En 1985, viví en carne propia la tragedia del terremoto. En ese entonces sin selfies y redes sociales, la sociedad mucho muy por encima de su gobierno, como ahora, como siempre.
Semanas más tarde, la solidaridad y vitalidad espontánea de una enorme fuerza de mexicanos cedió paso al trabajo, la escuela, la cotidianidad.
La vida misma nos re-ingresó a la inercia. El sistema, acabó por re-alinearnos, hasta para el megafraude electoral de 1988.
En lo humano y personal como en lo social, cuando enfrentamos una catástrofe como la del sismo, nos rebelamos, pero también nos revelamos. Como grupo social y como personas nos confrontamos en lo externo y lo interno: Nos hundimos o resurgimos; nos paralizamos o actuamos.
En lo personal, cuando no aprendemos las lecciones, la vida nos hace repetirlas hasta que lo aprendemos.
En lo social de igual manera, si no aprendemos la lección, la naturaleza o la historia nos volverán a poner en esas circunstancias, hasta que las aprendamos.
Hoy veo imágenes, escritos, reflexiones, noticias, post, y demás cosas, vuelvo a re-vivir todos aquellos sentimientos:
- frustración cuando encontrábamos muertos;
- impulso y convicción cuando obteníamos una vida de los escombros;
- impotencia ante los saqueadores;
- rabia ante los pasivos: religiosos, políticos, grandes empresarios;
- dolor y tristeza por los dolientes;
- enojo por la indolencia, indiferencia o trapacería de los políticos que como ahora, se escondieron, se callaron y después aparecieron rasgándose las vestiduras;
- gratitud por quienes jamás conocimos ni conoceremos, pero nos llevaban agua, tortas o tan solo palabras de aliento en los escombros;
- reconocimiento por quienes se echaron al hombro la tarea de repartir víveres, sin difundirlo;
- dudas sobre los sentimientos de quienes en la tragedia, al más puro estilo del capitalismo rapaz, vieron su nicho de oportunidad para encarecer el agua y la comida; vender todo lo que regalaban otros;
- bendiciones a los miles de mexicanos anónimos que durante semanas, trabajaron entre escombros con olor a muerte;
- agradecimiento a quien sabiendo que no podía ayudar no estorbaba.
Hoy como hace años, nos rebelamos contra la adversidad. Pero igual, como hace años, en poco tiempo, pasaremos de la rebeldía a la inercia, el abatimiento y la victimización.
Hoy, me pregunto si con las experiencias de1985 y la de ahora 2017, como personas y sociedad, lograremos mantener ese espíritu de rebelión ante la adversidad, contra la naturaleza y la tragedia, o:
- Seguiremos siendo rebeldes de circunstancia, sin re-velarnos en conciencia.
- Seguiremos siendo una sociedad rebelde en la coyuntura que no logra revelarse a sí misma en su textura.
- Alimentaremos sólo el instinto de sobrevivencia, sin revertir la esencia. (algo así como hacer movilizaciones y marchas, sin ir al fondo de las cosas)
- Nos rebelaremos por inercia, sin re-velarnos como fuerza colectiva.
Desde fuera, personas y naciones nos ven enormes, solidarios, imponentes; y se preguntan: ¿por qué los mexicanos con ese ejemplo que nos dan, no son otro tipo de país y de nación?.
Más allá de lo político, lo sistémico, lo estructural y la globalización, podemos trascender esta lamentable situación de años, como personas y como sociedad, si aprendemos esa gran lección de la vida, de la historia y de la naturaleza: rebelarnos también es revelarnos; rebelión no es violencia, es revelación.