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Columnas y artículos de opinión
Plan B
Dónde jugarán los niños
Lydia Cacho
23 de junio de 2014
alcalorpolitico.com
Encerrados en jaulas, hacinados, sin acceso a baños, sin comida y apenas un poco
de agua, niños, niñas y adolescentes de Honduras, Guatemala y El Salvador miran
a las cámaras con el cansancio de quien ha recorrido miles de kilómetros entre
hambre, sueño, miedo y agresiones. Pudimos ver cómo el gobierno de Estados
Unidos trata a las niñas y niños migrantes gracias a la valentía del congresista
Henry Cuéllar, quien decidió evidenciar el problema y su magnitud. El presidente

Obama declaró esto una “emergencia humanitaria” y pidió al Congreso 1,3 billones
de dólares para “abatirla”. Mientras el vicepresidente Joe Biden advirtió que
los recursos son para reforzar las fronteras, deportarles y endurecer sus
políticas para evitar que adultas sin papeles entren en los Estados Unidos con
niños y niñas. Paralelamente, con el tono típico de supremacía norteamericana,
han llamado a una reunión urgente con gobiernos de Centroamérica y México: deben

asumir su responsabilidad y evitar que tantos pobres viajen tras el Sueño
Americano. Las puertas de esa quimera están cerradas, ya no hay vacantes.
 
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) denunció al menos 100
casos de abusos sexuales y físicos a estas niñas y niños por parte de agentes
fronterizos norteamericanos. Y aunque los políticos del país del norte pretendan

ignorar su corresponsabilidad en la crisis humanitaria migratoria, nosotras
tenemos memoria. El golpe de Estado del 2009 en Honduras, planeado desde
Washington para remover a un gobierno de izquierda democráticamente electo, la
militarización y fondos para implementar una “guerra contra las drogas”, creó la
peor crisis social de los últimos años. Las empresas norteamericanas entraron a
Honduras para enriquecerse, aumentó la trata de personas, bajó notablemente el

PIB, crecieron todas las violencias con un gobierno de derecha racista,
neoliberal y censor que responde a los intereses de Washington. Creen que no
recordamos el papel que el intervencionismo norteamericano ha jugado en el
fomento de las crisis humanitarias. No pueden negar su corresponsabilidad; desde
la Doctrina Monroe, pasando por las políticas de Kennedy y su lucha
antisocialista, por Reagan y Bush implementando las perversas guerras contra las

drogas en nuestra región, ellos fomentan golpes de Estado, favorecen a gobiernos
de derecha que incrementan la brecha entre ricos y pobres, fortalecen la
militarización para resolver un problema (del narcotráfico), que se relaciona
directamente con la falta de acceso a trabajos dignos y justicia social.
 
Ha sido el gobierno de Estados Unidos quien impulsa las políticas de represión,

quien invierte en fortalecer una cultura de criminalización de las y los pobres,
que potencian la crisis de corrupción de las instituciones judiciales.
Efectivamente nuestros gobiernos y sociedades son co-responsables en varios
aspectos, pero sin duda la poderosa mano del Tío Sam es la que meció la cuna
para que a partir de 2009 comenzaran a llegar oleadas de 13 mil niñas y niños
hondureños al año, (70 mil de toda la región). La pobreza del gobierno ilegítimo

hondureño hizo que se duplicara este año el número de migrantes que huyen de la
miseria del hoy calificado como el país más violento del mundo. Obama no se
pregunta el papel que jugaron al arrebatar la credibilidad en las instituciones
y la democracia al pueblo hondureño.
 
Activistas y migrantólogos han dicho que las fotografías demuestran que niñas y

niños latinos son tratados como prisioneros de guerra. Y lo son, en esta guerra
neoliberal por la tierra, el agua, los hidrocarburos y el control político, las
y los indígenas, pobres, rebeldes y quienes sueñan con vivir en una democracia,
son un peligro para los Estados Unidos. La única salida es una mayor cooperación
para el desarrollo y menor criminalización. Mientras tanto el gobierno
norteamericano tiene 100 mil niñas y niños migrantes encerrados en bases

militares.