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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Buen negocio morir
Benjamín Garcimarrero
24 de febrero de 2014
alcalorpolitico.com
El miedo, es un sentimiento tan intenso e incapacitante, que ha impelido al ser humano a crear mitos salvadores.
 
Por su propia naturaleza el ser humano nace con la mente en blanco, como si fuera un cuaderno en el que se van escribiendo sus experiencias y percepciones; hay un principio psicológico que afirma que nada hay en la mente que no haya pasado antes por los sentidos.
 
Los receptores o perceptores de los fenómenos externos o internos, son siempre los sentidos por todos conocidos.
 

Los niños viven una etapa en la que no conocen el miedo hasta que los grandes los contagiamos. Primero les enseñamos a creer en Dios, uno o muchos, dioses buenos y dioses malos, ángeles y demonios, Santa Claus y Reyes Magos, duendes y gnomos, chaneques y pitufos, nahuales y chupacabras; todos son los mismos y habitan en la imaginación y en el temor que pongamos en ellos.
 
Lo que saben hacer esos seres míticos es premiar o castigar, enfermar o curar, perdonar o condenar.
 
El caso es que no hay escapatoria mental después de que nos sembraron en la amígdala cerebral que somos vigilados por alguien durante toda la existencia.
 

El terror que podría considerarse como la máxima sensación de miedo, no solamente lo padecemos los humanos, también los animales y provoca diversas reacciones.
 
Entre las cosas a las que tememos, es principalmente lo desconocido, como el sueño y la muerte, o cualquier fenómeno que produzca dolor es para nosotros un generador de miedo.
 
Pero el asunto no se acaba ahí pues trasciende a lo social cuando otros aprovechas esta debilidad humana para explotarnos, como es el caso de la manipulación de un Dios que vigila y castiga.
 

Los personajes que se dicen investidos de la facultad de intermediarios para comunicarse con los dioses y ser interlocutores, intercesores entre los dioses y nosotros, solo están explotando un temor que les resulta muy lucrativo para sobrevivir y medrar a costa de nuestros arrugamientos.
 
Por eso el perdón es un negocio lo mismo que la muerte. Tan solo del quebranto de la salud han proliferado y enriquecido, laboratorios, médicos, brujos y sacerdotes.
 
Las medicinas se ofrecen en la televisión por medio de charlatanes y engañadores que brindan productos milagrosos; desde hierbas para que se enderece la mirada, hasta hongos para que no se te duerma... el musculo.
 

Toallas sanitarias con alitas como los ángeles y perlas de rejuvenecimiento para que se planche lo arrugado. ¡Hágame Ud. favor! Como si no supiéramos que el cuerpo se cura solo, restaña las heridas sin necesidad de médicos.
 
Los laboratorios que hacen medicinas de patente, son monopolios de unos cuantos amigos del jerarca en turno; esas fábricas de medicina le dan su porción al brujo que las receta.
 
Los enterradores zopilotean por los hospitales a ver quién cae, venden cajones, velas, urnas y todo aquello que amerita el viaje al más allá. Aunque se viva de los de más acá.
 

La muerte siempre ha existido, pero nunca había estado tan de moda como ahora.