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Sección: V?a Correo Electr?nico

Big brother y el establishment científico

Manuel Mart?nez Morales 09/02/2012

alcalorpolitico.com

Videovigilancia, ficheros, huellas genéticas, escuchas, chips…
En los regímenes democráticos se multiplican las más diversas técnicas de intrusión en la vida cotidiana de los individuos, en nombre de la lucha contra las “nuevas amenazas”…

Un mundo vigilado, de A. Mattelart

Hace algunos años se dio a conocer en Europa la existencia de un proyecto transnacional denominado Proyecto Echelon. La finalidad de esta empresa tecno-científica es monitorear todas las comunicaciones que circulan por el planeta, ya se trate de comunicación telefónica o de las comunicaciones que inundan el ciberespacio. El propósito último de esta red de espionaje es detectar posibles puntos de inestabilidad social o económica y focos de insurrección que surjan en cualquier parte del mundo. Se dice que el sistema tiene como columna vertebral a ciento cincuenta estaciones terrestres y satelitales en las cuales se captan y descifran toda clase de mensajes.

Aunque el origen del proyecto es realmente más antiguo, como señala Armand Mattelart: “A escala internacional, en la inmediata posguerra, se implanta un programa de vigilancia de los flujos de comunicación, también administrado en la sombra. Nombre clave de esta poderosa red de espionaje electrónico: Echelon.” (Un mundo vigilado, Paidós, 2009)

La revista estadounidense Ramparts –afirma Matterlat– revela por primera vez en 1972 la existencia de Echelon, al recoger las confidencias de un antiguo miembro de Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. Ese mismo año la confirman los hechos al destaparse las escuchas, desde una estación situada en una base militar estadounidense en Puerto Rico, de las conversaciones telefónicas del Gobierno de Unidad Popular de Chile, presidido por Salvador Allende.

Pero no será sino hasta 1998, gracias a un informe de la Comisión de Libertades y Derechos de los Ciudadanos del Parlamento Europeo, cuando sale nuevamente a la luz la existencia del mismo proyecto ahora sustentado en las poderosas tecnologías de la información.

Que exista un sistema automatizado con el poder suficiente para interceptar el cien por ciento de los mensajes que cruzan la Tierra de lado a lado, clasificarlos y luego analizarlos ha sido puesto en duda por algunos especialistas. Sin embargo, expertos relacionados con Echelon afirman que el proyecto cuenta con los medios para hacer esto a través de sistemas inteligentes y que dispone de programas para descifrar cualquier mensaje codificado en un máximo de cuatro días.

Aparentemente los países que patrocinan el proyecto son los Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña y Francia.

El proyecto se actualiza constantemente y hoy día hace uso también de los recursos que sirven de contacto y comunicación a las redes sociales: facebook y twitter, según afirmó el creador del sitio Wikileaks, Julian Assange, quien declaró hace poco que “Facebook es la máquina de espionaje más espantosa jamás inventada”. El sitio norteamericano Democracy New confirma lo anterior, aseverando que los servicios secretos estadounidenses revisan la información que circula por facebook y twitter, lo que revela que la información del sitio está bajo el control operacional de los servicios secretos de los Estados Unidos. La red de espionaje infiltra también estos medios, facilitando así la tarea a los “orejas”.

Si bien pudiera descartarse la perfecta eficacia atribuida al Proyecto Echelon con todos sus añadidos, es cierto que desde hace mucho tiempo los países del G-7 (EUA, Francia, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Italia, Rusia) invierten grandes sumas de dinero en el desarrollo de sistemas que sirvan para mantener el poder mundial que ahora detentan o para aplicaciones directamente bélicas. Más del 80 por ciento de los fondos destinados al apoyo de la investigación científica en estos países se orienta hacia proyectos relacionados directa o indirectamente con la industria de la guerra o con temas de "seguridad nacional" que interesan al Pentágono, la CIA, la OTAN, etc.

De hecho, cualquier campo de la ciencia y la tecnología puede aportar algo a la parafernalia de la guerra y del espionaje. Lo triste del asunto es que para llevar a cabo proezas técnicas de la envergadura del proyecto Echelon, deben reclutarse miles de cerebros de la mejor calidad. A primera vista parece contradictorio que mentes altamente capacitadas en el manejo de la lógica rigurosa y los principios experimentales del método científico, sean susceptibles de ser usadas como simples tornillos en un complejo engranaje orientado al sometimiento y a la destrucción de seres humanos. Se supone que un elemento fundamental del pensamiento científico es cuestionar siempre la autoridad y atenerse a la verdad de los hechos o de la razón lógica, aunque éstas contradigan al más eminente entre los sabios ("Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad", diría alguna vez Aristóteles).

La sumisión de los científicos a los intereses económicos y a los juegos de guerra, su docilidad ante empresarios, políticos y militares, que son quienes en verdad encabezan y administran proyectos como Echelon, encuentra su explicación en lo enunciado en el siglo diecinueve por Carlos Marx y retomado por pensadores contemporáneos: el sistema capitalista induce en los hombres una fragmentación de su conciencia, derivada de la enajenación de los hombres con respecto a los productos de su trabajo. El científico, al igual que el obrero, no se siente dueño de su trabajo, se siente ajeno a éste y por tanto, dota a los objetos que produce de poderes en apariencia sobrenaturales. El científico siente y lo admite, que no tiene control sobre los resultados de su investigación, que corresponde a otros (políticos, militares) el decidir qué hacer con ellos.

La responsabilidad social de los hombres de ciencia es un asunto de interés global, pues aún en países como México, lejos del desarrollo del G-7, si bien la investigación científica no está atada a fines bélicos, los científicos sufren la misma enajenación que sus colegas del Primer Mundo: se hace investigación de aparador o de conveniencia –siguiendo la moda o sujetándose a intereses económicos o facciosos– desvinculada del contexto social, sin preguntarse por las consecuencias de su trabajo. Generalmente terminamos maquilando conocimientos, o haciendo investigación “a modo”, cuyos resultados luego serán aprovechados por otros, de acuerdo a sus intereses, no necesariamente comprometidos con la verdad.

Se debe a la magistral pluma de Stanislav Lem la siguiente ilustrativa metáfora, a la vez hermosa y terrible: "Una vez Rappaport me leyó un fragmento de un libro del siglo XIX en el que se describía la crianza de cerdos adiestrados para buscar trufas. Era un bonito pasaje que contaba, con el típico estilo de la época, cómo la razón del hombre hacía uso de la ávida glotonería del cerdo, al que se arrojaban bellotas cada vez que desenterraba una trufa. Esta especie de crianza doméstica racional, en opinión de Rappaport, era la que aguardaba a los científicos; de hecho, en nuestro caso ya se estaba poniendo en práctica. El comerciante no tiene el menor interés por la vida interior del cerdo adiestrado que corre de aquí para allá en busca de trufas; todo lo que para él existe son los resultados de la actividad del cerdo y nada es diferente en lo que sucede entre nosotros y nuestras autoridades.

Por supuesto, la crianza doméstica y racional de científicos se ha visto entorpecida por reliquias de la tradición, esos sentimientos irreflexivos que surgieron de la Revolución Francesa, pero hay razones para esperar que ésta sea una fase pasajera. Además de bien equipadas porquerizas –es decir, resplandecientes laboratorios– deben procurarse también otras instalaciones para evitarnos todo posible sentimiento de frustración. Por ejemplo, un trabajador científico podría satisfacer sus instintos de agresión en una sala llena de maniquíes vestidos de generales y otros altos funcionarios destinados a recibir golpes; o podría dedicarse a deportes específicos destinados a la liberación de la energía sexual, etcétera.

Disponiendo apropiadamente de desahogos aquí y allá, el cerdo-científico –explicaba Rappaport– puede entonces, sin más distracciones, consagrarse a la búsqueda de trufas para beneficio de los gobernantes, pero en perjuicio de la humanidad, como en verdad le exigirá la nueva etapa de la historia." (La Voz de su Amo, EDHASA, 1989).

La alternativa, planteada ya por Carlos Marx y Federico Engels y reivindicada por distintos pensadores contemporáneos, no es otra que luchar por recuperar lo humano del hombre.