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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Ahora es tiempo de vivir pendientes de la Providencia

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 06/04/2020

alcalorpolitico.com

No es fácil aceptar este confinamiento al grado de no poder ir a la Iglesia. Lo hemos tenido que aceptar con tristeza y resistencia. Pero no poder ir a la Iglesia en Semana Santa es de verdad una cosa que parte el alma; es algo que jamás imaginamos llegara a suceder. Lo hemos aceptado confiando en que Dios sacará provecho espiritual de esta situación.

Sin darnos cuenta, llegamos a expresar nuestra nostalgia con las mismas palabras de Jesús en el evangelio: “¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes!” (Lc 22,15). Jesús expresa a los discípulos su deseo de estar con ellos precisamente en la Pascua. Se acerca el momento culminante de su misión y necesita a sus amigos para celebrar, para orar, para sentir su cercanía y para dejar su memorial, memorial que en su santísimo nombre seguimos cumpliendo en la santa misa desde hace 2000 años, con sus mismos signos, gestos y palabras: “Hagan esto en conmemoración mía”.

Siendo, en primera instancia, palabras del Señor, se han llegado a convertir en nuestras propias palabras: ¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua en mi Iglesia, con mi familia! ¡Cómo quisiera ir a las misiones de Semana Santa! ¡Con cuánta alegría estaba esperando esta Semana Santa! ¡No quisiera dejar solo a mi Jesús en su camino al Calvario!



Expresamos, de esta forma, nuestro dolor y desconcierto sabiendo que no celebraremos la Semana Santa en la Iglesia, como la hemos podido celebrar todos los años de nuestra vida. Ahora, no es Jesús sino el pueblo de Dios, nuestras familias, los fieles, las comunidades cristianas, las religiosas y los sacerdotes quienes así nos expresamos: ¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes!

También, como Jesús, sentimos la tensión que en nuestro caso provoca la contingencia sanitaria, el miedo y la preocupación que se sienten en nuestros ambientes. Pero ahora que estamos más susceptibles y más disponibles para Dios van surgiendo más reflexiones.

Cuánto se añora estos días la Casa de Dios, cuánto hace falta el amén del pueblo de Dios, el aleluya que esperábamos cantar juntos en la Vigilia Pascual, el ruido de las bancas cuando los fieles se ponen de rodillas para adorar a Jesús, la comunión que transforma nuestra vida, el saludo de la paz que anima a los fieles y enciende los corazones, los gritos de los niños que también se ponen en oración, como dice el salmo: “De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos” (Sal 8,2).



También nuestro anhelo de celebrar esta pascua va acompañado del reconocimiento de nuestro pecado porque otros años, teniendo tan cerca el Calvario, nos hemos ido a la playa; habiendo sido invitados para estar con Jesús en la última cena, nos hemos ido de fiesta; pudiendo acompañar a Jesús en el Viacrucis, hemos pasado de largo; en vez de aclamar a Jesús como nuestro Rey, hemos buscado a los ídolos del mundo; teniendo la posibilidad de entrar en la noche santa de la resurrección, hemos preferido entrar en la noche del pecado.

A pesar de todo me haces ver, Señor, que puedo celebrar de manera inolvidable la Semana Santa. Aclamándote con todo el corazón y esperando el momento de poder recibirte en los sacramentos; lavando los pies a mis seres queridos para que vuelva a verlos con amor y servirlos con dedicación; caminando con ellos en nuestra casa para llevar tu cruz en todos los rincones de nuestro hogar; viviendo en silencio y a la expectativa el momento de tu resurrección.

Ahora son nuestras palabras pero originalmente son las palabras de Jesús que desea celebrar la Pascua con nosotros para entregarse, para rescatarnos de nuestros miedos, para llevarnos a una renovación espiritual. Es la semana de Dios, la semana que cambia el rumbo de la humanidad, la semana que transforma definitivamente la vida del hombre y su destino.



Confiemos que es la semana de Dios, creamos en el poder de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos y nos hará sentir su poder delante de la crisis que estamos pasando. Han sido difíciles nuestras semanas pero esta es la Semana de Dios: la Semana Santa en que nos sorprende y se desborda la misericordia y la Providencia de Dios.

Decía San Pedro Poveda: "Ahora es tiempo de redoblar la oración, de derrochar caridad, de hablar menos, de vivir muy unidos al Señor, de ser muy prudentes, de consolar al prójimo, de alentar, de prodigar misericordia, de vivir pendientes de la Providencia, de tener y dar paz".