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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Pomposita
Benjamín Garcimarrero
27 de enero de 2014
alcalorpolitico.com
Era muy viejecita, nada que recordara su juventud quedaba en su cara empequeñecida por los años, curtida por el frío, en sus ojillos alguna vez negros y ahora encortinados con el tul de las cataratas, se adivinaba el destello lejano del primer y único amor.
 
Tenía su rincón exclusivo en la Iglesia, ahí se sentaba en el mármol frío del piso y ahí contaba las uvas de su rosario, hasta que se ocultaba el sol y el sacristán la enviaba a su casa.
 
Avanzaba lentamente encorvada, recogiendo "colillas" y sin hablar con nadie; parecía que a su alrededor nada existiera, sus palabras las guardaba para contar sus cuitas a los santos. No tuvo hijos, ni nietos, ni bisnietos, ni tataranietos, ni choznos, la vida le había negado todo, hasta sus ilusiones habían muerto cuando se fue su juventud.
 

Ese día, ganado por la curiosidad, entré a la iglesia, los santos inmóviles se parecían a ella; masticaba una oración entre las encías que no alcanzaba a repetir el eco; en su rincón de siempre desgranaba el rosario.
 
-- Pomposita-- ¿no quiere usted rezar por mí? -se me quedó mirando, más bien adivinándome.
 
-- ¿Ahora o cuando se muera? contestó como si estuviera segura de vivir más que yo.
 

-- Las oraciones se necesitan siempre... Pomposita ¿cuántos años tiene Usted?
 
Sonrió y las arrugas le cerraron los ojos.
 
-- No sé, cien o más.
 

-- ¿Y cómo ha llegado a vivir tanto?
 
-- Tal vez por el deseo de ya no vivir; cuando una se prepara para morir, lo más seguro es vivir mucho tiempo.
 
Tal vez me castigó Dios por que no cumplí la misión que nos trae a las mujeres a la tierra..... Hace muchos años, tuve un gran amor, el único... mi padre, rígido y celoso, jamás me permitió hablarle y cuando se atrevió a llevarme serenata, tuvo que huir bañado en agua caliente, no volvió a mi ventana, pero desde ella lo veía; todas las noches se paraba en la esquina a contemplar las estrellas, prendía un cigarro y yo desde el balcón era feliz mirando la lucecilla que como una luciérnaga me llevaba el mensaje de un amor imposible.
 

Un año fue así de ver el fuego del cigarro y aprendí a fumar; a escondidas nos transmitíamos en el humo, lo que no decían nuestras palabras... Un día no llegó y desde entonces no volví a ver jamás su sombra; nunca supe como eran sus ojos, y lo único que me quedó, fue el vicio de fumar... Murió mi padre, quedé sola en el mundo, pero para entonces ya no era tiempo de inquietarme por el amor; no podía permitirme el lujo de tener un hijo sin el respaldo de un hombre, y me quedé para vestir santos... Yo creo que me castigó Dios por no darle angelitos, pero después de tanto rogar ya me habrá perdonado... Ahora espero la muerte con resignación, no creo que ella me desprecie también....
 
Hizo una larga pausa... Sus palabras siguieron sin luz, distintas, sin la viveza que el recuerdo les daba....
 
 -- “Dios te salve María llena eres de gracia...”
 

Hace algunos días, supe que murió Pomposita, ninguna enfermedad, simplemente la atropelló un coche que se echó de reversa, ella estaba inclinada recogiendo una colilla, el conductor no la vio y la mató.
 
Ni el cigarro, ni los años, ni la humedad pudieron con ella, tenía que ser así. Seguramente ya está mejor que desplumando aves en su Rosario.