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Sección: Estado de Veracruz

Las palabras de la ley

El "codiguito penal"

Salvador Mart?nez y Mart?nez Xalapa, Ver. 26/08/2016

alcalorpolitico.com

En esta ocasión el pre-texto, que no pretexto, de los comentarios aquí vertidos podrían ser un raudal de noticias que expresan el clamor popular de seguridad pública, basta recorrer los reportes en alcalorpolítico.com para constar el aserto.

Aseveran quienes han estudiado estas cosas que, la seguridad pública exige vigilancia, pero cuando so pretexto de vigilancia se detiene a alguien sin que haya ningún motivo más que la decisión arbitraria de un policía, entonces a este alguien se le está imponiendo una pena. El reporte informativo será útil para platicar con el lector sobre algo que los enterados llaman “leyes eventualmente penales”.



Los abogados, peritos en leyes, se asombran si se les dice que los ciudadanos, legos en leyes, son unos comprensores de las normas cuando cumplen o incumplen las mismas, aunque para ello sólo se sirva del sentido común o de la ponderación subjetiva de utilidades.

Se afirma que cuando el ciudadano intenta aplicar una norma a una situación suya concreta efectúa una comprensión peculiar de esa norma, que es comprensión jurídica, pero que no se confunde con la comprensión que de ella tuvo el legislador ni con la que tiene el juez ni con la que tiene el intérprete doctrinal de la misma. La singularidad de la comprensión ciudadana se manifiesta en que para él es un-saber-a-qué-atenerse respecto a un derecho promulgado para toda la sociedad y para un número indefinido de situaciones.

Que las leyes digan o declaren que regulan con un objetivo y en la realidad tengan otro resultado es bastante común y no por mala fe de los legisladores ni siquiera de muchos intérpretes, pues en la mayoría de los casos el fenómeno se produce porque la realidad opera de modo diferente al imaginado.



A su manera, el ciudadano se dio cuenta del fenómeno cuando el Estado de Veracruz se dio su reglamento de tránsito (ley en sentido material, dicen los abogados) y su máxima expresión fue el rechazo –por arbitraria- de la llamada “foto-multa”. Se suprimió dicha arbitrariedad, pero quedó con plena validez el citado reglamento, convertido subrepticiamente en un “codiguito penal”, cuyas reglas por muy dignas de aplauso que sean, tienen consecuencias jurídicas aterradoras... para los pobres.



Existen tres clases de leyes penales: manifiestas, latentes y eventuales. Las leyes penales hacen hábil el ejercicio del poder de castigar y es una idea común que castigar es tarea de los jueces, pero no, la misión de los jueces no es castigar sino acotar o reducir el castigo, por lo menos la de aquellos que toman su trabajo en serio.

Son leyes eventualmente penales todas las que hacen hábil la coacción directa policial, que adquiere carácter de castigo cuando excede lo necesario para neutralizar un peligro inminente (un peligro de algo que amenaza o está por suceder prontamente) o interrumpir un proceso lesivo en curso.



Es necesario precisar con la mayor certeza posible los momentos punitivos del poder que habilitan estas leyes para de algún modo legal excluirlos, pero también es una precisión difícil. Pagar una multa por la infracción a una regla de tránsito puede ser cosa de risa para quien tiene posibilidades económicas. Pero, para los trabajadores que viven al día, pagar una multa de éstas, es una verdadera pena, es un castigo que no acota un juez imparcial ni se aplica mediante un debido proceso (donde al menos sea escuchado).

El asunto no deja de ser curioso, pues, asevera algún prestigiado penalista que, en cuanto a la criminalidad de tránsito, la benignidad punitiva latinoamericana es evidente, en razón de la procedencia social de los criminalizados, de los intereses de las corporaciones productoras de vehículos, de otros grupos empresarios a los que la criminalización puede molestar, o de las compañías aseguradoras, a causa del bajo precio de la vida humana en sede civil en la región (en México se canta que “la vida no vale nada”).

En las actuales condiciones el clamor popular por más seguridad pública seguirá en aumento (porque es inducido), pero el clamor minoritario por un reino del derecho reclama el respeto a los derechos humanos.



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