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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
“Carta para el Día del Amor”
Benjamín Garcimarrero
10 de febrero de 2014
alcalorpolitico.com
Mi amor:
 
Ya vez que en las películas el final feliz ocurre cuando el protagonista es vencido por los encantos de la bella; se casan, se ve el mar con soleado atardecer y aparece el letrero de “The End”. En realidad el final feliz es el principio de la tragedia que ya no es materia del filme.
 
Cuentan también que Romeo y Julieta se encontraron en el cielo y, no queriendo dejar pendientes, se casaron y vivieron muy felices durante trescientos un años. En ese tiempo Romeo se puso viejo, gordo y pelón, en tanto que Julieta dio el viejazo se dejó embarnecer, le salieron estrías y celulitis por todas partes, las “greñas” se las sujetaba con una pañoleta descolorida, en tanto atizaba el fogón para darle de comer a los trescientos hijos que tuvieron en el cielo, porque allá no hay “anticonceptivos” y en cambio sí es aceptado el “fulgor ultramarino”.
 

Como era de esperarse, de los trescientos hijos, cien niñas se parecían a Romeo, cien niños se parecían a Julieta y los otros cien nada más se le copinaron a William Shakespeare.
 
Con ese motivo se separaron definitivamente y el romance que conmovió al mundo, a pesar de su tragedia acabó en una tragicomedia que no se sabemos si reír o llorar.
 
Es el caso, corazón, que quiero pedirte que no me ames, no hace falta, con que me finjas basta.
 

Si me finges, realmente podremos ser felices porque trataremos de gozar los pocos momentos de nuestros casuales encuentros, lo cual es muy saludable, pues trataremos de no discutir ni reprocharnos nada. Ningún acto del pasado ensombrecerá el efímero encuentro de nuestras almas.
 
Pero si me amas, vas a querer permanecer conmigo más tiempo del que yo puedo disponer, por agradarme me vas a querer dar de comer a todas horas, y en tu profesión de carcelera reñirás conmigo por faltarme vocación de preso.
 
Si yo te amara, también te exigiría respeto, sumisión y disposición y en vez de ser felices, tendríamos que llegar a esa esclavitud del alma, a la que lleva esa enfermedad mental que todos padecemos algún día y que se llama amor.
 

Yo sé que tú me amas como se ama al chupamirto de la buena suerte, sin reparar en que el único que tuvo mala suerte fue el propio chupamirto, al que mataron y le dieron una mortaja de hilos mágicos, para traerlo disecado en la bolsa.
 
Yo podría amarte como se ama a los pájaros enjaulados y punto, cantan pero no por ser felices, sino como un clamor a su libertad. Una vez Jesús maldijo a una higuera porque no tenía higos; ¿acaso tú mereces maldiciones por no tener amor? ¿O yo las merezco por tener el derecho de disponer de mí mismo?
 
Yo soy mío y tú eres tuya, no tenemos por qué alquilar nuestras vidas para ser uno del otro, eso es un crimen de lesa individualidad y un atentado al respeto que debemos al ser humano. Cuanto más si ese ser humano somos nosotros mismos.
 

Quizá no venga al caso hablar de ciencia, pero unos lejanos sabios han llegado a sospechar que el amor es una enfermedad mental provocada por un virus filtrable que se aloja en el cerebro y provoca reacciones químicas insospechadas.
 
Los síntomas se representan con sensación de vacío en el estómago, temblor en las manos y en las piernas, alteraciones del pulso y sudores fríos. La naturaleza elaboró ese mecanismo para perpetuar la especie y los humanos le enmendaron la plana a Natura volviéndolo sacramental, eterno y cotidiano.
 
¿Para qué tanto? Si se puede uno restablecer en tres días tan solo metiéndose a la cama. Lo demás ya son filigranas.
 

Por eso adorada novia, olvidemos nuestra vocación de preso y carcelera. Guardemos el bello fingimiento que no llegó a ser la tragedia del amor ni celo; ya somos bastante esclavos de las pasiones propias para serlo de las pasiones ajenas.
 
Así que piensa en mí como yo pienso en ti y sigamos amando, pero cada quien por su lado.
 
No te olvidaré jamás.
 

Tuyo
 
Otón Verraco Rejón.
 
NOTA.- Minibiografía del Padre Otón: Nació en un lugar que no me acuerdo, hijo de no sé quién, en el año no revelado por la censura, y educado dentro de la estricta moral judeo-cristiana del machismo recalcitrante. Aún vive y seguramente le quedan muchos años más por vivir. Le deseamos larga vida a este conspicuo personaje.