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Sección: Estado de Veracruz

Sursum Corda

Ante tanta maldad y violencia queremos ver a Jesús

Pbro. José Juan Sánchez Jácome 09/09/2019

alcalorpolitico.com

No siempre sabemos expresar lo que más anhela nuestro corazón. Cuando se pide consejo y asesoría delante de situaciones complejas que se pasan, no sólo queremos resolver los problemas y llegar a estar en paz. En el fondo hay un anhelo mucho más grande y definitivo que se asoma veladamente cuando pedimos ayuda y orientación. En el fondo, queremos ver a Jesús.

Hay una gran demanda de paz, seguridad, amor y comprensión. La vida de nuestros pueblos y familias se ha venido complicando de muchas maneras, por lo que llega el momento que nuestro corazón nos empuja a buscar en Dios lo que no hemos podido lograr abriendo tantas puertas que nos ofrece este mundo.

Por eso, cuando buscamos ser comprendidos, acogidos y consolados en el fondo estamos buscando a Dios. La realidad de Dios en sí misma resulta apasionante, porque quisiéramos desentrañar su misterio y especialmente, en medio de la desolación y los problemas, sentimos más necesidad de ver a Jesús.



Como acompañante espiritual de tantas personas, Dios me ha permitido constatar esta realidad. Así lo he experimentado frente a personas que enfrentan diversas enfermedades, que han sido víctimas de secuestros, extorsiones y violencia; ante personas que viven completamente en la incertidumbre por la crisis económica que se sigue asomando complicada y devastadora.

Queremos ver a Jesús, no sólo para saciar una necesidad o inquietud intelectual, sino cuando ya no tenemos otra salida por las dificultades que enfrentamos. Una demanda de esta naturaleza provoca que los sacerdotes nos sintamos rebasados. Particularmente ha habido ocasiones en las que no sé qué contestar o cómo auxiliar a las personas en medio de las amarguras y las desgracias. Pero siempre el Señor tiene una palabra y sobre todo un detalle que me permite presentarlo a Él. Cuando reconozco que yo no puedo, la gracia de Dios se desborda para salir al rescate de tantos hermanos necesitados de la misericordia de Dios.

El deseo de Dios siempre está latente en nuestro corazón, a pesar de que lo neguemos o lo lleguemos a ignorar. Incluso podemos estar obsesionados o arraigados en una postura de negación o independencia de Dios, cuando este deseo nos sorprende y replantea las bases de nuestra vida.



Este deseo y la pregunta sobre Dios se están manifestando cada vez con más determinación. Los hombres después de probar tantas cosas y de abrir puertas que no los han llevado a ningún parte, llegan a plantear el anhelo más profundo de nuestra alma: queremos ver a Jesús.

La Iglesia sigue escuchando el clamor de tantos hermanos que en medio de su angustia y desesperación siguen manifestando su anhelo más profundo: queremos ver a Jesús. Nuestra tarea como cristianos es conducirlos hacia Jesús y con nuestro modo de vivir provoca a otros para que reconozcan en su corazón el deseo de Dios; el hombre ha salido de las manos de Dios por lo que llega el momento en que su más íntima realidad necesita regresar a Él, como el niño necesita los brazos de su madre.

Cuentan que cuando murió el Abbé Amadeo Ayfre, su epígrafe más hermoso fue dictado, aunque involuntariamente, por una actriz: «Qué quieres que te diga -confesó a un periodista que la entrevistaba- ...era un hombre que, cuando te encontrabas con él, te provocaba el deseo de Dios».