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Columnas y artículos de opinión
La iluminación alemana
Guillermo H. Zúñiga Martínez
13 de diciembre de 2014
alcalorpolitico.com
En nuestro país se conoce ampliamente al educador alemán Enrique Pestalozzi; sus puntos de vista, teorías y criterios los han asimilado educadores de Veracruz; fue tanta su influencia que muchos planteles escolares llevan su nombre y, además, en la enseñanza normal lo recuerdan con admiración y respeto. Destacados profesores han tenido la disposición de analizar sus teorías pedagógicas a fin de aplicarlas a favor de los alumnos en las escuelas primarias.
 
Los normalistas se han enterado que fracasó cuando registró un verdadero desatino en el sermón de prueba, por lo que quedó cohibido y se alejó de la retórica sagrada.
 
Es alentador saber que su transformación se dio cuando conoció dos libros de su época, escritos por el francés Juan Jacobo Rousseau; al darles lectura cambió los proyectos respecto de su porvenir y también sus ideas porque fueron básicos El Emilio y el Contrato Social.
 

No he encontrado reflexiones importantes sobre la doctrina del autor alemán, porque en las escuelas normales lo que más ha importado son sus procedimientos y el método que utilizaba en las aulas escolares.
 
Se ha dicho que la mayoría de los biógrafos ha ignorado su voluntad y deseo de pertenecer a organizaciones relevantes en la séptima década del siglo XVIII, debido a que en las sesiones de trabajo, llenas de secretos y promesas, los miembros eran confiables, razón por la cual Pestalozzi firmó su afiliación a la poderosa organización conocida como los Iluminados.
 
Fue Weisshaupt quien dio origen a la masonería alemana y logró reunir a cientos de germanos en torno a las postulaciones de creyentes en la buena fe de los cofrades, porque hombres distinguidos y altos personajes le habían dado fuerza a la Asociación para servirse de los mismos soberanos a quienes utilizaban como parte activa de la emancipación social. Las reuniones semanales resultaron muy importantes porque había absoluta discreción de todos sus acuerdos y en las creencias republicanas que surgían en sus vidas.
 

Pestalozzi nunca anunció la fecha en que inició sus trabajos dentro del Iluminismo; en el año de 1782 se supo que era militante de la Orden y que lo conocían con el nombre de <Alfredo>. Resulta atractivo saber que le sirvieron cuando manifestó su aspiración de obtener en Viena, cerca del emperador José II, una oportunidad de servir a los obreros y campesinos para hacer posible que elevaran sus circunstancias en lo moral, material y cultural.
 
El maestro quería que los pobres tuvieran una vida mejor, dada su carencia de medios económicos. Su único descuido fue no dar a saber al Soberano cómo lo iba a realizar. La epístola se escribe, pero otro iluminado le contesta y le afirma que la memoria es demasiado defectuosa bajo el punto de vista del estilo y del método, por lo cual no era correcto hacerla de su conocimiento.
 
La idea de Pestalozzi era encontrar una manera de vivir con decoro fuera de su tierra y luchaba desde 1778 por ganar la confianza de sus hermanos, entre ellos Battier, su amigo común, hombre lleno de atrevidos proyectos.
 

Lo que se debe destacar es que Pestalozzi llegó al grado de Jefe del Iluminismo en Suiza; pero bien pronto, desengañado, dejó las filas de la Asociación y sus relaciones fueron ásperas, duras, pero llenas de aspiraciones y de creencias sólidas a favor de los integrantes de fuerzas creativas que buscaban el progreso de los pueblos.
 
Con base en la historia, es del conocimiento genérico que Pestalozzi dejó de pertenecer a las corrientes masónicas, porque advirtió que muchos de sus asociados se dedicaban a la charlatanería y a la taumaturgia, lo cual no es recomendable en ninguna organización de esta naturaleza.
 
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