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Sección: Estado de Veracruz

Libertas

Acción humana y cambio climático

José Manuel Velasco Toro 30/05/2019

alcalorpolitico.com

Nuestra escolarización nos formó para ver el mundo cual si fuera una máquina cuyo funcionamiento imaginamos lineal, cuando la realidad es muy distinta a esa imagen idealizada, razón por la cual nos cuesta trabajo percibir que en el mundo se entretejen múltiples relaciones en cada aspecto de la vida y cómo es que al estar imbricadas constituyen un sistema complejo donde los problemas poseen naturaleza multiescalar. Nuestro entorno social es una red como lo es la urdimbre urbana que nos devora. Una red que interconecta diversas partes que al interactuar detonan comportamientos colectivos muy difíciles de describir, y, sobre todo, de predecir. Creemos que la lógica en el mundo la pone el hombre, como aseveró Miguel de Unamuno, cuando esa lógica es sólo una parte de la gran diversidad de variables que interactúan en red y de circunstancias que se presentan como fenómenos emergentes, lo que propicia cambios que, en muchas ocasiones, escapan a esa lógica del hombre. Pero también, por creer que el mundo es externo a nosotros, seres sociales, buscamos reducirlo a escalas que consideramos manejables, controlables, predictivas con el fin de lograr su uso y explotación, reflejo de esa visión escolarizada mecánica y lineal. Es por eso que a la naturaleza la hemos visto, erróneamente, cual si fuera un enorme objeto repleto de materias primas utilizables para nuestro confort de vida. La hemos, y seguimos explotando de manera indiscriminada, a la par de degradar las condiciones que mantienen el equilibrio de la adaptación humana. Nos olvidamos, porque no lo queremos aceptar, que somos seres biológicos, a la par de seres culturales, y que al igual que otros seres vivos necesitamos de oxígeno para respirar, de agua para conservar nuestra estructura anatómica, de energía que extraemos de los alimentos para sobrevivir, de un equilibrio climático para no perecer de frío o exceso de calor, de la diversidad biótica y entornos ecológicos que hacen posible la vida. Somos seres bioculturales, en pocas palabras, parte, aunque no esencial pero sí presencial, de ese entramado que es la naturaleza en su dimensión cósmica.

Iván Nóvik, filósofo ruso teórico de problemas sistémicos, planteó en la década de los años setenta, que el “ciclo biológico es garantía material del desarrollo continuo del hombre como ser social”. Es decir, que el progreso social está relacionado con el trabajo que modifica el medio natural. Empero, advirtió, para que esa relación sea perdurable, era menester que el hombre adquiriera consciencia que el uso de los recursos tenía que ser racional, no excesivo, para evitar “transformaciones bioesféricas generadas por el progreso técnico” que degradan peligrosamente a la naturaleza. Él insistió que era menester mantener la “estabilidad de la evolución de toda la biosfera” por lo que era necesario cambiar los procesos, cada vez más intensos, de su explotación. Con otras palabras, clamó, por lo que hoy clamamos, sustentabilidad y sostenibilidad en la relación sociedad-naturaleza, a la par de llamar a adquirir una actitud espiritual en donde “el cambio conservador de la naturaleza” sea, a su vez, conservador de la “forma corpórea y psíquica del hombre”. La conducta del hombre tecnificado, subrayó Nóvik, ha sido hostil bajo la premisa de “haz lo que quieras con la naturaleza”, seudo ideal que “se volverá contra el hombre”. Como ya está sucediendo en el momento actual.

El cambio en las condiciones del clima es resultado de esa acción humana. Y estúpidamente decimos que hay que “combatir el cambio climático”, cuando lo que hay que combatir es la continuidad de las prácticas humanas que han ocasionado, y ahora acelerado, la alteración del equilibrio dinámico que permite condiciones climáticas planetarias ideales para la vida humana. Múltiples son las causales derivadas de la acción humana que al estar entretejidas se expresan de manera multiescalar, factores interrelacionados que al interactuar desembocan en nuevas causales intrincadas cuya conexión tiene que verse en su complejidad, y no de manera separada. La cuestión es que el cambio climático es resultado de fenómenos sociales que se iniciaron en el siglo XVIII con la revolución industrial y el uso creciente de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, los que al ser quemados para liberar energía también liberan dióxido de carbono (CO2) y otros gases en la atmosfera. A la par de ello se detonó el crecimiento urbano con su creciente demanda de servicios (energía, agua, alimentos, vivienda, transporte y un largo etcétera) que, a su vez, expelen una enorme cantidad de basura y excremento (según la ONU cada persona produce, en promedio, 54 kilos al año y más de 3 toneladas a lo largo de su vida), excremento que puede ser generador de biogás para producir energía eléctrica y fertilizante para la agricultura, y así dejar de contaminar mantos freáticos, ríos, mares y liberar gas metano, potente contribuyente del calentamiento global. Gas metano que también genera la ganadería vacuna y el cultivo de arroz. La explotación irracional de bosques y selvas las tiene al borde de su desaparición y, con ello, la biodiversidad existente, además de la reducción de una enorme masa de plantas que, con su fotosíntesis, proceso químico fundamental para la vida en la Tierra, libera el oxígeno que respiramos. La interrelación multiescalar de estos, y otros factores, ha acentuado el desequilibrio disruptivo de las condiciones que dan al planeta el clima ideal para la vida. Desequilibrios que arrastran al planeta a la alteración climática al entretejerse las causales de efecto invernadero con las relaciones derivadas del mismo cambio.



Mencionemos, por el momento, sólo un efecto multiescalar relacional: el derretimiento de los casquetes polares por el aumento de la temperatura que ya manifiesta crecida del nivel marino y traerá inundación de zonas costeras e islas, lo cual a su vez provoca disminución de la refracción de la luz solar que llega a la tierra y que al no ser devuelta al espacio el suelo libre de hielo la absorbe e incrementa el calor. La exposición de materia orgánica congelada por milenios que al quedar expuesta entra en descomposición liberando más gas metano; la alteración en la temperatura de corrientes marinas lo que repercute en el clima mundial acentuando los extremos en sequías, tormentas, huracanes, ciclones y tifones y el calentamiento de océanos que destruye las condiciones de vida creando desiertos marinos. Y qué decir de la pérdida de biodiversidad marina y terrestre que nos acerca a la “sexta extinción masiva”. Más todo lo implicado en efecto social y económico como es la migración climática de las costas e islas hacia partes altas continentales, la escasez de agua para consumo humano y agricultura o los efectos destructivos derivados por la intensificación de sequías y tormentas, escasez de alimentos por retraso en cultivos, pérdida de cosechas o muerte de ganado. Y así podemos entretejer multiplicidad de relaciones causales con la multiplicidad de efectos que, a su vez, son causales de otra multiplicidad de situaciones adversas a la vida humana. Por eso se habla que de continuar sin hacer nada para cambiar radicalmente estilo de vida y detención del crecimiento poblacional, nos enfrentaremos a la catástrofe climática que podría extinguir a los seres humanos, más no la vida en el planeta que encontraría causes de adaptación sin nosotros. ¿Y eso es culpa del clima o de la acción humana? Continuaremos la reflexión.