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Columnas y artículos de opinión
"Los reemplazos ya andan por ahí"
Helí Herrera Hernández
24 de febrero de 2014
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELIHERRERA.es
 
La novela que se empezó a escribir el 19 de enero de 2001 con la fuga de Joaquín Guzmán Loera del penal de alta seguridad de Puente Grande, en el estado de Jalisco, el sábado llegó su fin, por lo menos en lo que se refiere a la captura del >chapo< efectuada por elementos de la Secretaría de Marina Armada de México en Mazatlán Sinaloa.
 
El acto parece ser una reivindicación del Estado corrupto que propició su fuga, al Estado institucional que está obligado aplicar el Estado de Derecho a todos los mexicanos sin distinción que lo violentan, como es el caso del oriundo de La Tuna, Badiraguato, Sinaloa, que es el líder del cartel de Sinaloa, el más poderoso en el país y en el extranjero, responsable de la introducción de cientos de toneladas de cocaína a territorio Norteamericano, y de miles de marihuana, que cifras oficiales precisan controlan el 40 por ciento del consumo de esas drogas en Los Estados Unidos.

 
Es el capo más poderoso no solo en estructura, organización y trasiego de drogas, sino el más millonario de todos, incluyendo los jefes de las mafias china y rusa, que lo llevó a salir en la revista Forbes como uno de los mexicanos multimillonarios de aquí y del mundo. Eso explica quizás su fuga pero también su libertad estos 13 años donde el dinero-corruptor fue la moneda de cambio para no ser detenido en todo este tiempo.
 
Y como en los casos más sonados de narcotraficantes fue la Marina Armada de México la encargada de su detención, como antes lo fue con el líder de los Zetas Heriberto Lazcano Lazcano, y más adelante con el Z40 Miguel Treviño Morales, lo que se traduce en el grado de confiabilidad que guarda esa secretaria respecto de otras instituciones encargadas de seguridad nacional.
 
Hoy, después de la detención se empezaran a escribir muchos libros como antes de su fuga. Lo cierto es que la misma arroja varias lecturas que venían escuchándose en miles de artículos y textos relativas a que el capo solo pudo escapar del penal de Puente Grande gracias al apoyo del expresidente Vicente Fox y de las autoridades encargadas de vigilar su encarcelamiento; y más adelante del otro expresidente de la república emanado del partido (de) Acción Nacional Felipe Calderón, especulaciones que si se decidiera hablar don Joaquín o a escribir sus memorias, se convertirían sus revelaciones en golpes demoledores para miles de funcionarios, agentes de seguridad y altos mandos policíacos que le brindaron apoyo y protección para esa libertad >entrecomillada< que disfrutó todo este tiempo.

 
Lo detuvieron como mataron al capo colombiano Pablo Escobar Gaviria aquel primero de diciembre de 1993, cuando le rastrearon el bloque de búsqueda seis llamadas que tuvo con su hijo. Al chapo extraoficialmente se sabe ya que fue a través de llamadas de su celular como lo ubicaron, y hasta donde conocemos en este momento, con la ayuda del departamento de Estado norteamericano y la DEA que con su tecnología fue posible pisarle los talones primero, y el sábado su cerco y detención.
 
Lo cierto es que con su detención no acabarán las actividades que el cartel de Sinaloa realiza todos los días y todas las noches, desde el trasiego de drogas como los enfrentamientos con otros carteles que han desembocado en decenas de miles de muertos. El mando de dicha organización la tomará Ismael “el mayo” Zambada, compadre del chapo que un 3 de abril la revista PROCESO publicara un reportaje de su exdirector Julio Scherer con él, en su guarida, donde le afirmó que cuando un capo cae "los reemplazos ya andan por ahí".
 
Se termina pues la primera parte de una telenovela con las dudas que se convertirán en preguntas obligadas: ¿Vicente Fox, las autoridades penitenciarias y de seguridad e inteligencia supieron de la fuga del chapo y coadyuvaron con ella? ¿El cartel de Sinaloa gozó de privilegios durante el mandato de los dos presidentes de la república panistas y por eso nunca los tocaron? ¿Es cierto que el gobierno norteamericano, a través de sus órganos de inteligencia y espionaje fueron los que dieron con el paradero de Joaquín Guzmán Loera?

 
Lo demás es lo de menos, porque mientras en Europa siga aumentando el consumo de drogas, y el mercado norteamericano sea el primer destino de cocaína, heroína y mariguana, el narcotráfico seguirá siendo alternativa para miles y miles de compatriotas que ven en el la manera mas rápida para adquirir poder y dinero y si no, pregúntenle al detenido como acumuló esos 1,153 millones de dólares que FORBES le endilga como fortuna estimada.
 
Ahora vienen tiempos de escepticismo de la sociedad nacional y extranjera: ¿No se volverá a fugar el chapo del penal del altiplano donde fue recluido el mismo sábado 22? ¿Pagará el gobierno yanqui los 7 millones de dólares que ofrecía por su captura (94 millones de pesos y medio al tipo actual de cambio)? ¿Y la Procuraduría General de la República los 30 millones de pesos que también ofrecía? ¿A quien o quienes? ¿A la Marina o a los integrantes de esta que lo capturaron sin disparar un solo tiro?
 
La tecnología que utiliza el gobierno estadounidense para espiar es la misma que ha servido para ubicar a grandes capos de las drogas. Pablo Escobar nunca hizo caso a los consejos que le daban de no utilizar los teléfonos celulares y eso marcó su destino. El Chapo no aprendió esa lección y su teléfono satelital lo ubicó primero en Culiacán y tres días más tarde en Mazatlán.

 
Cayó el capo del narcotráfico más buscado del mundo por un error, que se suponía, todo líder dedicado a esos menesteres sabía que no debía hacer.
 
Como dijera Hegel: La negación de la negación (más que un error, es una equivocación profunda).