubo 6 giras a Francia; destacan la asistencia a la Conferencia Europea de Presidentes de Parlamentos en Estrasburgo; al Foro Parlamentario de la OCDE y a la Conferencia Internacional Científica en Desarrollo Económico y Social.
 
Fueron en tres ocasiones a España; la más cara estancia fue en Madrid, por 220 mil 50 pesos gastados en hotel y alimentos, por una semana, para estar en la Feria Internacional de Turismo.
 
Otras 3 visitas a Estados Unidos, subrayada la participación de legisladoras en Nueva York, en la reunión de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas; un viaje que costó 290 mil 160 pesos, porque se prolongó dos semanas.
 

Según la nota, hubo más viajes a Doha, Qatar; Londres, Reino Unido; a Vladivostok, Rusia; a Buenos Aires, Argentina y a Medellín, Colombia.
 
Y ¿Qué hicieron? ¿Qué propusieron? ¿Qué éxitos para el Congreso Federal y para los millones de representados han significado estos viajes?
 
El gran problema de nuestros legisladores es que una vez sentados, sentadas, en su curul o escaño, descuidan la sensibilidad política, la prudencia, el enfoque, la mercadotecnia de la legitimación y se tornan en una clase privilegiada, cuyos excesos se miran, son genuinos agravios para la mayoría empobrecida por la inflación, por la escasez y la pobreza que persiste; frente a los raquíticos salarios de gobierno, en la fábrica, en la empresa, que no están al nivel de los precios exorbitantes y en mucho casos, ni siquiera al nivel de la capacidad de quienes sostienen las estructuras de gobierno, del Congreso, del Poder Judicial, de las industrias, que en su general, están por debajo de los mandos medios, muchos, miles que no ganan lo justo ni lo suficiente para vivir con decoro y sin sobresaltos.
 

Y lo más indignante es que en el ánimo del neopopulismo,  esto en el ámbito político y gubernamental, se cacarean bajones de sueldos, en justificación para el apoyo de los pobres, que en verdad no son más que decisiones electoreras o que pretenden legitimar la vocación social de las elites, pero que en realidad, no rebanan algo más que lo simbólico a los mandos superiores.
 
Lo correcto, lo justo, lo democrático y lo honorable, es que cada quien devenga un sueldo acorde a sus habilidades, su preparación y su alcance en productividad. Lo equivocado es el destrampe, la exuberancia, la desproporción entre lo que, en este caso, los legisladores dicen  y se comprometen y lo que demuestran.
 
La clase política y la clase gobernante nacional deben hacer una revisión de estas groserías, de estas sobredimensiones en salarios y lujos que indignan a la población, que con todo y reformas, fotos, acuerdos y mejoras en la ley y quisiéramos en los hechos cotidianos, sigue preguntándose si los legisladores desquitan lo que cobran; si valen lo que lo que ganan.
 

 
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