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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

"Colapso climático"

José Manuel Velasco Toro 23/01/2020

alcalorpolitico.com

Greta Thunberg junto con con muchos jóvenes que nacieron y pertenecen al siglo XXI, sobre quienes recaerá el peso de las consecuencias derivadas del cambio climático si seguimos impávidos ante tal realidad, han hecho suyo el conocimiento científico para explicar y demostrar que el cambio climático es una realidad insoslayable y que debemos actuar con decisión para frenar las causas de su origen y desarrollo.

Esto implica, desde luego, un cambio en nuestros hábitos de vida soportada en el alto consumo de combustibles fósiles, frenar de tajo la compulsiva conducta destructiva de los sistemas ecológicos, parar la alocada deforestación, modificar nuestro voraz apetito consumista, reorientar el crecimiento urbano que es devastador del medio ambiente y, desde luego polémico por las implicaciones ideológicas que conlleva, reducir el crecimiento poblacional. Factores principales, entre otros más, del incremento de la temperatura en la atmosfera terrestre que es resultado de la acumulación de CO2 (dióxido de carbono), así como de otros gases que tienen un efecto invernadero.

Actividades humanas que, desde 1860, fueron detectadas como causantes del aumento de la temperatura media mundial en la superficie terrestre, aunque en ese momento no se vislumbró qué efectos podía tener a futuro. Una centuria después, en 1965, el gobierno de los Estados Unidos advirtió que el uso de combustibles fósiles estaba propiciando condiciones que generarían un "cambio climático irreversible", momento a partir del cual se empezó a hablar de "cambio climático" para reseñar las consecuencias del calentamiento global, dinámica que consiste en el aumento de la temperatura del planeta por la acumulación de gases en la atmosfera que atrapan el calor e impiden su disipación y actúan como un cobertizo, de ahí el nombre de "efecto invernadero".

Sin embargo, el climatólogo Peter Kalmus, científico del Jet Propulsion Laboratory de la NASA, ya no habla de "cambio climático", sino de "colapso climático", algo de lo que Greta Thunberg le ha reclamado a la cumbre política internacional. ¿Por qué razón? Resulta que los efectos previstos desde la década de los años sesenta del siglo XX, ya no son meras probabilidades esperadas como consecuencia del incremento de la temperatura media global, sino que ya son una realidad que está mostrando su rostro catastrófico para la civilización humana que es, paradójicamente, la causante del proceso de calentamiento global. Y esa situación se irá complejizando en la medida en que continúe incrementándose la temperatura por las emisiones de gases de efecto invernadero.

La "catástrofe climática" ya afecta a todos los niveles de la vida en el planeta, pero, sobre todo, afectará la civilización construida durante milenios. Civilización, que en los dos últimos siglos, dirigió sus pasos hacia el progreso soportado en la generación de energía derivada de la quema de combustibles de origen fósil, base de la economía capitalista soportada en la lógica del consumo creciente. Y si bien hace poco más de medio siglo que lo sabemos, nada se ha hecho para reorientar el rumbo, salvo los estudios científicos que hoy nos aportan un amplio conocimiento de lo que sucede, por qué sucede y cómo es qué debemos actuar, con urgencia, durante los próximos 20 años, a partir de hoy, para evitar un colapso civilizatorio.

¿Cuáles son los efectos que ya están aquí? Sequía atípica y prolongada en diversas regiones del planeta (México, España, Francia, Australia, Centro América, Chile, Taiwán, Filipinas, Vietnam, el Cuerno de África en la región en el oriente del continente, por ejemplo) que han generado pérdidas agrícolas y pecuarias, así como escasez hídrica que afecta el abasto humano, sobre todo en las grandes urbes; la sequía, por otra parte, propicia el aumento de las condiciones para incendios forestales y de pastizales (como lo ocurrido recientemente en Australia y Amazonía), eventos que tienen profunda repercusión ecológica, económica y social. La contraparte de la sequía: lluvias intensas y fuertes borrascas como la que afectó, este año, las costas de Cataluña donde el mar inundó tres mil hectáreas de arroz en el delta del río Ebro (El País, 22/01/20).

La absorción de CO2 por los océanos está aumentando la acidificación del agua marina, lo que afecta drásticamente los procesos de vida de los organismos marinos y, por tanto, reduce el potencial de una fuente de abasto de alimentos. El aumento de la temperatura global está acelerando el derretimiento de los hielos continentales y glaciales, lo que aunado a la dilatación térmica de los océanos, ya provocó el aumento del nivel del mar, pues éste subió entre 3 y 4 centímetros durante la pasada década, observándose que en 2017 ya era superior en 77 centímetros al reportado en 1993, aumento que, de continuar a ese ritmo, será verdaderamente catastrófico para millones de personas que viven en islas y costas continentales y sobre todo, para la población que vive en zonas altas que se verá invadida por las migraciones climáticas. Si la temperatura llegara a aumentar 2° C, se provocarían olas de calor de entre 47° C y 50° C, con efectos desastrosos para la salud, agricultura y bienestar social.

La perdida de la suficiencia alimentaria planetaria traerá hambrunas, revueltas sociales y desplazamientos masivos de la población de las regiones más afectadas. Tal vez se diga, sobre todo por los negacionistas del cambio climático y por quienes no poseen más información relacionada, que lo dicho es exagerado e imposible. Pero la realidad es que sí es probable que suceda si no cambiamos nuestro estilo de vida.

Hay que actuar personal, familiar, local y globalmente para orientar nuestro paradigma hacia la sustentabilidad para la vida planetaria. Tenemos que proceder cooperativamente para frenar la "catástrofe climática". Llamar con energía a la comunidad política, industrial, empresarial y educativa, pero sobre todo a la sociedad, para accionar medidas que impidan el colapso de la civilización humana. Hay que acelerar la nueva revolución energética para "enchufarnos directamente al sol", como dice metafóricamente Peter Kalmus y dejar de seguir produciendo energía utilizando combustibles fósiles. De lo contrario, ya lo advirtió la propia Casa Blanca en su informe de 1965, el escenario será "apocalíptico".