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Columnas y artículos de opinión
En Caliente
Nostalgia
Benjamín Garcimarrero
2 de junio de 2014
alcalorpolitico.com
El silbato era de hueso y los serenos soplaban sin mayor esfuerzo para producir un sonido dulzón que por onomatopeya parecía decir: “cholilo”, “cholilooooo”.  
 
Ahora los veladores se hacen llamar “vigilantes” y en lo que no fallan es en cobrar la cuota semanal, justamente cuando se está uno sentando a la mesa para comer.  
 
En aquella época ni siquiera existía la ley contra el ruido, aún vigente pero sin ninguna positividad. También las leyes mueren de viejas. Que nostalgia volver a los cholilos. Lástima que ya no haya artesanos que fabriquen esos silbatos.
 

Otro suceso digno de recordar en la Xalapa de hace setenta años, fueron los burros cerveceros; repiqueteaban por las calles empedradas llevando rejas de una “amarga”, que se fabricaba en la parte alta de la calle Revolución, hecha de jonote, con muchas propiedades curativas, y que se conoce también como mozote, majagua, corcho y amate. Los botánicos le pusieron: Heliocarpus appendiculatus. La corteza la usaban los tlacuilos para ilustrar la escritura ideográfica azteca.  
 
Xalapa se acababa en lo que ahora es la Avenida 20 de Noviembre, más al norte había prostíbulos y lodazales, se cocinaba en anafres con carbón o con leña, que se plantaban en las afueras de los antros de vicio dedicados al alquiler de la carne.
 
Los pregoneros a viva voz ofrecían sus mercancías: Gelatinas de pata, pan, mamón, pescado frito, buñuelos, tamales, cacahuates, los afiladores de tijeras y cuchillos que con sus mollejones pedaleaban hasta desbastar los instrumentos y dejarlos listos listos para degollar un totol.  
 

Los promotores de ahora, tienen grabaciones y altavoces, desde las camionetas repartidoras de gas, hasta los compradores de chatarra hogareña; el caso es que no dan paz y los reglamentos municipales contra la contaminación auditiva y visual, duermen el sueño de los justos. (Con copia para Américo).
 
Ya el mundo es ruidoso y desechable, el amor eterno dura tres meses, la pasión siete minutos, los casados se quieren divorciar y los curas se quieren casar; los estériles quieren tener hijos y los que tienen los abandonan por haberlos confeccionado en un rato de lujuria.
 
Los valores morales están cambiando, la religión es un fiasco plagada de caprichos y aberraciones; el hombre honrado es mal visto, los deshonestos son héroes con nombre de calles, el mérito es un naufrago a la deriva, la discreción se estrella en la boca de quienes pelan un jabalí con la lengua.
 

Antes de esto, el chisme era folclor, medio de comunicación y no flagelo, el silencio una virtud y la lujuria una responsabilidad. Todo eso se acabó y vamos desapareciendo los viejos nostálgicos que creemos que con añorar se remedia algo.
 
Bien podríamos parafrasear a Renato Leduc cuando decía: “Tiempos en que Dios era omnipotente y al señor don Porfirio, Presidente”. Al menos ya no es ni una cosa ni otra.