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Columnas y artículos de opinión
Café científico
Otra vez las vacunas
Paula Ximena García Reynaldos
27 de febrero de 2015
alcalorpolitico.com
Hace un poco más de medio año, compartí en este mismo espacio mis reflexiones y argumentos a favor de la vacunas y cómo han ayudado a que los seres humanos tengamos vidas más largas y más sanas, pero sobre todo cómo, desde que se inventaron, han contribuido a disminuir significativamente la mortalidad infantil. (A favor de las vacunas, publicada el 18 de julio de 2014 http://alcalorpolitico.com/informacion/columnas.php?idcolumna=7992&c=83#.VO_Y_i5XfIU)
 
En esa ocasión comentaba que a pesar de que contamos con ese importante desarrollo científico y tecnológico, desde hace unas décadas existen una tendencia que va creciendo a evitar las vacunas en los niños pequeños –justamente cuando están más vulnerables a contraer las enfermedades de las que protegen las vacunas-, y que estos movimientos antivacunas, han causado que se presenten por ejemplo brotes de sarampión, en regiones del mundo donde, si bien no se ha erradicado, con la tasa de vacunación adecuada, esa y otras infecciones deberían presentarse sólo de forma aislada.
 
El caso más reciente es un brote de sarampión originado en el parque de diversiones californiano de Disneyland. Cuando en años anteriores en EUA era difícil ver 100 infectados de sarampión en un año, este brote lleva ya unos 140 casos relacionados en apenas tres meses.
 

Rastreando el origen de esta infección se encontró que debe haber comenzado a mediados de diciembre del año pasado y aunque Disneyland sea el lugar de los sueños para muchos niños –y adultos- es justo un lugar que en casos como este puede ser más bien una pesadilla: con grandes concentraciones de personas que van y vienen, pues además de la pequeña porción de los que ahí trabajan, la mayoría son turistas; es decir que pueden llegar a contagiar una enfermedad el sarampión, pero también que irse y llevar consigo ese virus a lugares cercanos o muy lejanos. En el parque de diversiones al menos cinco empleados se contagiaron y hasta principios de este mes se tenían contados dos casos de sarampión en nuestro país relacionados con ese brote.
 
Aunque la epidemia actual no ha alcanzado proporciones alarmantes, lo preocupante es que esto no es algo que debería estar pasando, dado que a diferencia de otras epidemias, como la también muy sonada, causada por el virus del Ébola, para el sarampión sí tenemos una forma muy efectiva de prevenirla, pues existe una vacuna segura y efectiva.
 
A pesar de que es algo esperado, me ha resultado muy triste saber que muchos de los contagiados son bebés muy pequeños, que todavía no estaban en edad de recibir la vacuna; a ellos los debía haber protegido la llamada inmunidad de grupo, es decir que si la población a su alrededor no hubiera sido vulnerable y hubiera estado vacunada, la infección no hubiera llegado a ellos y podrían haber seguido protegidos hasta que fuera posible vacunarlos.
 

Sin embargo la tendencia cada vez mayor de en EUA de no vacunar a los niños ha roto esta protección. En nuestro vecino país a diferencia de en México la inmunización no es obligatoria, cualquier padre puede optar por no vacunar, simplemente apelando a sus “creencias personales”. Se podría pensar que muchos lo hacen por motivos “religiosos” o incluso por ignorancia, pero los padres que más deciden no vacunar a sus hijos son profesionistas, del grupo de personas de clase alta que envían a sus hijos a escuelas privadas.
 
Su objeción más grande está basada en una mentira que de tanto repetirse, muchos la han terminado creyendo: que las vacunas causan autismo; que partió de un estudio fraudulento hecho por un inglés, el cual fue desacreditado, pues no sólo usó pruebas poco éticas para obtener resultados, sino que falseó sus resultados para ajustarse a la conclusión de que las vacunas causaban autismo. Su principal argumento estaba basado en que el timerosal, un agente conservador en las vacunas, es un compuesto organometálico de mercurio, que en concentraciones elevadas es tóxico.
 
Esto es muy cierto: el mercurio es tóxico, la mayoría de sus compuestos lo son. A mí de ninguna manera se me ocurriría añadir una cucharada de timerosal a mi café matutino, pero no tengo ningún problema con que mi hijo sea vacunado, ¿por qué?
 

Porque para empezar el mercurio causa envenenamiento, no autismo, y para terminar, ese envenenamiento ocurre a dosis mucho muy superiores que lo contenido en las vacunas: para que un niño preeescolar, de unos 14 kg de peso, se envenenara fatalmente con mercurio haría falta que consumiera alrededor de 1 g de timerosal. La cantidad añadida en una dosis de una vacuna es aproximadamente 25 microgramos, es decir 0.0000025 g, lo cual claramente está muy, muy, muy por debajo de la dosis letal. Más aún, para disminuir cualquier riesgo –y sobre todo la inquietud de algunos padres-, el timerosal se ha ido eliminando como conservador en algunas vacunas.
 
Si el timerosal no está presente en las vacunas, existe un argumento menos para los antivacunas –aunque no fuera un argumento válido-, desgraciadamente tienen todo un catálogo de malos argumentos para no vacunar, entre los que también incluyen: “si yo no vacuno a mi hijo esa decisión sólo lo afecta a él”. Con el brote de sarampión de Disneyland sabemos que esto no es cierto: cada persona no inmunizada contribuye a esparcir la infección.
 
La falsa sensación de seguridad de los padres antivacunas de EUA, viene por un lado de que forman parte de una clase privilegiada, hasta cierto punto aislada de peligros de infección, pero sobre todo tiene que ver con la inmunidad de grupo -que ahora ellos mismos han roto- y que había protegido a sus hijos hasta ahora.
 

En México la inmunización para niños y bebés es obligatoria, justamente hoy viernes 27 de febrero está terminando la Primera Semana Nacional de Vacunación, enfocada para iniciar y completar esquemas de vacunación, entre el que se encuentra la inmunización contra el sarampión, que, por cierto, es una enfermedad mortal: en el mundo, de cada 10 niños que lo contraen, al menos uno muere.
 
El timerosal se sigue usando como conservador en la mayoría de sueros antiofídicos, es decir los antídotos para los envenenamientos por picadura de serpiente. Me pregunto si algún padre antivacunas al saber esto, se negaría a que se lo administraran a su hijo después de que lo hubiera atacado una serpiente venenosa.
 
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