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Sección: V?a Correo Electr?nico

¿Evaluar a los evaluadores?

Manuel Mart?nez Morales 25/04/2013

alcalorpolitico.com

Desde la década de los 80’s cobró fuerza la intención, por parte de los gobiernos neoliberales, de desmantelar la educación pública en México socavando los principios fundamentales que la sostienen; a saber, que debe ser gratuita, laica, democrática y científica. La piedra angular de esta embestida en contra de la educación pública es una concepción distorsionada y perversa del concepto de evaluación. Desde aquellos años comenzó a gestarse el discurso de la “calidad” educativa –sin que hasta la fecha se defina con claridad que se entiende por ésta– y, concomitantemente, se crearon instituciones evaluadoras. Todo ello porque se decía, y se dice, que sin evaluación no podrá alcanzarse la mentada calidad educativa. Nada más cierto, solamente que en el contexto de este discurso se confunde –intencionalmente digo yo– el concepto de evaluación con el de medición, términos que no son sinónimos.

Como lo sabe todo docente, la evaluación educativa es un proceso continuo en el tiempo, que comprende varias dimensiones y que no se reduce a la simple medición a través de la aplicación de exámenes. El propósito de la evaluación es conocer si hay un acercamiento a los objetivos señalados en el programa de estudios y, en caso contrario, tomar las acciones correctivas que se consideren pertinentes. De ninguna manera la evaluación educativa tiene como finalidad premiar o castigar, objetivo que declaradamente persigue la supuesta evaluación que desde el poder nos proponen.

Por ejemplo, durante un ciclo escolar, evaluamos a nuestros alumnos en la interacción cotidiana, dando cuenta de su participación en clase, la entrega y revisión de tareas, aplicando exámenes parciales y –si el grupo no es demasiado grande- tratando de conocer la problemática individual de cada estudiante. Posiblemente al final del curso se aplique un examen final, cuya calificación formará parte de la evaluación. Pero lo que nos interesa, como docentes, es la retroalimentación que día a día la evaluación continua nos proporciona.



Entonces hay un engaño cuando se quiere hacer creer al ciudadano que la aplicación de un examen (la prueba Enlace, los exámenes Ceneval, etcétera) constituye una evaluación de la cual, según los gestores de esta política, se desprenderán decisiones cruciales sobre escuelas, estudiantes y maestros.
Esta confusión da origen a un sinnúmero de arbitrariedades pues, para comenzar, existe evidencia de que los dichos exámenes (Ceneval, Carrera Magisterial, Prueba Enlace) ni siquiera satisfacen los requerimientos técnicos mínimos que -según la teoría psicométrica- deben tener, como son su confiabilidad y validez.



Por ejemplo, según estudios realizados por el propio Ceneval, sus exámenes tienden a ser discriminatorios por género, nivel socioeconómico y origen étnico. Un estudio realizado con base en los resultados del examen único para el ingreso a la educación media superior (preparatoria) en la Ciudad de México, aplicado desde hace casi dos décadas, muestra que el examen favorece a estudiantes provenientes de hogares con más altos ingresos.

Veamos los siguientes datos que relacionan el ingreso mensual familiar con el puntaje promedio obtenido: menos de 500 pesos/ 875 puntos; de 501 a 1000 pesos/ 890 puntos; de 1001 a 2000 pesos/ 900 puntos; de 2001 a 3000 pesos/ 909 puntos; de 3001 a 4000 pesos/ 915 puntos; más de 4000 pesos/ 923 puntos. (Hugo Aboites: La medida de una nación. Los primeros años de la evaluación en México. Historia de poder y resistencia (1982-2012).UAM-CLACSO-ITACA. 2012).

Como puede apreciarse, a mayor ingreso familiar mensual corresponde un mayor puntaje en el examen de selección. En otras palabras, estudiantes que provienen de hogares con bajos ingresos tienen una baja probabilidad de ser aceptado en la escuela preparatoria a la que quiere ingresar. Lo cual es consecuencia de la forma en que el examen ha sido diseñado, pues se ha tomado como población base para la calibración del examen a aquella que corresponde a lo que llamamos clase media alta. Así que esta prueba está sesgada en términos del nivel socioeconómico.



Igualmente estos exámenes discriminan a las mujeres. Con referencia a la misma prueba se tiene que para los hombres el promedio de aciertos en el examen fue de 80, en tanto que para las mujeres fue de 78. Hay que considerar que la diferencia de un solo punto puede significar el ser aceptado o rechazado para ingresar a determinada escuela.

Estudios realizados para el examen de ingreso a la educación superior (EXANI) demuestran estos mismos sesgos y otros. Lo que sorprende es que, conociendo esta situación, quienes que diseñan, aplican y analizan estas pruebas no hagan nada por corregirla, existiendo los métodos apropiados para ello. Pero, en opinión de quien esto escribe, lo que sucede es que estos exámenes tienen precisamente el propósito de clasificar y excluir a la mayoría de los jóvenes demandantes de un lugar para realizar sus estudios en los niveles medio superior y superior, puesto que desde hace tres décadas ese ha sido el objetivo –dictado por organismos como el Banco Mundial y la OCDE, al servicio del capital corporativo transnacional- que guía el empeño neoliberal por privatizar la educación en México.

¿Será el momento de evaluar a los evaluadores?



(Si le interesa el tema, lo invito a la presentación del libro aquí citado, con la participación de su autor, que tendrá lugar el miércoles 1 de Mayo, en el marco de la FILU, a las 16:30 horas en la Galería de Artes Plásticas).