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Columnas y artículos de opinión
Nación en riesgo
Helí Herrera Hernández
29 de septiembre de 2014
alcalorpolitico.com
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Twitter:HELIHERRERA.es
 
¿Qué es lo que esta sucediendo en México que lo que observa el pueblo no coincide con lo que ve la clase política gobernante?
 
Esa es la pregunta más recurrente que se hacen millones de compatriotas a través de las redes sociales, de artículos en los medios de comunicación escritos, de programas radiofónicos, en los restaurantes, cafés, oficinas, mercados, ¡vaya!, hasta en las iglesias y catedrales que cada vez critican más sus autoridades, al gobierno.

 
Y es que los últimos acontecimientos que tan solo en este año se han vivido, dan pie a coincidir con la percepción que fuera de México se tiene: de que es un país en riesgo, dada la descomposición social que se vive, producto de la inseguridad, de la parálisis económica, del desempleo, de la pérdida de valores y, porque no, del hastío de las masas contra su gobierno, cuyos miembros se enriquecen brutalmente (ya ve usted en nuestro Estado de Veracruz funcionarios que hasta hace 10 años andaban consiguiendo dinero para sobrevivir, y hoy son dueños de edificios, plazas comerciales, restaurantes de lujo, de franquicias carísimas, etc.).
 
Andan las cosas tan encontradas que hay sectores de la población que ante la ola de robos, de muertes, de levantones, hasta justifican lo ocurrido en Tlatlaya, Estado de México, donde 22 personas dedicadas a la delincuencia organizada murieron a manos del Ejército la madrugada del 30 de junio, y por presiones venidas desde Washington se están investigando con mayor profundidad pues al parecer, hay indicios que fueron ejecutados por la soldadesca, y hay miles de gentes que afirman que fue mejor eso a que por la corrupción que vive el gobierno, a los pocos días salieran libres y delinquiendo de nueva cuenta.
 
Tal criterio se ubica entre lo más delgado del hilo o de la liga, porque nos acercamos al límite de la paciencia social que prefiere la justicia por propia mano que la que las leyes estipulan, porque los encargados de aplicarla son corruptos y están del lado de los secuestradores, de los pillos, de los hampones.

Si en el ejército mexicano ya no hay disciplina ni orden, y de mandos medios para abajo toman decisiones de esta naturaleza, pues como dijera aquel filosofo “que dios nos agarre confesados” porque aunque usted lo dude, este es el principio de un camino sin regreso, inclusive de una dictadura militar, que al ver tanto la Marina, la fuerza área y el ejército que el gobierno constitucional civil no funciona, pues ellos se abrogan el ejercicio del Poder Público.
 
¿Escuadrones de la muerte? Parece ser que sí, porque lo de Tlatlaya es algo que salió a la luz pública tanto por el número de muertos como del simplismo como se alteraron las escenas del crimen, que muestran un fusilamiento y no un enfrentamiento, que derivó en una exigencia de las autoridades norteamericanas para que se esclarezcan los hechos a cabalidad. De no haberse suscitado esta orden, el caso estaría cerrado.
 
Si a este lamentable suceso le abona el ocurrido la semana que recién terminó, con el levantón y asesinato del diputado federal Gabriel Gómez Michel, que todo indica fueron autorías intelectuales y materiales del crimen organizado, específicamente del cartel Jalisco Nueva generación, pues la situación nacional se pone peor, porque este hecho demuestra la vulnerabilidad de los legisladores encargados de hacer leyes, que beneficien o perjudiquen a diferentes estratos y grupos sociales, porque si no aceptan chantajes y/o actos de corrupción, pues ya saben lo que les espera si no ceden a las peticiones no solo de grupos delincuenciales organizados, sino de gentes con poder económico que buscan en el Congreso de la Unión decretos y leyes que les permitan acumular más poder y riqueza.
 

Ya son varios los diputados levantados y asesinados, pero también muchos familiares de ellos que han corrido la misma suerte, y eso nos lleva a una sola conclusión: De hoy en adelante, estos hombres y mujeres miembros del Poder Legislativo van a corromperse antes que les suceda lo que a sus compañeros, y pondrán, nos guste o no porque ellos son los encargados, en riesgo –la institucionalidad del país-, lo que agravara la fragilidad en la que estamos.
 
Anda tan nervioso el gobierno federal, que no se da cuenta que él mismo violenta las garantías individuales, las de movilidad y asociación, tal y como sucedió la noche del pasado 15 de septiembre en el zócalo de la ciudad de México, donde dio muestras de un autoritarismo rapaz, inconcebible, cuando miembros de la policía federal –manosearon y cachearon- a niñas y niños, inclusive bebes, en una franca violación a los derechos humanos y a tratados internacionales.
 
Las imágenes que se difundían en la redes sociales de esos hechos generaron indignación no solo en México sino en el mundo, principalmente en las naciones desarrolladas que no daban crédito a cómo los policías “tocaban”, por decirlo educadamente, a niñas y niños de 1, 2 o 3 años, y en algunas fotografías sacadas por revistas nacionales hasta bebés, ¿En búsqueda de qué? ¿De bombas? ¿De cuernos de chivo? ¿De AR15? ¿De pistolas 9 milímetros que llevaban escondidas entre sus pequeñas ropitas esos bebés y niñas?
 

Indignación fue lo primero que me brotó en el cuerpo y en la mente al observar esas escenas, mientras la familia real estaba luciendo prendas de 30, 40 y 50 mil pesos arriba en los balcones de Palacio Nacional, desparpajando en ese histórico inmueble olores a Chanel, a Elizabeth Arden, a Giorgio Armani, a Salvatore Ferragano.
 
Hasta esto han llegado estos gobiernos neoliberales, hasta tenerles miedo y pavor a los niños de México, mientras la nación se les deshace entre sus manos.