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Columnas y artículos de opinión
Hemisferios
La ONU: del fiasco a la reforma
Rebeca Ramos Rella
2 de octubre de 2014
alcalorpolitico.com
Los contrastes pululan; unos hablan; otros actúan; unos matan, otros concilian; unos defienden otros amenazan; unos son reconocidos, otros son criticados; algo cambia y rompe esquemas, mientras algo más se atasca arcaico, negándose a revisión. Los extremos de una misma línea, nos invitan a reflexión profunda.
 
En las últimas semanas, hemos escuchado grandes discursos. Los que declaran la guerra; los que la provocan y la avivan sangrienta y los que llaman a la paz y al diálogo. Los discursos urgiendo las reformas necesarias; los que han tenido éxito y los que se quejan de ayuda. Los discursos de la guerra justa, que no existe, porque nunca lo es y los que claman por la legitimidad en el uso de la fuerza, que tampoco es la solución.
 
También hemos visto mucha acción mortífera y mucha actividad diplomática, para la guerra y para la paz. Septiembre siempre es mes de malos recuerdos y de grandes cambios para la humanidad, aunque para nosotros los mexicanos es el tiempo de la Patria y del nacionalismo, que los menos, honran con sus cotidianas conductas, peor, una vez al año, meritan la raíz.
 

Un día antes del amargo recuerdo del 11 de septiembre, el Presidente Obama, por fin definió su decisión y declaró la guerra al fatídico Estado Islámico, que ciertamente ni es Estado ni representa en absoluto, la esencia del Islam. Lo más que demuestran es ser un conglomerado bien organizado, bien armado y entrenado de dementes terroristas, resentidos, crueles y excedidos en su postura, que le han dicho al mundo que todos morirán, por su cuchillo a la yugular.
 
Tan desproporcionados, en irracionalidades, excesos absurdos y bastante mortales y brutales, siembran el terror desde lo cotidiano, ahí en las regiones que han claudicado a su poder destructivo y regresivo, como cuando detienen a una mujer caminando en alguna calle de la Ciudad de Raqqa, en Siria, para cuestionarla por no comportarse bien en público y llevar mal puesto el Niqab –velo que sólo deja una rendija a los ojos-, si no le cubre bien la cara y para exigirle que se tape pues “Dios ama a las mujeres cuando están cubiertas”.
 
Tan desquiciados que desnudan para humillar a cientos de kurdos, antes darles el filo de la muerte atroz. Tan ¡¿atractivos?! para las europeas, que abandonan sus casas burguesas, su vida de libertades, para convertirse en esposas tapadas, sometidas, enclaustradas y cautivas de cualquier derecho, a cambio de proliferar a los nuevos hijos del terror. Y las vemos, gracias a alguna valerosa, que las graba a escondidas, con un brazo cargando al vástago y con el otro a la AK 47, chateando en inglés o en francés, si los maridos lo permiten, con la familia lejana que desesperada y temerosa no comprende las razones de la huida y de la nueva vida de su hija: -“Estoy bien…todo lo que ven por televisión es una mentira…aquí voy a quedarme…”-.
 

Mención aparte para las potencias europeas, para Australia, Canadá y EUA, el obligado análisis sobre esta conducta social incomprensible, entre las y los jóvenes de sus países, que han optado por sumarse a los “malos”, volverse como ellos y, antes que condenar sus actos espeluznantes y combatirlos, deciden ser parte del horror.
 
¿Cuál será el origen de la decepción y de la inconformidad social de las nuevas generaciones de esos países, que se destierran y se van para allá, a Siria, a Irak, para engrosar el ejército de los “mártires” y buscar la muerte o aprender a matar sin misericordia, sin culpas, para arrodillarse frente a los bárbaros, por voluntad propia?
 
¿Qué es lo que está fallando?
 

Algo anda mal. Muy a pesar de lo que Obama aseveró en su discurso reciente frente a la Asamblea General de Naciones Unidas en su 69 Aniversario. Obama dijo: “Con frecuencia les digo a los jóvenes en EUA que más allá de los encabezados, este es el mejor tiempo en la historia de la Humanidad, para haber nacido; porque Ustedes, más que nunca antes, pueden ser letrados, ser sanos y ser libres para perseguir sus sueños…” Y ya le respondieron.
 
Y si la ONU como bien recordó Obama, se creó precisamente a partir de la decisión colectiva global de jamás permitir las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial y de fortalecer la paz, la seguridad y la convivencia en respeto y derecho, sigue siendo el Consejo de Seguridad, incambiable desde la posguerra, el órgano empolvado que fuerza, veta y determina la última palabra de cuándo, cómo, por dónde, con quienes, contra quienes batallar, bombardear, deponer, imponer, intervenir, invadir.
 
Resonó el eco de las voces del resto del orbe, las otras 188 naciones, que exigen ya no ser ignoradas por la voluntad e intereses de los otros cinco que marcan la geopolítica y la acción resolutiva de Naciones Unidas. La Asamblea General cada año sube a deliberar y exponer en la máxima tribuna global, en un ejercicio democrático mundial sin mayor trascendencia que lo planteado en sendas piezas de oratoria, que ahí quedan en el record de los aniversarios del Sistema multilateral, sin más solidez ni definición, porque es en otro lado, en el encierro estratégico del Consejo, donde las potencias definen, votan y vetan y ordenan.
 

Estados Unidos, Francia, Rusia, China y Reino Unido, los miembros permanentes que ya no representan al globo hace décadas, no sueltan prenda y aunque los otros 10 miembros del Consejo de Seguridad, hablan, concientizan, denuncian, exigen y votan, el poder del veto de las superpotencias los castra.
 
Pero esta vez, este año, retumbó el salón de sesiones de la Asamblea General. Mientras Obama como anfitrión, en largo e inusitadamente tedioso discurso de 40 minutos, trató de convencer a la Humanidad del peligro del Estado Islámico y de la oportunidad de aplastarlos en coalición hasta desaparecerlos, propuesta que todos apoyaron en consenso; otros dos en especial, destaco, abundaron sobre los orígenes de la amenaza a combatir, precisamente en la parálisis de la ONU, en la verticalidad que ha sembrado resentimiento, desconfianza y odio en regiones del mundo, golpeadas por las resoluciones del Consejo de Seguridad, para transformarla en una entidad global autónoma, más representativa, –más democrática-, más plural, más moderna y actualizada en operación, mandatos y en resoluciones, donde más de cinco puedan impulsar la buena gobernanza y la mejor cooperación internacional.
 
Fue nuestro Presidente quien secundó la crítica en tono constructivo y comparativo para reformar, de una vez a la ONU y al Consejo de Seguridad. Peña, quien por cierto fue el orador número 15 en el llamado “Segmento de Alto Nivel”, es decir en la primera ronda de 18 líderes, de 193, sólo atrás de dos latinoamericanos, Brasil, que por tradición abre el debate y de Chile y, arriba de Argentina.
 

Señal gratificante para Peña Nieto y para México, que así sumó a los reconocimientos relucientes que recibió en la semana más global del año, en la ciudad más cosmopolita del mundo, en Nueva York.
 
Moderado pero conciso, Peña Nieto, con su magnífica habilidad en oratoria, emuló lo acontecido en México, las 11 reformas estructurales logradas en consenso histórico; la revolución pactada sin gritos ni sombrerazos, para reposicionar al país y reinsertarlo en la dinámica global que reclama cambiar, para crecer. Si en México se superaron los tabús, las inercias, las resistencias, ¿Por qué la ONU no puede hacerlo? Si lo alcanzamos en México con el Pacto por México, -sin mencionarlo así-, ¿Por qué no un Pacto por el Mundo? Y les espetó, que en México vamos tan en serio en la ruptura de paradigmas, que por vez primera en la historia de la diplomacia mexicana, tradicional, prestigiada y apegada estrictamente a los principios del Derecho Internacional, ahora sí, asumiendo la tan llamada “responsabilidad global” de México, ésta quedaría demostrada con la decisión de Estado de participar en las Fuerzas de Paz de la ONU; es decir, ahora sí habrá Cascos Azules mexicanos.
 
Y pese a que Peña Nieto, nos lo hizo saber, sobre todo al Congreso Federal, desde el pódium de la ONU, ya en sus compromisos de campaña y luego de gobierno, había dejado entrever esa posibilidad. Y aunque el PAN y el PRD le reclamaron desde el Senado, la paternidad de la posibilidad de esa reforma, que implica participar con los Cascos Azules, el debate se dará intenso pero no tan recalcitrante ni riesgoso para futuros acuerdos entre el Gobierno y los partidos opositores. Ciertamente la vocación pacifista de México es una de sus grandes virtudes como árbitro estratégico en la intermediación regional y mundial; pero en tiempos convulsos, en la economía y en la política internacional, hay que forjar alianzas provechosas y cooperar, por lo menos, en labores humanitarias, que plasmen la solidaridad y el deber con el orbe. Esta decisión también expande el foro para opinar y ser considerado con respeto. Así que no le entraremos a las operaciones militares ni a combates. No estaremos en guerra con nadie, ni expondremos a los nuestros. Pero se apoyará.
 

La esencia es el cambio que innova en la Política Exterior de México y lo que Peña mostró como referente a seguir, ante la Asamblea, fue ponerles de frente la opción y la urgencia de la hora, para revisar la efectividad de la ONU. Les dijo que tal como está y, cuidando en no profundizar en los yerros, la dependencia y la evidente incapacidad del Sistema, hay que retomar los propósitos primarios: mantener la paz y seguridad internacionales, que hoy, están seriamente en peligro gracias a la ineficacia, a las confrontaciones de intereses de las potencias, en los conflictos regionales, dígase Siria, Irak, Israel-Palestina, Egipto, Ucrania-Rusia, por mencionar los peores.
 
Les lanzó el misil: “Para hacer frente a los desafíos del Siglo XXI, necesitamos unas Naciones Unidas con un nuevo diseño institucional, con un renovado compromiso por la paz y la seguridad; y, sobre todo, con una agenda de desarrollo amplia e incluyente. Cambiar nunca es fácil, menos cuando se requiere una transformación de fondo que depende de la cooperación de múltiples actores, y cada uno tiene sus respectivas prioridades e intereses. En el caso concreto de la ONU son múltiples las voces que reconocen la necesidad de un cambio, pero, al mismo tiempo, creen que es imposible lograrlo, porque nadie cederá en sus posiciones. En México había una situación similar”.
 
Cerró: “Es tiempo de construir una nueva Organización de las Naciones Unidas para un nuevo siglo. Esto exigirá de todos los Estados, voluntad para escuchar, dialogar, tolerar e, incluso, disposición para ceder”. Tal como el PRI, el PAN, el PRD cedieron para cambiar a México.
Peña obvió el diagnóstico vergonzoso que atasca a la ONU en sus contradicciones e inoperatividad y planteó en positivo la solución. Hay que transformarla. Sí se puede, si se quiere, como se pudo en México.

 
Fue el recién estrenado Presidente de Turquía, que tomó el micrófono con todo el peso de la legitimidad que brinda haber sido, por vez primera, electo por el voto directo, en un país musulmán; en una república joven, pero ya empoderada como una de las economías emergentes más dinámicas del orbe y en proceso de reformas políticas relevantes, quien con la certeza de que Turquía padece los efectos de la disfuncionalidad de la ONU, gracias al agravamiento del conflicto en Siria y en Irak, sus vecinos y de sus hermanos en Gaza, el que en tono recio, agudo y franco, reclamó a sus aliados de la OTAN, a las potencias occidentales, ante la Asamblea General y ante el Consejo de Seguridad, ya como miembro no permanente, la falta de apoyo y –de dinero- para hacer frente a la ola de refugiados sirios, kurdos, gazatíes y yazidis, que huyendo de la guerra civil en Siria, de los bombazos de Israel en el verano y de las barbaridades del Estado Islámico en Siria y en Irak, Turquía ha tenido que hospedar desde hace más de un año, por lo menos.
 
A diferencia de la sutileza de Peña, el Presidente turco Recep Tayyip Erdoğan en su estilo retórico y bastante filoso, puso el dedo en todas las llagas. No sólo criticó la doble cara de la ONU por haber reconocido a un “gobierno impostor e ilegal” en Egipto, - el de Al Sissi-, que es producto de un Golpe de Estado contra el depuesto y encarcelado ex presidente Mohamed Morsi, -electo por las urnas-, sino que reclamó de frente a los potentados, por dejar casi sola a Turquía en medio del problema, en el fuego cruzado en la región.
 
Les reprochó la indiferencia e irresponsabilidad de la ONU y del Consejo de Seguridad para resolver y aportar, como lo marca el Derecho Internacional Humanitario, asistencia, recursos, personal, lo necesario para ayudar a los desplazados por la guerra y por los crímenes de guerra que padecen hace años y que los han orillado a huir a Turquía, en búsqueda de una esperanza de supervivencia.

 
Hablaba clarísimo el Presidente Erdoğan, al tiempo de que Obama lo observaba con gesto adusto al otro lado de la mesa semi-redonda del Consejo de In-Seguridad. Digno del aplauso, por valeroso, certero y contundente, Erdoğan sin pelos en la lengua y con todos en la mano, como acá decimos, sobre Egipto, les espetó: “Las Naciones Unidas como los países democráticos no han hecho nada más que observar el derrocamiento del presidente electo de Egipto y la matanza de miles de personas inocentes que han defendido su propia opción. Y han legitimado a la persona que llevó a cabo este Golpe”.
 
Ante la emergencia que Obama bien fundamentó para detener el flujo de posibles nuevos reclutas del Estado Islámico, desde la frontera con Turquía, hacia Siria y desde Irak; cortar sus suministros de armas y recursos, el Presidente turco recordó los orígenes de la renovada proliferación del terrorismo internacional, en “el doble criterio” de la ONU para lidiar con los conflictos en Medio Oriente.  Y les detonó: “Este año 490 niños han muerto y 3 mil han sido heridos como directos tiros al blanco en la Franja de Gaza(…)frente a ojos del mundo fueron asesinados sin misericordia(…) Sin embargo aquellos oponiéndose a las matanzas en Irak y en Siria fueron acusados sin fundamento por supuestamente apoyar al terrorismo. Aquellos que apoyaron y permanecieron insensibles a las muertes de niños y mujeres, abiertamente participaron en esos crímenes contra la humanidad”.
 
Alusión directa a las potencias europeas y a EUA que envió recursos para armas a Israel.

 
“Esta doble postura derivó en una seria y significativa desconfianza, incluyendo a las Naciones Unidas; lesionó el sentido de justicia y enfiló a millones de personas al desconsuelo y esa desconfianza fue una de las fuentes de poder para el crecimiento del terrorismo internacional”.
 
Y siguió con más: “La ONU ha sido incapaz de encontrar soluciones efectivas a los conflictos de Palestina, Siria y demás países y pudo haber prevenido muchas muertes. No entiendo cómo la matanza de 2 mil civiles por armas químicas fue un crimen mientras la matanza de 200 mil con armas convencionales no lo fue…” -refiriéndose a los muertos con gas sarín en Siria que condenó el Consejo de Seguridad y a las muertes que se ganó Israel en Gaza, para quien no hubo repudio del órgano colegiado-. Y cerró sarcástico: “Todas las masacres son crímenes sin importar el tipo de armas utilizadas. Las Naciones Unidas no han hecho nada más que observar los sucesos, como en Egipto, donde una persona cometió un Golpe de Estado y es reconocido. Si ese es el legítimo camino al poder, para qué existen las Naciones Unidas?”.
 
 ¡Bravo! por el Presidente turco.

 
Y como si fuera poco, sacó las cuentas: “Turquía ha atendido a 1.5 millones de personas con alimentos y medicinas. Pero el mundo no ha dado gran apoyo. Hasta ahora, Turquía ha erogado más de 4.5 billones de dólares para los refugiados sirios y me pregunto por qué los países europeos sólo han recibido a 130 mil(…) A pesar de nuestros sacrificios y de nuestras expectativas de solidaridad, no hemos recibido el tipo de respaldo que hemos buscado de la comunidad internacional”.
 
Sobre la necesaria reforma de la ONU, simplemente aseveró: “El mundo es más que cinco”, en referencia a los miembros permanentes y con derecho de veto en el Consejo de Seguridad. “La situación es inaceptable. Cómo puede impactar la decisión de un solo país, sobre todo el cuerpo de Naciones Unidas”.
 
En su discurso, ya sentado como miembro no permanente del Consejo, Erdoğan se comprometió a detener en fronteras turcas a los combatientes terroristas, pero insistió en agradecer mucho, la muestra del espíritu de cooperación de “nuestros amigos”. Incisivo con razón.

 
Turquía está en la primera línea de riesgo como país de tránsito y también en la mira de los yihadistas para reclutar e incubar su demencial y brutal imposición y su torcida concepción del Islam y, los aliados, poco han demostrado para compartir costos humanos y materiales de tres conflictos que hoy, tienen al orbe al filo de la daga y a Turquía como el país estratégico y confiable para Occidente y para los países árabes involucrados en la ofensiva contra la peor amenaza, el Estado Islámico, para operar, prevenir y resguardar.
 
La 69 Asamblea General de Naciones Unidas, fue la debacle de los grandes temas que aquejan al mundo: el terrorismo, la guerra, el ébola, la nueva agenda de desarrollo, ante el evidente incumplimiento de los Objetivos del Milenio que vencen el año que entra y que no se lograron aún.
 
Pero ciertamente, el fondo es más denso y oscuro. Es el desgaste, el estancamiento, lo arcaico y lo impotente del Sistema de Naciones Unidas, el reclamo colectivo, que ha abonado en el agravamiento de los conflictos que no se resuelven, que no se dimensionan y que se ignoran o se subestiman, en la mira y en el interés de las potencias que tienen el poder de decidir por todos en el seno del Consejo de Seguridad.

 
Si la oratoria templada de Peña y la oratoria mordaz y sagaz de Erdoğan, no se comprenden en la nitidez de la obviedad, que es reformar o reformar a la ONU, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China están sumidos en su terquedad, en su miopía y en su soberbia y ahora más comprometidos para “salvar” al mundo del horror barbárico de los yihadistas que están atentando contra todos y tienen con qué y tienen con quienes.
 
Peña propuso la solución y Erdoğan describió el fracaso. Obama logró el consenso para aplastar a los yihadistas; hasta el gobierno represivo de Al Assad de Siria, tuvo que reclinarse y aceptar que se sobrevuele, por sus enemigos, su cielo soberano, para combatir a sus otros enemigos que también lo son del mundo. Irán ofreció apoyo, en medio de las negociaciones y sanciones de EUA que le exige parar la producción de armas nucleares.
 
En la paradoja histórica que siempre se presenta en estos procesos, los yihadistas han logrado acercar a los enemigos, sentarlos a dialogar; han logrado que finalmente se esté buscando una salida a la guerra civil en Siria, que en ninguna forma, exonera a Al Assad; al final tendrá que irse y habrá de instaurarse un gobierno neutral que garantice reconciliación y gobernabilidad, que seguramente se conformará de entre las filas de los combatientes sirios “moderados”. Los iraquíes tienen nuevo gobierno que esperemos, sea incluyente entre suníes y chiítas. Israel, temeroso y convenenciero, aprovecha para pedirle a Obama que en las conversaciones con Irán, les demande sustraerse de construir una bomba atómica. Y sabe que las negociaciones con los palestinos y ahora en Gaza donde Hamás ha entregado el poder al Presidente de la Autoridad Palestina, deben proseguir, ya que nuevos ataques y masacres a civiles sólo incendiarían a los extremistas que los odian por eso, por asesinar en la impunidad como bien lo puntualizó el Presidente turco en tribuna.

 
Los egipcios tienen la oportunidad de mostrar que, si bien la legitimidad del gobierno de Al Sissi está en entredicho, pueden ganarse la credibilidad o el beneficio de la duda, operando a favor del orbe, contra los yihadistas. El mundo musulmán está indignado por el desprestigio y descalificación que a su religión y a sus preceptos y costumbres, ha deformado el denominado Estado Islámico. Salvar el honor, el respeto y la verdad sobre el Islam es su misión para destruirlos.
 
En tanto, los yihadistas además, ante el magno peligro que ostentan, han obligado a los líderes del mundo, a escuchar unos y a pronunciarse con firmeza otros, para transformar, modernizar, democratizar y convertir, en un sistema más representativo de la comunidad internacional, a las Naciones Unidas y a desconcentrar el mando de la elite de los cinco, que no han resuelto sino empeorado el escenario.
 
Fueron y son las muertes impunes de miles de inocentes, en guerras de odio, absurdas, costosas, racistas, excluyentes e intolerantes, las que claman justicia y alzan la voz por la reforma impostergable de la ONU y del Consejo de Seguridad, que a casi 70 años de su creación, ya requiere una cirugía mayor y a fondo.

 
La Carta de las Naciones Unidas firmada en San Francisco en 1945, ha quedado superada, rebasada, atropellada por el nuevo mundo que ayudó a edificar y que sigue envuelto en las contradicciones del pasado. Urge una nueva, nuevos compromisos, nuevo marco legal, nueva organización. Hay que transformar ya. Crear el nuevo pacto de la Humanidad, que haga realidad la coexistencia pacífica, que todavía, ya vemos, es una aspiración.
 
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