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Columnas y artículos de opinión
¡Los muertos viven!
Helí Herrera Hernández
17 de marzo de 2014
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELIHERRERA.es
 
Dicen los historiadores que estudian esa ciencia que ésta siempre juzga. Más temprano o más tarde, pero siempre rinde un veredicto respecto a los acontecimientos que viven los pueblos del mundo y sus líderes. Hoy en Chile nos vuelve a demostrar la justeza de dicha aseveración.
 
El pasado martes 11 en aquella nación andina hubo cambio de poderes federales constitucionales, tomando posesión los nuevos diputados, senadores y presidente de la República en una ceremonia llevada a efecto en la capital política Valparaíso, donde la social-democracia sustituye a la derecha tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo.

 
Pero no se trató de un simple acto republicano de entrega de poderes. No, el simbolismo y la historia jugaron un papel importantísimo en esta ceremonia porque la hija del traicionado Presidente Salvador Allende, en su calidad de presidenta del Senado, fue la que ungió de poder a Michelle Bachelet, quien por segunda vez es Presidenta de Chile, solo que en esta con una mayoría en las dos cámaras, lo que augura la posibilidad de integrarse un Congreso Constituyente que derogue la Carta Magna pinochetista que impide el acceso de la inmensa mayoría de los chilenos a la educación pública y gratuita, a los servicios de salud y seguridad social; a tener una vivienda digna y un empleo seguro y bien remunerado.
 
En su primer discurso Bachelet se comprometió, como en campaña, a cumplir la palabra empeñada con las decenas de miles de estudiantes que marcharon por meses por las calles de Santiago en manifestaciones multitudinarias, donde exigían la gratuidad de la educación, acciones que generaron que la gran alianza de partidos políticos que candidatearon a Bachelet postularan a tres de los líderes nacionales de ese movimiento, que hoy son diputados.
 
Afuera de La Moneda se dio cita el pueblo, aquellos jóvenes que apoyaron en 1970 al Doctor Salvador Allende en su tercera campaña presidencial que ganó, y que tres años más tarde fueron también testigos del golpe de Estado Fascista ejecutado por una junta militar liderada por Augusto Pinochet, y financiada por el Gobierno de los Estados Unidos como lo reconoció el exsecretario de Estado Henry Kissinger años más tarde, bajo el argumento que las acciones de Allende ponían en peligro los intereses de esa intervencionista nación.

 
Pero no solo ellos, sino miles de amas de casa, de profesionistas, de los nuevos jóvenes que junto con las masas sociales de Chile han sido testigos de que el pinochetismo sigue vivo a través de los multimillonarios chilenos como el presidente saliente Sebastian Piñeira, y que solo con la alianza de las fuerzas democráticas y progresistas podrán evitar que éstos mantengan el poder en ese país. Por eso salieron a votar por Michelle y sacaron amplia ventaja para garantizarle manejo cameral para los propósitos de construir una nueva Constitución.
 
Esta asunción por segunda vez de la socialista Michelle Bachelet a la Presidencia de Chile no solo es una victoria electoral, sino un triunfo sobre la infamia imperdonable de aquellos que un 11 de septiembre condujeron a la muerte a un Presidente que había ganado el poder con el voto electoral democrático, y que solo con la traición de los que horas antes le juramentaban lealtad pudieron sacarlo de La moneda como él lo predijo en su último discurso en radio Magallanes a las 9.10 de la mañana de ese mismo día: "En estos momentos pasan los aviones. Es posible que nos acribillen. Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato consciente de un presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas. En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil, es posible que nos aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza por una vida mejor. Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta patria."
 
Y así ocurrió, porque solo muerto Allende abandonó el palacio presidencial al que arriba Bachelet, la hija de aquel general que en 1974 fuera asesinado por la tortura de sus compañeros de armas traidores, y todo por haber sido leal a las instituciones chilenas y al presidente Allende. Aquella joven Bachelet que no solo sufrió la tortura y la cárcel de la dictadura pinochetista, sino la violación cometida por esbirros del fascista que se mantuvo en el poder por más de 16 años.

 
Y ese martes 11 en el presidium, en la máxima mesa chilena se encontraban dos mujeres que si algo conocen es de persecución, tortura y muerte. Dos mujeres que vieron morir a sus padres por asesinos profesionales, mandados por el imperio para callar las voces de los indefensos y pobres que clamaban por una justicia social.
 
Viendo esa escena, cuando la presidenta del Senado (primera mujer en la historia de Chile que preside esa cámara), Isabel Allende le imponía la banda presidencial a Michelle Bachelet, vino a mi memoria, de nueva cuenta, aquel último discurso de su padre el doctor Salvador Allende: "Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos". "Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. Esta son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".
 
41 años más tarde su hija ungía de poder a una mujer socialista que, premeditadamente y como un acto de justeza histórica, consintió que ese escenario se diera.

 
Concluyo este artículo afirmando que Pablo Neruda y Gabriela Mistral afirmarían: Es la historia de la vida…..sobre la muerte, en prosa poética, para seguir gritando los chilenos: ¡Allende Vive!