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Columnas y artículos de opinión
Don Serafín
Guillermo H. Zúñiga Martínez
28 de junio de 2014
alcalorpolitico.com
En el año 1963 la Dirección General de Educación Popular, a cargo del Profr. Ángel J. Hermida Ruiz, convocó a un Congreso Nacional sobre Educación Rural. El contenido de las ponencias presentadas en esa época, se concentró en una Memoria de circulación escasa, porque no es examinada por las personalidades interesadas en los estudios pedagógicos. En ella figura una exposición escrita por un servidor y Francisco Alfonso Avilés, a través de la cual proponemos el ejercicio del Servicio Social. La propuesta tuvo tanto éxito que precisamente en el año de ‘64, empezamos a cumplir con este mandato y atendimos a los niños de los lugares más apartados de la entidad.
 
A principios de 1965 tuve que reclamar al Subdirector de Educación Rural, Miguel García Díaz, su actitud frente a mí, porque su idea era perjudicarme enviándome a la comunidad más remota del Estado. Era un profesor perverso y usaba el cargo para afectar a los normalistas. En esa ocasión me dijo “¿Quieres saber dónde vas a realizar tu Servicio Social? Acércate”, me condujo hacia un mapa del Estado que tenía; con mucho entusiasmo y burla me expresó: “Mira donde te voy a mandar”; me mostró el nombre de una comunidad colindante con el Estado de Puebla, que se llama Zapaltecatl. Le contesté: “Acepto ir a la comunidad porque soy muy diferente a algunos compañeros privilegiados por usted, gracias a las influencias políticas”. Me entregó el pase para ir a trabajar; poseyéndolo me retiré para preparar el viaje hacia mi destino pedagógico.
 
La realidad es que me había inscrito en la Universidad Veracruzana porque presenté el examen de admisión en la Facultad de Economía, fui seleccionado y más de seiscientos fueron rechazados por no aprobar. Empecé a reflexionar, porque el Servicio Social se había propuesto en el Congreso al que he aludido.
 

Con el documento que me proporcionó García Díaz hice el viaje hacia Zongolica, población de lengua náhuatl; el autobús tardaba cuatro horas en llegar a esa población, partiendo de Orizaba. Llegué a la Inspección Escolar donde me atendió el maestro de Chicontepec, Jesús Ciriaco Silva, quien me tomó la protesta respectiva y me extendió el oficio para ejercer la docencia.
 
Con tres cajas de libros y mi indumentaria, inicié la caminata rumbo al centro escolar de concentración Guadalupe Victoria; sinceramente aguanté solamente dos horas a pie y tuve que hacer, en Xochitla, un descanso para luego reemprender el camino hasta esa población inolvidable. Tomé posesión como maestro de tercero y cuarto grados del centro escolar mencionado y me puse a trabajar.
 
En las tareas de carácter social tuve el privilegio de conocer a don Serafín Puertos Amador, con la ayuda de este hombre generoso logré avanzar pues con él conseguí los elementos básicos para trabajar técnicamente en la parcela escolar. Facilitó herramientas, proporcionó personal, regaló a la comunidad escolar y a la sociedad de padres de familia, becerros, coadyuvó para que se levantaran un gallinero y un criadero de cerdos y obviamente veía con enorme alegría cómo en la comunidad escolar se explotaba la parcela de cinco hectáreas; lo que más disfrutaba don Serafín era observar a un profesor utilizar la tierra para enseñar geometría a los alumnos. Con su ayuda se hizo la hortaliza, se sembraron maíz y frijol, se canalizó el agua y llegó a ser una institución de impacto regional, porque don Serafín estaba siempre pendiente para ayudar al personal docente y yo me sentí muy privilegiado con su actitud humana que consistía en coadyuvar y conducir honradamente recursos hacia el mejoramiento de la comunidad.
 

Don Serafín vivía en Atexcatitla, congregación ubicada en medio de montañas difíciles de escalar. Cuando lo visitaba, ocasionalmente observaba culebras y otras especies salvajes. Él siempre trabajaba con enorme honestidad para impulsar la producción de café y otros frutos agropecuarios que eran muy importantes para la vida de su familia y sus colaboradores.
 
El pasado día 24 de junio me hablaron de Temaxcalapa, y me dijeron: “Le comunicamos, con mucha tristeza, que acaba de morir don Serafín Puertos Amador”. Esta noticia me impactó, la sentí porque lo conocí a él y a toda su familia, traté a su esposa y obviamente a sus hijos, tuve una relación de amistad muy respetuosa con Silvia, Robertina, Irma, Alejandra, Donato y Serafín.
 
Estas líneas las escribo para externarle a las comunidades de Zapaltecalt y de Atexcatitla el pésame sincero de un profesor agradecido con esa familia ejemplar que fundó don Serafín Puertos Amador, a quien reconozco como un campesino aficionado a la lectura, quien gustaba de los libros clásicos. Le encantaba externar detalles de cuentos que leía y otros que inventaba sobre animales fantásticos y realidades de su entorno.
 

En paz descanse.
 
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