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Columnas y artículos de opinión
Las enfermedades del capitalismo
Helí Herrera Hernández
2 de febrero de 2015
alcalorpolitico.com
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Twitter: HELÍHERRERA.es
 
Si por economía debemos entender aquella ciencia que estudia los procesos de producción, comercialización, distribución y consumo de bienes y servicios escasos para satisfacer las necesidades ilimitadas de la familias, los economistas son, en consecuencia, aquellos hombres y mujeres que estudian, que se preparan para establecer aquellos mecanismos que hagan posible que la sociedad tenga acceso a alimentos, vestido, educación, salud, cultura y deporte de manera si no desahogada, sí indispensable para llevar una vida con bienestar.
 
El fin de la economía es ese, sin importar en donde viva uno. Lo mismo se persigue en China que en Rusia, en Estados Unidos que en México, y los encargados para lograrlo son los gobiernos emanados de esas sociedades que, a través de partidos políticos buscan accesar al poder para cumplir esos objetivos. Por eso en sus campañas políticas dan a conocer la forma, el mecanismo y los alcances de las medidas que implementarán para lograr ese objetivo superior de generar bienestar social.

 
Por eso es incomprensible, para todo mundano de a pie, que estos políticos (muchos de ellos economistas de profesión), en lugar de construir estos escenarios hagan todo lo contrario: que en lugar de generar empleo con sus políticas publicas multipliquen el desempleo; que en lugar de salarios dignos legalicen sueldos de miseria; que en lugar de implementar acciones que eviten el enriquecimiento de unos cuantos provoquen pobreza y miseria en las masas sociales.
 
Y presumen haber estudiado la economía en Princeton, lograr su maestría y doctorado en Harvard, y usted y yo, que somos producto de universidades públicas y escuelas superiores nacionales llevamos años –el que esto escribe desde 1982-, advirtiéndoles en distintos foros que están haciendo todo lo contrario a lo que persigue la economía, acusándolos de gobernar para pequeñas elites en lugar de hacerlo para millones y millones de sus compatriotas, muchos de ellos enguatusados por su discurso electoral.
 
No requerimos de una bola de cristal para desde hace más de 30 años haberles advertido que las políticas públicas importadas de los Estados Unidos principalmente: (universidad de Chicago), que anunciaban como salvadoras del mundo, iban a generar pobreza en el mundo y concentración de dinero en unas cuantas manos; que no iban a generar bienestar sino hambre, inseguridad, insalubridad e inhumanidad.

 
El neoliberalismo era y es, por lo menos, 3 de los 4 jinetes del Apocalipsis (guerra, hambre y muerte). De allí que cuando Miguel de la Madrid, aconsejado por esa pléyade de economistas incrustados en su gabinete, emanados de universidades privadas norteamericanos, alumnos de Milton Friedman, lo convencieron para desmantelar el sector estatal de la economía, se instauraron las bases para depauperar lenta pero continuamente el nivel de vida de nuestros compatriotas.
 
No hizo caso nunca a las advertencias que economistas talentosos, inteligentes y capaces le hicieron sobre este modelo económico depredador y así, comenzamos con la pesadilla que hoy, en lugar de tener esperanzas de despertar de ella, sigue profundizándose haciendo más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos, con la complacencia de un Estado elitista que, como afirmara Marx, cumple con su obligación de defender los intereses de la burguesía que los llevó al poder.
 
Con este Estado impulsor del individualismo y no de la colectivización hemos visto crisis económica tras crisis; pasar del bienestar social a estadios de pobreza y miseria; de estándares de convivencia social a inseguridad total; de confianza vecinal a desconfianza viral. Nuestros hijos han crecido con devaluaciones, aumentos de precios a todas las mercancías, extorsiones, levantones, secuestros y políticos mentirosos, que hacen lo contrario a lo que prometen como candidatos.

 
Cuando uno les platica cómo crecimos y vivimos nosotros no lo creen, porque los poderes fácticos les han inculcado que el Estado Benefactor fue perjudicial, no dando crédito a los ejemplos sobre la capacidad de compra del salario en la década de los sesentas, setentas y parte de los ochenta; al acceso asegurado a todas las universidades; a comer y vestir bien, al dinero que alcanzaba para ir desahogadamente al cine, al teatro y a practicar algún deporte.
 
Pero llegaron los De la Madrid, los Salinas, los Zedillo, los Fox, Los Calderón y los Peñanietos defensores e impulsores del neoliberalismo y se nos vino el mundo encima, nos empezó a llover sobre mojado porque todavía no salimos de una y ya estamos entrando a otra, por eso no me sorprenden la devaluación actual del peso que ya ronda los 15 pesos con veinticinco centavos; los recortes al gasto público que son sintomáticos desde que tomaron el poder estos hombres, y que han evitado no sólo el crecimiento de nuestra economía, sino el que cada día los hospitales públicos den lastima y termine uno yéndose a morir en ellos; a calles y carreteras con más hoyos; a escuelas sin baños, a lugares restringidos para nuestros hijos en las escuelas superiores de educación; al desempleo, la marginación y el aumento de la delincuencia.
 
“Las enfermedades del capitalismo” diría uno de mis maestros, cada vez más recurrentes y profundas, aunque el quid no son éstas, sino ¿hasta cuándo el pueblo, la sociedad va a soportar a los que abrazan, defienden e impulsan este modelo económico depredador?